Sexo
Viva Zapata
endría yo siete u ocho años cuando vi en la pantalla grande una historia que me causó una honda impresión. La película se titulaba «¡Viva Zapata!» y narraba la existencia de un mexicano enfrentado con sucesivas dictaduras. Lo que más me impresionó no fueron la interpretación de Marlon Brando, ni la dirección de Elia Kazan, ni el final trágico. Lo que más me conmovió fue la manera en que Zapata aceptaba enfrentarse con el mal porque no tenía otra alternativa. En los últimos días, me he acordado mucho de aquel Zapata precisamente por otro. Este Zapata es español, educador y evangélico. Durante años, dirigió Dignidade, una ONG con la que la Junta gallega mantiene convenios para la gestión de medidas judiciales de menores que no requieren internamiento. Hace unos días, Zapata impartió una conferencia en calidad de educador y promotor del Foro HX, una plataforma vinculada al protestantismo español y nacida para tratar temas relacionados con familia y sexualidad. La conferencia abordaba el tema de la educación heterosexual de los hijos y provocó un verdadero linchamiento por parte del lobby gay. La Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (FELGTB), el Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de Madrid (Cogam) y la Fundación Triángulo, así como el inefable Pedro Zerolo, anunciaron que iban a emprender acciones legales contra estas «sectas destructivas» que «atentan contra la dignidad de las personas y contra la Constitución». Toni Poveda, presidente de la FELGTB, anunció que iba a intervenir con toda su fuerza para que la Xunta destituyera a Zapata. A lo anterior se sumaron descalificaciones de colectivos como el protestante «Exodus Internacional» o el católico «Cambiar es Posible» que ayudan a los homosexuales que desean dejar de serlo. He señalado en infinidad de ocasiones mi profunda repugnancia hacia cualquier colectivo, del signo que sea, que pretenda limitar la libertad de expresión. En ese sentido, el lobby gay lleva años compitiendo para llevarse la palma de la intolerancia. El lobby gay es muy dueño de afirmar que la homosexualidad no es una enfermedad, pero también lo son multitud de psiquiatras en todo el mundo, como el prestigioso Sokarides, de afirmar lo contrario. Es muy dueño de afirmar que no se puede dejar de ser homosexual a la vez que defiende que la gente cambie de sexo –según la administración, la transexualidad es una enfermedad lo que justifica que los contribuyentes paguemos las operaciones con nuestros impuestos– pero también lo son otros de acoger a los que desean abandonar las prácticas homosexuales porque, por ejemplo, chocan con sus principios morales. Es muy dueño de cobrar subvenciones de más que dudosa justificación, pero también lo son otros sin que el lobby gay fiscalice sus actividades. En otras palabras, Zerolo, Poveda y tutti quanti pueden afirmar que las diez mil parejas homosexuales que hay en España son más importantes que los diez millones de matrimonios, que representan incluso a los homosexuales que aborrecen encarnizadamente a las mariprogres o que la tierra es plana. Todo eso pueden hacerlo, pero deberían aprender que no tienen el menor derecho a dictar lo que deben creer, pensar o decir los demás y mucho menos a fiscalizarlo ni a presionar a los poderes públicos que pagamos entre todos para que lo hagan. Y sólo me queda una cosa más por decir: ¡Viva Zapata!
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