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Yin y Yang

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Matsugamaski no Kyoan, oftalmólogo japonés, escribió lo que sigue… «En el camino de la medicina, hombres y mujeres se clasifican en yin y yang; se les somete a tratamientos diferentes y también sus pulsos lo son. Sin embargo, desde hace cosa de cincuenta años, el pulso del hombre se ha vuelto el mismo que el de la mujer. Habiéndome percatado de esto, comprendí que el tratamiento idóneo para los ojos del hombre era el mismo que el correspondiente al de los ojos de la mujer, pues cuando aplicaba a los hombres el tratamiento específico ideado para ellos no surtía ningún efecto. Supe entonces que el mundo había llegado a su fin. Los hombres habían perdido su vigor y se habían vuelto como las mujeres (…) Es cierto que muchos hombres de esta época parecen tener el pulso de las mujeres. Es raro encontrarse con un hombre que parezca realmente un hombre. Por eso, quien tenga en esta época un poquito de fuerza, destacará fácilmente sobre los demás (…) Otra prueba de que los hombres han perdido la valentía la encontramos en el hecho de que no solamente son muy pocos los que han cortado alguna vez la cabeza de alguien, sino que esa negativa se ha convertido en signo de inteligencia, de madurez mental (…) Todo trabajo propio del hombre es un trabajo sangriento. Sin embargo, últimamente todo lo sangriento se considera algo estúpido y se arreglan las cosas superficialmente con bonitas palabras solamente de cumplido, evitando todo asunto que sea mínimamente trabajoso. Me gustaría que la juventud de hoy día reflexionase un poco sobre este asunto». No maten al mensajero. Entresaco la cita del libro Hagakure, de Yamamoto Tsunetomo, un clásico de la literatura japonesa. Se escribió en el 1719. No había entonces Ministerio de la Igualdad. Lo de cortar cabezas se refiere a la fase final del seppuku o harakiri. Valdría también para el toreo. Curioso, ¿no?