Covid-19
Las elecciones de EE UU, un referéndum sobre la gestión de la pandemia
La Casa Blanca reconoce que no va a poder controlar la expansión del virus. Cinco personas del equipo del vicepresidente dan positivo
El coronavirus ruge desatado en las estadísticas, los muertos oficiales rondan los 225.000, cuando muchos, hace apenas tres meses, consideraban exageradísimo hablar de 100.000 para finales de otoño, y el portavoz de la Casa Blanca, Mark Medows, acaba de entregar el lema que puede hundir una campaña. Entrevistado por Jake Tapper para State of the Union, el programa de CNN, Meadows dijo, nada menos, que «no vamos a ser capaces de controlar la pandemia».
En realidad dijo eso pero también, todo seguido, que lo que sí podrán controlar es que «tendremos vacunas, terapias y otras formas de mitigación». Cuando el presentador insistió en el significado de «no vamos a controlar la pandemia» Madows respondió raudo que sencillamente se trata de «un virus», tan contagioso o más que «la gripe». Quiso decir que frente a las pandemias cabe tomar medidas de todo tipo, sanitarias, legales, económicas, pero no esperar milagros.
Quiso añadir que el presidente y su equipo están detrás de todas las medidas posibles. Quiso defender la acción del gobierno. Pero sonó a claudicación. A entrega de los emblemas y reconocimiento de que el país más poderoso de la tierra, en mitad de una tercera ola de contagios, bajo el paraguas de un otoño siniestro y un invierno que puede fácilmente doblar la cifra de muertos, no sabe ya cómo reaccionar ni qué hacer para evitar la hecatombe.
Todo esto mientras trascendía que hasta cinco trabajadores cercanos al vicepresidente, Mike Pence, entre otros Marc Short, jefe de gabinete de Pence, y Marty Obst, asesor muy cercano, han sido diagnosticados con el virus en las últimas horas.
Sus contagios hay que sumarlos a la primera oleada registrada en la Casa Blanca. Cuando tras el presidente y la primera dama, Melania Trump, también dieron positivo en las pruebas PCR gente tan cercana como Hope Hicks, asesora de Trump, posiblemente la primera en contraer la enfermedad, y que ya exhibió los primeros signos de de Covid-19 en el Air Force One, de vuelta del primer debate presidencial, el ex gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, la ex asesora Kellyanne Conway, la directora del Comité Nacional del Partido Republicano, Ronna McDaniel y el jefe de campaña de Trump, Bill Stepien.
De hecho la Casa Blanca nunca dio la lista completa de contagiados, pero se estima que fácilmente sumaron la docena. Una pésima imagen mientras Trump mantiene la tensión con sus principales asesores científicos, y el primero de todos Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas.
De hecho durante el tercer y último debate el presidente defendió su buena sintonía con Fauci, para a continuación acusarle de haberse posicionado contra el uso de mascarillas. Respondía, claro, a las quejas del reconocido virólogo, que había protestado por su inclusión manipulada y falaz en un vídeo de campaña.
Tampoco sentó bien en el Despacho Oval que Fauci haya criticado la falta de iniciativa a nivel federal, por ejemplo en el Senado, cuando afirmó que si tienes «un brote en una parte del país, aunque en otras zonas lo están haciendo bien, el resto es vulnerable. No podemos centrarnos sólo en aquellas áreas que sufren un aumento repentino. Ponen en riesgo a todo el país».
Por no volver a las mascarillas, que en su opinión a lo mejor deberían de ser ya obligatorias en todo el país. Trump, de hecho, ha reiterado que el auge en casos se debe a que EE UU hace más tests que nadie. Un argumento desautorizado por la comunidad científica. En Ohio, donde había acudido para un mitin, dentro de un fin de semana de feroz actividad en campaña, el presidente ha insistido que «hay tantos casos porque hacemos tests. Porque más tests que ningún otro país del mundo. Nadie hace más tests que nosotros».
Ciertamente EE UU ha multiplicado su capacidad para efectuar tests, hasta alcanzar, durante la última semana, los 3,11 tests por 1.000 habitantes. Unos números que mejoran de forma incomparable los de los días más aciagos de la primavera.
El coronavirus no es sólo una colosal crisis sanitaria o económica. Es también el principal motor y el principal interés de los electores de cara a las elecciones. Precisamente por eso, y porque millones necesitan más subsidios, la batalla por conseguir un nuevo paquete de ayudas sigue siendo uno de los grandes asuntos. Pero no está nada claro de que sea posible lograr un acuerdo entre las cámaras y el Ejecutivo esta semana, y tampoco a quién puede beneficiar o perjudicar políticamente esta parálisis.
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