Religión
La espeluznante ruta de los templos de los 16 monjes que meditaron hasta morir y se automomificaron
Eliminaban toda la grasa corporal y los líquidos para que el cuerpo no se pudriera tras la muerte. Si lo lograban serían venerados como Buda; si no, permanecerían en el olvido, enterrados
La fascinación que muchos turistas sienten por Japón está motivada por la combinación de modernidad, combinada con la tradición y las prácticas ancestrales que todavía se practican y, por supuesto por su historia, marcada por la II Guerra Mundial, y su atractivos turísticos: Desde ruinas antiguas hasta lugares vanguardistas, desde los amantes de la tecnología hasta los que buscan una filosofía de vida distinta.
Una de las atracciones turísticas más extraña y espeluznante es la de los templos que alojan a los 16 monjes momificados, o mejor dicho, automomificados, que durante años llevaron una estricta alimentación para acabar con toda la grasa de su cuerpo primero y después abandonaran la ingesta de líquidos. ¿Para qué? para emprender un viaje hacia el Nirvana, estado superior de meditación, e instalarse en él. Dicho de otra manera, meditando hasta morir y que su cuerpo quedara momificado de forma natural, mientras su espíritu se instalaba en un estado “superior”.
Y parece que esta técnica denominada Sokushinbutsu llama mucho la atención de los turistas, que han incrementado en los últimos años las visitas a estas momias “vivientes” ubicadas en diferentes templos del norte de Japón.
Estos monjes siguieron una antigua forma de budismo conocida como Shugendo, iniciada por el monje Kukai, que vivió en el siglo IX y que, según los escritos, entró en un estado de “animación suspendida” cuando murió. Sus seguidores están convencidos de que dentro de cinco millones de años regresará para demostrar que ha engañado a la muerte.
Para lograrlo, tuvo que renunciar a todos los placeres de la vida. La preparación para lograr esa automomificación duró varios años, en los que sólo se alimentó de nueces y semillas, lo que combinado con ejercicio le permitió acabar con toda la grasa corporal del cuerpo. Después de 1.000 días, comenzaba una segunda fase en la que sólo se alimentó de cortezas y raíces de árboles y comenzó a beber un té venenoso hecho con la savia del árbol urushi. De esta manera, se provocaba vómitos y tenía una pérdida rápida de fluidos corporales. Al ser veneno, acabaría con los gusanos y parásitos que podrían hacer que el cuerpo se pudriera tras su muerte.
Algunos escritos afirman que Kukai pasó 20 años preparándose. La última fase consistió en la supresión definitiva del alimento y sobrevivía con una pequeña cantidad de agua con sal. Durante 100 días se mantenía esta forma de subsistencia, combinado con la meditación a la espera de la muerte. En sus últimos momentos de vida, Kukai fue bajado a un pozo de tres metros, donde lo enterraron con carbón en un ataúd con un pequeño respiradero de bambú. dentro del ataúd había una campana, que haría sonar cada día una vez para indicar a sus seguidores que estaba vivo. Cuando dejó de sonar, se le retiró el tubo y se selló la tumba.
Este proceso lograba una momificación perfecta. Después extrajeron en cuerpo y lo colocaron a modo de Buda en el templo. No todos los monjes lo lograban y algunos acababan podridos y no lograron su objetivo de convertirse en Buda y ser adorados.
Fueron cientos los monjes que intentaron automomificarse, pero sólo se han descubierto entre 16 y 24. Uno de los altares en el templo Honmyō-ji de la prefectura de Yamagata continúa preservando una de las momias más antiguas, la del asceta sokushinbutsu llamada Honmyōkai. Este proceso de auto-momificación se practicó principalmente en Yamagata, en el norte de Japón, entre los siglos XI y XIX, por miembros de la escuela japonesa de budismo Vajrayana llamada Shingon (“Palabra Verdadera”).
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