Adiós a Mandela

Adiós al Nobel de la Paz, empieza la guerra

La familia Mandela protagoniza un sórdido vodevil por la gestión y el control de su herencia

Nelson Mandela durante la celebración de su 90 cumpleaños junto a sus nietos en su casa de Qunu
Nelson Mandela durante la celebración de su 90 cumpleaños junto a sus nietos en su casa de Qunularazon

La familia Mandela protagoniza un sórdido vodevil por la gestión y el control de su herencia

LONDRES- El 10 de mayo de 1994, Madiba se convirtió en el primer presidente negro de Sudáfrica en las primeras elecciones democráticas que celebraba el país. A sus 77 años, siempre comenzaba su jornada con un largo paseo, cuando aún no había salido el sol. Después de pasar 27 de ellos encerrado en cinco metros cuadrados, caminar sin una pared delante le resultaba aún extraño.

Durante estas caminatas hablaba cordialmente con sus guardaespaldas, pero había un tema que no se podía sacar: su familia. Para lograr un cambio histórico como aquél en el país, Madiba había tenido que renunciar a muchas cosas, incluidas las mujeres que habían marcado su vida y a sus hijos. Se casó en tres ocasiones. Con Evelyn Ntoko Mase estuvo entre 1944 y 1957. Tuvieron cuatro hijos. Con Winnie Madikizela-Mandela estuvo casado entre 1958 y 1996. Tuvieron dos hijas. Con 80 años, se casó con Graça Machel, política y activista social en favor de los niños de Mozambique.

Las relaciones entre unos y otros nunca fueron fáciles y resulta triste decirlo, pero la realidad es que ahora que el premio Nobel de la Paz ha muerto, empieza la verdadera guerra. ¿El motivo? Su fortuna. Según «The Guardian», está valorada en 14 millones de dólares. Y sólo en 2012, la Fundación Mandela entregó a su «fundador» 208.000 euros, según el diario surafricano «Beeld».

En verano, cuando el ex mandatario aún luchaba por las últimas bocanadas de aire, su prole ya empezó de lleno la lucha por reclamar su legado, su imagen y su potencial para hacer dinero: camisetas, vinos, «realities»... Todo vale. En el país del arcoíris (como lo llamó Desmond Tutu), Mandela es un símbolo omnipresente hasta el punto de que un publicista propuso rebautizar Suráfrica para llamarla ahora Mandelia.

Sus organizaciones benéficas, en su mayoría, están dirigidas por patronatos ajenos a la familia. Sus hijas Makaziwe y Zenani, junto a 17 miembros de la prole y el antiguo abogado del político, Ismael Ayob, pelean ahora en los tribunales por recuperar las marcas y expulsar de los conglomerados a su actual representante, Bally Chuene, al letrado George Bizos y el ministro Tokio Sexwale.

En 2004, el propio Mandela llevó a juicio a Ayob, asegurando que le hizo firmar sin su conocimiento la cesión de sus derechos y sus marcas a la empresa Tinancier, de la que son directoras sus hijas. Éstas han denunciado a su padre por retirarlas de las compañías.

«Es innecesario que mi abuelo en su vejez tenga que pasar tanto dolor. No me esperaba que fueran sus propias hijas las que no protegieran su dignidad», dijo entonces Mandla Mandela, nieto del ex presidente surafricano. Arremetió duramente por la cacería contra los bienes de su antecesor, cuando éste aún estaba vivo. El problema es que él mismo había sido acusado de hacer negocio con su muerte.

La historia viene de lejos. En verano, varios miembros de la familia llevaron a los tribunales a Mandla para poder exhumar los cuerpos de tres de los hijos del ex presidente y que pudiesen ser enterrados en el cementerio de la familia en Qunu, donde Mandela dijo que quería ser sepultado.

Mandla ordenó hace dos años retirar los tres cuerpos del panteón de la familia Mandela en Qunu, en la provincia Oriental del Cabo, y enterrarlos en Mvezo, donde ahora se construye un centro conmemorativo, que muchos interpretan como un intento para asegurarse de que Mandela fuera sepultado allí para sacar provecho económico.

Los medios locales, que no escatiman al ofrecer escabrosos detalles de cada enfrentamiento, aseguran que Mandla llevó a cabo las exhumaciones sin el consentimiento de otros miembros de la familia, entre ellos la hija mayor de Mandela, Makaziwe, quien pretendía que su padre fuera enterrado en Qunu, localidad ubicada a 20 kilómetros y donde finalmente descansará. De acuerdo con algunos ancianos de su clan, mientras su familia esté en guerra, su espíritu no podrá estar en paz y conseguir la libertad que tanto merece.