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Al menos 525 muertos y 3.717 heridos en los sangrientos disturbios en Egipto
La Policía desmantela las acampadas islamistas y busca a sus últimos líderes
El Ministerio de Sanidad informó hoy de que al menos 525 personas murieron y 3.717 resultaron heridas en los disturbios del miércoles en Egipto, desencadenados tras la operación policial lanzada para desmantelar las acampadas de los islamistas.
El Ministerio de Sanidad informó hoy de que al menos 525 personas murieron y 3.717 resultaron heridas en los disturbios del miércoles en Egipto, desencadenados tras la operación policial lanzada para desmantelar las acampadas de los islamistas.
El portavoz de dicho departamento Mohamed Fathalá apuntó a la televisión egipcia que el mayor número de fallecidos en El Cairo se registró en la acampada de los seguidores del depuesto presidente egipcio Mohamed Mursi en la plaza de Rabea al Adauiya, donde 202 personas murieron.
Fathalá no dio cifras de víctimas en otros lugares, aunque destacó que el número de muertos en el resto de provincias se mantiene casi igual, y que el aumento se debe a que se han contado más fallecidos en El Cairo.
Las autoridades decretaron ayer el estado de emergencia durante un mes y el toque de queda por la noche tras la violencia que se extendió por todo el país.
Después del inicio de la operación policial contra las acampadas, los Hermanos Musulmanes hicieron llamamientos a sus partidarios para que salieran a las calles de Egipto, lo que degeneró en choques con las fuerzas del orden y opositores al depuesto mandatario.
La temida operación de desalojo anunciada hace semanas y que desde el lunes parecía inminente, se produjo ayer al amanecer en Egipto, después del primer rezo del día. Las Fuerzas de Seguridad irrumpieron en los dos campamentos que los islamistas mantenían desde hace más de mes y medio en protesta por el golpe de estado contra su presidente, Mohamed Mursi. La acampada de Al Nahda, junto a la Universidad de El Cairo, fue rápidamente desmantelada porque era pequeña y estaba poco protegida: en poco más de una hora, la Policía había desalojado la plaza. Empezaba entonces la batalla calle por calle, que duró horas y se extendió a varios barrios de los alrededores hasta alcanzar el cercano zoo. Los manifestantes se refugiaron en los edificios de las facultades y en casas vecinas, mientras que los agentes golpeaban y arrestaban a todo aquel que encontraban a su paso. No fue tan fácil entrar en la principal acampada islamista, en la plaza de Rabaa al Adawiya, que se había convertido en una ciudad dentro de la ciudad, con miles de personas y familias enteras viviendo desde hace semanas. Los islamistas habían levantado barricadas con sacos de arena e incluso muros de ladrillo para protegerse del previsto asalto de la Policía.
Said Ibrahim fue uno de los fallecidos en Rabaa al Adawiya, supuestamente por un disparo de la Policía, según cuenta a LA RAZÓN su amigo Mohamed: «Recibí una llamada sobre las 7 de la mañana y me dijeron que habían entrado en el campamento, y que Said estaba muerto», explica mientras se coloca una mascarilla para protegerse de los gases lacrimógenos de los antidisturbios. Mohamed bajó a la calle rápidamente, rabioso por el desalojo, que se suma a otras masacres que han sufrido los seguidores del depuesto Mursi desde que fue apartado del poder el 3 de julio. Los islamistas bloquearon entonces las calles y se enfrentaron a la Policía en varios puntos de la capital, que a excepción de la «zona de guerra», parecía una ciudad fantasma: la mayoría de sus más de 20 millones de habitantes permanecían en casa siguiendo las noticias.
Las autoridades declararon el estado de emergencia en todo el país a las 16:00 horas y poco después decretaban también el toque de queda en varias provincias, incluida la de El Cairo. El primer ministro egipcio, Hazem el Beblaui, aseguró que la Policía demostró «la máxima contención». En unas declaraciones en la televisión estatal, dijo que la decisión de decretar el estado de emergencia fue «muy difícil» de tomar, pero obligatoria ante la escalada de violencia. Las medidas excepcionales permitirán a las Fuerzas de Seguridad actuar de forma aún más dura contra los manifestantes y contar con la ayuda de los militares, que nunca han abandonado las calles desde la revolución del 25 de enero de 2011. Ayer se repitieron en El Cairo escenas como la de aquella primera revuelta popular. En el barrio de clase media-alta de Mohandisin los vecinos levantaban barricadas para proteger sus casas y los jóvenes patrullaban las calles, incluso con rifles y escopetas. La zona fue escenario de una batalla campal entre las fuerzas de seguridad y los islamistas, que trataban de establecer otro campamento junto a la mezquita de Mustafa Mahmud, situada en una de las principales calles comerciales de la capital. Centenares de personas ocuparon los jardines junto a esta mezquita, entre ellos Ahmed Abdelhafid, joven ingeniero perteneciente a los Hermanos Musulmanes. Ahmed fue desalojado de la plaza Al Nahda y se dispone ahora a iniciar otra acampada, «hasta el final, hasta la muerte», aseguró a este periódico. Con aire cansado pero tranquilo, dijo no tener miedo, al igual que la mayoría de los seguidores de Mursi, que ya no tienen nada que perder y abrazan un destino de represión. Por su parte, las autoridades aseguraron que los islamistas estaban armados y atacaron a los uniformados: más de 500 personas han sido arrestadas en todo el país y el saldo de fallecidos en las filas de la Policía es de 43, según Interior. En Alejandría, los choques dejaron 10 fallecidos, mientras que en Faiyum los muertos ascendían a 17. En Suez, el balance era, al cierre de esta edición, de cinco víctimas mortales. El Ministerio del Interior informó de que la Policía empezó a desmantelar los campamentos «siguiendo las instrucciones del Gobierno» y «por la seguridad del país», y negó en todo momento haber disparado con fuego real, tal y como aseguraban los heridos, muchos de los cuales presentaban heridas de bala. «Están matando la democracia», decía descorazonada a LA RAZÓN Marwa, abogada, mientras observaba impotente cómo más sangre era vertida en Egipto, que hoy se levantará con los datos estremecedores de una nueva matanza.
Muere la hija de un líder islamista
Si con el inicio del golpe los Hermanos Musulmanes perdieron a su máximo representante, Mohamed Mursi, tras el desalojo de la plaza Raba al Adauiya la Hermandad podría perder a muchos de sus líderes políticos. Desde el ministerio del Interior, el general Mohamed Ibrahim ha ordenado la detención de dos de sus representantes de más alto rango. Además, la hija de El-Beltagi, uno de islamistas en busca y captura, fue asesinada ayer por las fuerzas de seguridad.
Mueren dos periodistas en el desalojo
Dos periodistas, un británico y una egipcia, fallecieron ayer durante el desalojo de las acampadas en El Cairo. Mick Deane, de 61 años y padre de dos hijos, era un cámara veterano del canal de televisión británico Sky News, que murió tras ser alcanzado por un disparo mientras cubría los enfrentamientos. John Ryley, jefe de Sky News, describía a su compañero Deane como «brillante; un amigo valiente como un león». El periodista llevaba 15 años trabajando para la cadena desde Washington y Jerusalén. La segunda fallecida fue Habiba Ahmed Abelaizz, de 26 años, que trabajaba para la publicación «Xpress», perteneciente al grupo Gulf News. La joven, hija del que fue consejero de Mursi durante su mandato Ahmed Abdelaziz, se encontraba en El Cairo de vacaciones con su familia. Su madre la llamó al mediodía y otra persona cogió el teléfono y le avisó de que su hija había muerto. Además de los fallecidos, hay tres directores de periódicos locales y una reportera de la agencia Reuters heridos.
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