El caso Carromero
A diez días de la libertad
Carromero aterrizó ayer en España e ingresó en la cárcel de Segovia para cumplir el resto de su condena. Los trámites para concederle el tercer grado podrían acelerarse
Su cara era otra. Nada más pisar suelo español el rostro de Ángel Carromero cambió. Visiblemente emocionado llegó a Madrid en un vuelo regular desde La Habana (Cuba) donde permanecía desde el pasado verano tras el accidente de coche que le costó la vida al disidente Oswaldo Payá y por el que fue condenado a cuatro años de prisión por homicidio imprudente. Y no era para menos su felicidad, pues no sólo se olvida de una de las cárceles más temidas de Cuba, sino que todo apunta a que los trámites para que se le conceda el tercer grado se acelerarán y podría estar todo listo en 10 días, en lugar de 15, como se informó en un primer momento. Pero hasta entonces es un preso más de la cárcel de Segovia, con las mismas obligaciones y las mismas reglas que el resto de los reclusos.
Custodiado por agentes españoles de la Interpol –que se trasladaron a Cuba el miércoles–, Carromero llegó al aeropuerto madrileño de Barajas sobre las 12:10 horas de ayer y,a pie de avión, fue recogido por agentes del Cuerpo Nacional de Policía destacados en el Grupo de Fronteras de Barajas, que le trasladaron a la comisaría de la terminal 1, donde se cumplimentó todo el papeleo para su traslado a la prisión segoviana por agentes de la Guardia Civil, aunque finalmente esta tarea la llevó a cabo la Policía.
Al centro penitenciario llegó pasadas las 14:00 horas en la parte trasera de un vehículo policial sin distintivo escoltado por otros dos coches. Su vehículo entró por un portón de la penitenciaría junto al edificio de acceso y, sin bajarse, se ha dirigido a otro portón ya en el interior de la cárcel.
Una vez allí se le aplicó el mismo protocolo que se sigue con cualquier otro preso: le tomaron las huellas y filiación, se le realizó una revisión médica con análisis físicos y reconocimientos, que son obligatorios para cualquier condenado, y le explicaron las normas y el funcionamiento de la prisión. Fuentes del centro aseguraron que, si bien se le veía bastante cansado, estaba muy emocionado de estar por fin en España y, en varias ocasiones, estuvo a punto de llorar.
Tras esta «burocracia» penitenciaria, el dirigente de Nuevas Generaciones del PP fue trasladado a una celda en el módulo de ingresos, algo también normal para cualquier preso recién llegado a la cárcel. Allí estará, solo, durante unos pocos días, en los que se evaluará su comportamiento y será visitado por el psicólogo y el educador de la prisión. Tras esto, se le asignará un módulo definitivo y se le otorgará un grado penitenciario, lo que decidirá la Junta de Tratamiento.
Si le fuera concedido el tercer grado por parte de Instituciones Penitenciarias en función de los informes que reciba de la Junta de Tratamiento de la prisión, Carromero podría realizar una actividad normal, ya que sólo tendría que ir a dormir al centro penitenciario de domingo a jueves, y podría pasar el fin de semana en su domicilio. Otra posibilidad es que el recluso ni siquiera tenga que pernoctar en prisión si la junta decide que los controles sean telemáticos, informa Efe.
Para la concesión del tercer grado, se evalúa fundamentalmente el delito por el que está penado, además de la conducta del interno, el arraigo familiar o el hecho de que tenga un empleo.
Reunión extraordinaria
El reglamento penitenciario establece que las Juntas de Tratamiento de los centros se reúnen con carácter ordinario una vez al mes o cada 15 días y cuando lo consideren oportuno de forma extraordinaria. Y todo apunta a que será una reunión extraordinaria y que esa concesión llegará antes de los 15 días que en un primer momento se plantearon, pudiéndose reducir a 10 los trámites para que se le conceda ese tercer grado.
Junto a Carromero también ha sido trasladado el alicantino Miguel Vives Cutillas, de 48 años, que fue condenado en Cuba hace 4 años a 18 de prisión por tráfico de drogas y que cumplirá el resto de su condena en España.
De la cárcel más temida de Cuba a una celda para él sólo
En sólo 24 horas, Ángel Carromero ha pasado de padecer las incomodidades de la cárcel de 100 y Aldabó, que pasa por ser la más temida de Cuba, a la prisión de Perogordo, en Segovia, inaugurada hace sólo cuatro años. Atrás han quedado las estrecheces de seis metros cuadrados, un espacio compartido hasta por cuatro reclusos en el centro penitenciario cubano. Ayer, el dirigente de Nuevas Generaciones del PP entró en una celda del módulo de ingresos de la cárcel segoviana, que durante unos días no tendrá que compartir con nadie. Nada que ver con las precarias condiciones higiénicas de la cárcel cubana, donde los internos suelen estar totalmente incomunicados salvo la visita familiar semanal. A Carromero, Perogordo le debió parecer el paraíso.
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