Relaciones EEUU/Cuba
«Aquí no va a haber ningún cambio mientras Castro esté en el poder»
La normalización de las relaciones entre los gobiernos de Estados Unidos y Cuba podría tomar una década, según opinó en La Habana un diplomático extranjero a condición de mantenerse en el anonimato.
La normalización de las relaciones entre los gobiernos de Estados Unidos y Cuba podría tomar una década, según opinó en La Habana un diplomático extranjero a condición de mantenerse en el anonimato.
Un análisis del contexto, refuerza las tesis que alargan los términos de la llegada de una solución.
Aunque formalmente se hayan reanudado los vínculos en el plano de la diplomacia, queda mucho por andar en un camino con demasiados obstáculos.
El levantamiento del embargo impuesto en 1961, y recrudecido en 1992 y 1996 con la ley Graham-Torricelli y Helms-Burton respectivamente, la devolución de la naval de Guantánamo que Estados Unidos mantiene en territorio cubano desde comienzos del siglo XX, el cese de los programas de apoyo a la democracia y una compensación multimillonaria por presuntos daños causados por las sanciones económicas son parte de los requisitos que exige el presidente Raúl Castro para sellar un pacto de buena vecindad.
Por su parte la administración demócrata ha centrado sus exigencias en la indemnizaciones a los ciudadanos norteamericanos, cuyas propiedades fueron confiscadas en los primeros años de la revolución socialista y la entrega de más de una docena de fugitivos que se encuentran al amparo de las autoridades de la Isla.
El tema de las flagrantes y sistemáticas violaciones a los derechos fundamentales en Cuba es otro escollo en la evolución de las negociaciones.
Según constatan diversas fuentes de la oposición pacífica, los actos represivos se han incrementado desde que se anunció el comienzo del deshielo bilateral, el 17 de diciembre de 2014.
El alza de estos episodios, que comprenden golpizas en la vía pública por parte de brigadas parapoliciales y arrestos temporales, podría explicarse a partir del aumento de la beligerancia de las agrupaciones contestatarias en diversas zonas del país, sobre todo en la capital.
También se observa un crecimiento en el número de prisioneros políticos. En la actualidad la cifra se sitúa en alrededor de 75 personas encarceladas por algún tipo de manifestación antigubernamental, aunque en los resúmenes de la fiscalía aparezcan como delitos comunes.
En las prisiones los condenados por su activismo prodemocrático son llamados “contrarrevolucionarios”.
Una somera observación del ambiente, invita a rebajar las esperanzas en relación a progresos significativos encaminados a una apertura en toda la acepción del término.
Las expectativas que hubo, cuando los mandatarios Barack Obama y Raúl Castro dieron a conocer su disposición al diálogo, después de una ruptura que superó el medio siglo, han ido degradándose hasta el más rancio pesimismo.
“Aquí no hay ningún cambio, ni va haber mientras Raúl Castro esté en el poder. Siguen con el mismo discurso contra los americanos. Todo fue una vana ilusión”, dijo un ingeniero civil de 52 años de edad que labora en la reparación del Capitolio Nacional, ubicado en el centro de La Habana y donde estará el futuro parlamento del país.
Al preguntarle sobre el próximo congreso del Partido, a celebrarse en abril de 2016, declaró que era otro capítulo de la tragicomedia.
“Es parte del juego sucio que nos impusieron a la fuerza. Todo lo que hagan es en función de sus intereses. Le importa un comino lo que sucede más allá de su vil aburguesamiento. Por lo menos a mí no me van engañar”, agregó.
Los más jóvenes tampoco confían en que las cosas puedan mejorar en los próximos años. Mayoritariamente piensan en marcharse del país. Le temen a un destino similar al de sus padres.
Mientras en sus mentes acarician planes de fuga, separan cada vez más tiempo para ingerir bebidas alcohólicas y embelesarse con el efecto del Cannabis o la cocaína.
Olvidar las frustraciones mediante el consumo de los productos mencionados se ha convertido en un pasatiempo nacional.
“Vivir sin ilusiones no tiene sentido. Voy cumplir 30 años dentro de dos meses y no tengo ni casa ni ahorros ni trabajo. Me ofrecieron uno en una fábrica de refrescos estatal donde me pagaban casi 400 pesos en moneda nacional al mes (20 dólares). Por supuesto que lo deseché. Me gano la vida en la calle, revendiendo ropa que me traen de Ecuador y Miami.
Pensé que las relaciones con el país más poderoso del mundo aliviarían nuestras desgracias, pero la realidad es otra. No veo indicios de un cambio para mejor, alegó Yorlan, graduado en gastronomía y a la espera de volver a lanzarse al mar en un bote rústico, junto a otros amigos, con la idea de llegar a la costa sur de Estados Unidos. Sería la tercera vez que lo intenta en un año.
Entre los reproches de la población por la ausencia de beneficios del histórico acercamiento, se destaca el que expresa la dueña de un pequeño restaurant, ubicado en el casco histórico habanero, que no quiso revelar su nombre.
“Desde diciembre del año pasado se ha recrudecido el hostigamiento de los inspectores estatales. Esto incide negativamente en nuestras ganancias. Ellos piden cada vez más dinero para quitarnos las multas que nos imponen por supuestas faltas. El gobierno, en vez de facilitarnos el trabajo, nos hace la guerra. Las relaciones con Estados Unidos, hasta el momento, nos están perjudicando”, dijo la mujer que abrió el negocio en su casa, hace poco más de un lustro.
La reciente apertura de embajadas en La Habana y Washington, no indica el regreso a la racionalidad y la confianza mutua.
Tras la fachada del protocolo, acechan los fantasmas de la confrontación.
Raúl Castro solo quiere actualizar el andamiaje de la dictadura sin perder el control social, político y económico.
A corto y mediano plazo es muy probable que tenga éxito. Una noticia que lamentar entre los que dentro de Cuba esperan por el cese definitivo de las prohibiciones y la gradual instauración de un Estado de Derecho.
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