Baltimore
Baltimore: Los 45 minutos de súplica de Freddie
Los agentes le redujeron poniéndole las rodillas sobre la espalda. Después tardaron casi una hora en llevarlo, en furgoneta y sin cinturón de seguridad, al hospital donde murió.
Robert Freeman reparte información sobre la manifestación de mañana en la plaza del Ayuntamiento de Baltimore. Ha ido allí porque era donde se encontraban los activistas y los periodistas. Quería explicarles lo que ocurre en Baltimore. «Estoy cansado de que las televisiones saquen las imáganes del lunes con todo el vandalismo. Han sido unos chavales. En un principio, las manifestaciones eran pacíficas. A la de este sábado van a venir personas que no dicen tonterías. Está convocada por la asociación Abogados Negros por la Justicia (Black Lawyers for Justice). Son gente seria», indica este veterano mientras mira de reojo a un joven que habla a través de un megáfono. Tampoco quita la vista de encima a otro que está sentado mientras toca un instrumento de percusión. Junto a ellos, decenas de soldados de la Guardia Nacional que custodian el edificio público junto con oficiales de Policía. La zona está acordonada y tranquila, aunque los peatones no pueden evitar mirar la mano de los soldados puesta justo al gatillo de sus armas. Ellos sonríen, dan las buenas tardes, pero no consiguen evitar que se acelere el paso cuando se camina a su lado.
Así discurría ayer el día en el centro de Baltimore. Freeman, de 56 años, esperaba más revueltas hoy, cuando se publicase el informe de la investigación de la Policía sobre la muerte de Freddie Gray. En cambio, el comisario de Policía de la ciudad, Anthony Batts, decidió presentarlo ayer, un día antes, a los fiscales para evitar que se repitiesen las escenas del lunes. Aun así, la fiscal general del estado de Maryland, Marilyn Mosby, tendrá que determinar si se presentan cargos contra los seis agentes de Policía que detuvieron a Gray.
De momento, están suspendidos, pero se desconoce cuándo Mosby anunciará su decisión sobre si acusarlos o no. Hasta ahora se ha confirmado que Freddie Gray fue subido a una furgoneta de la Policía después de su arresto. Hicieron cuatro paradas, una más de lo dicho hasta ahora y desconocida para los investigadores, que no han explicado por qué pararon. Se sabe porque una cámara de seguridad privada capturó el momento. Batts ya ha admitido que hay información que no encaja con la forma en que los oficiales de Policía persiguieron a Gray en las viviendas sociales de West Baltimore. A juicio de Batts, los oficiales ignoraron las súplicas de Gray de ayuda y tampoco le pusieron el cinturón. En el vídeo se muestra a dos oficiales encima de Gray durante el arresto con sus rodillas en su espalda. Después se ve cómo le llevan a la furgoneta sin que pueda mover las piernas apenas. Llora. Pide un inhalador y se lo niegan. Se sujeta una pierna. Luego, sube al vehículo. El coductor para varias veces. La primera para reducirlo porque se puso violento. La segunda es la gran incógnita. En la tercera el conductor frena en seco y pide a otro oficial que compruebe cómo está Gray. Le encontraron en el suelo. Le pusieron en la parte trasera sin ningún tipo de sujección. Entonces, Gray les pidió que le llevasen al médico. Tuvo lugar una cuarta parada más. Hay que recoger a otro detenido en la furgoneta. Después le llevan al hospital en el que muere. Otro detalle que salió a la luz ayer fue la declaración publicada por «The Washington Post» del detenido que supuestamente se subió al furgón policial, quien aseguró que Gray estaba intentando autolesionarse.
«Ahora quizá podríamos saber qué le pasó a Freddie», reconoce Freeman, al que preocupan todos los Freddie Gray que va a haber en un futuro. «Esta semana va a haber otro. No tiene nada que ver que Freddie tuviese cierto historial con la Policía. Está mal lo que ocurrió en la furgoneta», explica sobre los famosos 45 minutos de trayecto sobre los que se desconocía casi todo. Antes de marcharse saludó a Akil Patterson, de 32 años, director de Aliado Atleta. «Tenemos que pensar qué vamos a hacer ahora. Ya se ha conseguido que se hable de la brutalidad policial. Pero, ¿adónde vamos? Hay que ver cómo dar oportunidades a estos jóvenes, cómo conseguir que tengan trabajo, cómo sacarles de las calles», reflexiona Patterson antes de atender por teléfono a un amigo preso.
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