Guerra en Irak

Cadáveres de yihadistas pudriéndose al sol en Mosul como arma psicológica contra el Estado Islámico

El Ejército iraquí emplea esta “técnica” en las zonas liberadas de Mosul

El Ejército iraquí ha decidido dejar cientos de cadáveres de milicianos del Estado Islámico en las calles de la zonas liberadas de Mosul, donde se pudren al sol, un arma psicológica que tiene como objetivo lanzar un mensaje muy sencillo a la población civil de la ciudad.

El Ejército iraquí ha decidido dejar cientos de cadáveres de milicianos del Estado Islámico en las calles de la zonas liberadas de Mosul, donde se pudren al sol, un arma psicológica que tiene como objetivo lanzar un mensaje muy sencillo a la población civil de la ciudad: si se unen a los yihadistas, correrán la misma suerte.

Muchos de los cadáveres llevan más de dos semanas en las calles, lo que produce un fuerte olor y pone en riesgo la salud de los habitantes de Mosul. Gran parte de los muertos aún llevan encima sus cinturones con explosivos, que pueden detonar en cualquier momento y suponen una inminente amenaza para los civiles.

No obstante, el Ejército iraquí no tiene intención alguna de retirar los cuerpos, muchos de ellos imposibles de identificar debido

a las heridas. Al contrario, los están dejando en la calle de forma deliberada con el objetivo de persuadir a la población y evitar que se unan al Estado Islámico en el otro lado de la ciudad de Mosul.

A medida que el Ejército iraquí --con la ayuda de varias milicias peshmerga kurdas y el apoyo aéreo de Estados Unidos-- avanza en su ofensiva contra los terroristas en la ciudad iraquí, sus tropas han puesto en marcha una campaña que pretende acabar con cualquier tipo de simpatía por parte de los residentes de Mosul hacia el grupo terrorista.

“Vamos a dejar a estos terroristas aquí”, ha explicado indiferente Ibrahim Mohamed, un soldado que hacía patrulla cerca de los cadáveres de tres yihadistas. Su primo murió electrocutado a manos de miembros del Estado Islámico en 2014 por el mero hecho de ser agente de Policía.

“El mensaje está más que claro para los iraquíes, para evitar que se unan o apoyen al Estado Islámico. Este será su destino. El Ejército de Irak acabará con todos ellos”, ha añadido firmemente. A varios metros, uno de los milicianos muertos todavía llevaba un cinturón lleno de explosivos, con la mano cerca del mecanismo de detonación.

El Ejército iraquí ha logrado recuperar gran parte de su territorio ocupado desde que en 2014 los yihadistas llevaron a cabo una conquista relámpago del norte de Irak. Después de lograr el control del este de Mosul tras tres meses de combates, las tropas iraquíes se han mostrado preparadas para hacerse con la mitad restante de la ciudad. La victoria sobre Mosul significaría el fin del autoproclamado califato islámico de los terroristas en Irak.

Arma piscológica

Dejar los cadáveres a la vista funciona como un arma psicológica contra la población para evitar que se unan a los milicianos por miedo a las consecuencias. El Estado Islámico ha ejecutado y asesinado a miles de soldados y policías iraquíes, por lo que sus compañeros están deseando poder vengarse.

“Les dejamos en la calle para que se los puedan comer los perros”, ha contado el soldado Asaad Hussein. “También queremos que los ciudadanos sepan que hay un precio a pagar por apoyar a terroristas”, ha señalado.

Algunos sectores de Mosul, que es mayoritariamente suní, han acusado al Gobierno chií de Bagdad y al Ejército de abusar de la población civil. El Estado Islámico, cuando capturó la ciudad, explotó el resentimiento de la mayoría de los habitantes de Mosul contra los chiíes y su Gobierno.

No obstante, el apoyo de la población hacia los milicianos duró poco, ya que inmediatamente después impusieron la versión más radical de la ley islámica en la ciudad, ejecutando a cualquier persona que no la cumpliese a rajatabla.

Los habitantes de las zonas liberadas no se muestran demasiado afectados ante la cruda visión de los cadáveres pudriéndose en las calles. Los ciudadanos salen de sus casas y van a trabajar cada día, un síntoma de que la vida en el este de la ciudad comienza a normalizarse después de años de represión y violencia.

“¿Sabes lo que significaba fumar uno, tan sólo un cigarrillo”, ha preguntado Youssef Salim, un albañil parado ante un grupo de cuerpos. “El castigo eran 25 latigazos en la plaza, donde obligaban a la gente a verte sufrir”, ha añadido. “Si tu barba no era lo suficientemente larga según su ley, tenías que cumplir un mes en prisión y recibías 100 latigazos”. Salim opina que los cuerpos están bien donde están.

Unas pocas calles más abajo, un grupo de jóvenes caminaba hacia otro montón de milicianos muertos. “Los cuerpos deberían quedarse aquí. El Estado Islámico ha matado a muchísima gente. ¿Por qué deberíamos enterrarlos”, ha apuntado Salem Jamil, de 13 años. Al oírle hablar, un anciano se acercó y le espetó que sí deberían ser enterrados, ya que la sepultura es un derecho para todo el mundo.

Uno de los soldados iraquíes que hacía patrulla por la zona se puso de pie orgulloso sobre los cuerpos de los yihadistas, a pesar de que uno de ellos todavía llevaba un cinturón con explosivos sin detonar. Sonrió y señaló a un cigarrillo colocado en los agujeros de la nariz de uno de los muertos.

“Lo pusimos ahí por todas las cosas horribles que le han hecho a los iraquíes. El destino de cualquier terrorista es claro. Le encontraremos y le mataremos”, ha explicado.