Política

Francia

Christophe de Margerie, el notable bigote del petróleo francés

Christophe de Margerie
Christophe de Margerielarazon

De notable bigote y afamado sentido del humor, Christophe de Margerie forjó durante cuatro décadas su carrera en el seno de Total a base de cercanía humana y talento negociador, hasta llegar a la cima del gigante francés del petróleo, cuarto grupo privado de gas e hidrocarburos del mundo.

Con sangre de una amplia dinastía de embajadores y dirigentes de empresas en las venas, tras licenciarse en la Escuela Superior de Comercio de París en 1974 De Margerie (Mareuil-sur-Lay-Dissais, 1951) pasó a trabajar como becario en Total porque la sede quedaba cerca de su casa, le gustaba recordar. Tenía 22 años.

El prometedor empresario de formas redondas y gustos sencillos, al que sus colaboradores apodaban “Big Moustache” por su sobresaliente bigote canoso, entró en la dirección financiera del grupo y fue ascendiendo peldaños hasta que en 1995 fue nombrado director general de la multinacional para Oriente Medio.

“En Oriente Medio eclosioné”, decía sobre sus responsabilidades comerciales al frente de la mayor petrolera francesa para ese área rica en oro negro, donde tejió y mantuvo una nutrida red de contactos a golpe de viajes y encuentros cara a cara, que le sirvieron para desarrollar la presencia de la mayor petrolera francesa en la zona.

En 2002, después de que Total se convirtiera en una de las “cuatro grandes” a través de la fusión con la belga Petrofina y de la adquisición de Elf, De Margerie ascendió a director de exploración y producción del grupo, y en 2007 a director general.

“Nada reemplaza el calor humano y un apretón de manos. Nunca firmará usted un contrato por teléfono”, decía el carismático gigante del petróleo, casado, con tres hijos y aficionado al esquí, la vela y los deportes de motor.

Continuó su ascenso en la empresa más rica de Francia hasta llegar a su cima en 2010 para relevar a Thierry Desmarest, su mentor y actual presidente de honor del cuarto grupo privado de petróleo y gasista del mundo, con cerca de 100.000 empleados y una facturación de 189.542 millones de euros (242.480 millones de dólares).

Sus allegados le describen como un dirigente impetuoso y cercano, para lo bueno y para lo malo, y nadie le niega una certera visión estratégica, también en la gestión de la comunicación, que seguía de cerca desde un titánico despacho en el piso 44 del imponente rascacielos de Total en la Defense, el barrio de negocios de las afueras de París.

De Margerie se dio cuenta rápidamente de que Total tenía un importante problema de imagen tras escándalos como la marea negra provocada por el petrolero Erika en aguas francesas en 1999, la implantación industrial del grupo en el férreo régimen birmano o la escasa contribución al fisco galo de la empresa más pudiente de Francia.

Por eso “Big Moustache” no desperdiciaba ocasión para hacer pedagogía sobre el grupo que le vio crecer, para situar el foco mediático sobre sus inversiones a largo plazo y no sobre el reparto de dividendos, o para explicar sus propios escarceos judiciales.

Así fue en el llamado caso del “petróleo por alimentos”, que le mantuvo 48 horas en detención judicial en 2006 ante las sospechas de que se benefició de comisiones para violar el embargo impuesto al Irak de Sadam Husein tras la invasión de Kuwait en 1990.

Tras ocho años de instrucción y un mes de juicio, De Margerie y el resto de personalidades implicadas, como el exministro francés del Interior Charles Pasqua, fueron absueltos en 2013.

El directivo, fallecido en un accidente de avión en Moscú a los 63 años, decía no sentirse inquieto por el futuro del petróleo, pero preparaba a su grupo para que fuera competitivo en la explotación de otros recursos, más allá de los hidrocarburos.

Con De Margerie a los mandos, Total comenzó a introducirse en sectores como la energía nuclear, la biomasa o la captura y almacenamiento de C02, mientras el presidente del grupo se declaraba a favor de permitir en Francia la polémica técnica de fractura hidráulica o “fracking” para extraer hidrocarburos.

Geográficamente, otorgaba cada vez más peso a Rusia, que ya representaba el diez por ciento del volumen de negocios del grupo y que De Margerie quería convertir en su principal zona de producción de hidrocarburos en 2020.

“Era un negociador encantador. En la dirección financiera negoció con todos los grandes bancos. En Oriente Medio, con los emires del petróleo. En Rusia era otro tipo de interlocutor. Sabía adaptarse a sus interlocutores”, resumió tras su muerte Alain Brion, exdirector general de Total que contrató a De Margerie.

Si en su pésame el presidente de Francia, François Hollande, alabó “su carácter independiente, su personalidad original y su apego a su país”, Vladimir Putin aseguró haber perdido “a un verdadero amigo” de Rusia en el accidente del jet privado Falcon 50 que anoche terminó con la vida del atípico patrón de la multinacional petrolera gala.