Guerra en Siria
Civiles en Siria: hambre y muerte bajo los escombros
«Vivimos como en la Edad Media», denuncian los miles de habitantes de las ciudades sitiadas por el régimen de Asad, la oposición y el EI.
A pesar de los esfuerzos internacionales de conciliar la paz en Siria, la desastrosa situación en el terreno se impone a cualquier intento de diálogo. La actual ofensiva del régimen sirio para recuperar Alepo debería ser un claro indicativo de que aún no hay un verdadero interés por poner fin a esta sanguinaria guerra civil que se acerca a su quinto año. Siria se ha convertido en la mayor catástrofe humanitaria del siglo XXI. Mientras más de cinco millones de sirios malviven como refugiados en los campamentos de Turquía, Líbano, Jordania e Irak, otros cientos de miles sobreviven en el interior de sus fronteras bajo el asedio, los bombardeos diarios y el fuego cruzado.
Toda la atención mediática se ha centrado en Madaya, bautizada «la ciudad del hambre», pero otras áreas se encuentran en la misma situación desesperada. Las zonas asediadas están dispersas por todo el país. El régimen sirio ha impuesto el cerco en otras localidades rebeldes de los suburbios de Damasco como Boqain, Daraya, Ghuta Oriental o ciudades del norte de Homs. Pero el hambre como estrategia de guerra no es sólo una táctica efectiva que utilizan las fuerzas gubernamentales, también los grupos armados de la oposición han asediado aldeas en Latakia (bastión de Asad) e Idlib, y el Estado Islámico en Deir el Zour.
Ante el fracaso internacional de que se levante el bloqueo que afecta, según la ONU, a más de 250.000 sirios, los habitantes de las localidades sitiadas han ingeniado diferentes maneras de romper el cerco. Algunos han recurrido a métodos primitivos para generar energía y cultivar alimentos. Moadamiya Al Shams, en Ghuta Oriental, lleva sitiada por el régimen desde 2012. Los 50.000 habitantes de esta localidad, mayoría mujeres y niños, carecen de electricidad, agua, combustible y alimentos. Un total de 17 personas han muerto por desnutrición, denuncia a LA RAZÓN el activista Dani Al Qappani. «Un kilo de arroz cuesta alrededor de 15 dólares cuando no hay bloqueo», explica Al Qappani antes de agregar que cuando el régimen aprieta el cerco sobre la ciudad los precios se multiplican por diez. «Algunos vecinos han tenido que vender sus pertenencias para comprar algo de comida. La gente es muy pobre», manifiesta el activista. Al Qappani alerta de que «ya no entran suministros de contrabando» porque las fuerzas del régimen «han minado los caminos secretos por donde pasaban las mercancías». Ante la escasez de productos de primera necesidad, «los vecinos de Moadamiya están obligados a depender de los productos cultivados en sus propias tierras», explica el activista.
Daraya, otra área rural en Damasco, ha estado bajo un bloqueo estricto durante los últimos tres años. «Estamos viviendo como en la Edad Media. Para calentarnos utilizamos troncos de leña y sacamos agua de los pozos que, a menudo, no es apta para el consumo humano», critica Abu Gaiz, activista de esta localidad. Antes de que las fuerzas del régimen comenzaran a bombardearla, Daraya era el hogar de 25.000 personas. Ahora, no quedan más de mil familias que pasan «la mayor parte de su tiempo en refugios, debido al bombardeo constante sobre la ciudad», explica Gaiz. «La gente en Daraya ha estado dependiendo de lo que crece en sus propias tierras», añade. Según el activista, casi todas las familias poseen un pequeño pedazo de tierra en la que cultivan trigo y verduras como acelgas y espinacas. Pero esto, puntualiza Abu Gaiz, «no quiere decir que la ciudad pueda sostenerse a sí misma, ya que hay artículos de primera necesidad que no se pueden adquirir, como medicinas y suministros médicos».
En Ghuta Oriental, unas 163.000 personas sobreviven bajo un asedio que se ha endurecido progresivamente desde que se impuso a principios de 2013. Grupos rebeldes armados están permitiendo a los residentes de esta zona que tengan acceso a su red de túneles militares para escapar o conseguir provisiones. Las fuerzas de la oposición han construido una intrincada red de subterráneos en los últimos dos años, principalmente para el contrabando de armas y municiones y traslado de combatientes. El Ejército del Islam, el principal grupo armado de la oposición en Ghuta, «alquila sus túneles a los residentes de Duma, por unos 400 dólares por persona», e incluso «sin cobrarles nada si se trata de un caso humanitario o evacuación de heridos», explica A LA RAZÓN Khaled, un periodista sirio que trabaja para varias plataformas. La única excepción, continúa, son los hombres de entre 17 y 40 años, ya que temen que «podrían unirse a la milicia pro-Asad el Ejército de fidelización», compuesto por combatientes desertores de la oposición armada. Khaled cuenta también que los yihadistas del EI han prohibido a los residentes en Deir Ezzor «viajar fuera de las fronteras del Califato, a menos que tomen cursos de ley islámica y demuestren que son rectos musulmanes».
✕
Accede a tu cuenta para comentar