Estados Unidos
«Devolver la grandeza a América», por Donald Trump
Mi visión sobre la cultura de la vida
Déjeme ser claro: Soy un candidato pro-vida. Apoyo esta premisa con excepciones por casos de violación, incesto o cuando la vida de una madre está en riego. No siempre sostuve esta posición, pero tuve una experiencia personal que me trajo el regalo de la vida y me hizo cambiar de perspectiva. Mi historia está toda documentada, así es que no la volveré a contar en estas páginas. Sin embargo, lo que haré con el espacio restante es expresar mis sentimientos sobre la vida y la cultura de la vida, justo cuando se cumple el 43º aniversario del «Caso Roe contra Wade».
Mi profesión es constructor. Existe todo un proceso detrás de la construcción. Mantengo una relación estrecha con muchas disciplinas, siendo la ingeniería una de las más importantes. Las reglas de los arquitectos son tan estrictas como las reglas de los físicos. Estas reglas han resistido el examen del tiempo y se han convertido en el camino para levantar estructuras, conseguir que aguanten y sean bonitas. América sigue un conjunto de reglas que han funcionado desde su origen. Una de esas reglas es que nosotros, como norteamericanos, admiramos la vida, y lo hemos hecho después de que nuestros fundadores lo hicieran primero. Es el más importante de nuestros derechos inalienables.
Con el tiempo, nuestra cultura de la vida en este país ha empezado a deslizarse hacia una cultura de la muerte. Quizás la evidencia más significativa que apoye esta aserción es que desde que es el «Caso Roe contra Wade» fuese decidido por el Tribunal Supremo hace 43 años, más de 50 millones de americanos no han tenido la posibilidad de disfrutar de las oportunidades que brinda este país. Nunca van a tener la oportunidad de convertirse en doctores, músicos, granjeros, profesores, maridos, padres, hijos e hijas. Nunca van a poder enriquecerse de la cultura de esta nación o de mostrar sus habilidades, vidas, amores o pasiones en el tejido de este país. Ellos no están y se les echa de menos.
La Corte Suprema en 1973 basó su decisión en imaginar derechos y libertades que en la Constitución no están en ninguna parte. Incluso si nosotros tomamos su palabra, en la que el aborto es una cuestión privada, debemos entonces extender el argumento a la lógica conclusión de que son los fondos privados los que deberían financiar esta opción en vez de los 500 millones de dólares anuales que se entregan a las clínicas abortivas desde el Congreso. La financiación pública a los proveedores del aborto es cuanto menos un insulto a la conciencia de la gente, y una afrenta a una buena gobernanza. Si el uso del dinero de los contribuyentes hacia una cultura de la muerte no fuera suficiente, la decisión de 1973 se convirtió en un punto de referencia y demostró el completo desprecio que el tribunal tuvo por el federalismo y la Décima Enmienda. El «Caso Roe contra Wade» dio al Supremo una excusa para desmantelar las decisiones de las legislaciones estatales y del voto de la gente. Es un patrón que el tribunal ha repetido una y otra vez desde esa decisión. El «Caso Roe contra Wade» se convirtió en otra evidencia de desconexión entre la sociedad y su gobierno. Estamos en el medio de un ciclo de elecciones presidenciales y el voto se abrirá mañana. Los ciudadanos de esta nación tendrán la oportunidad de votar a los candidatos que están alineados con sus visiones del mundo. Tengo la esperanza de que ellos elijan al constructor, al hombre que tiene la habilidad de imaginar la grandeza de esta nación. El próximo presidente debe seguir los principios que han funcionado bien y que han permitido a los americanos abrazar la vida. La cultura de la vida es clave para no dormirse y dejarse llevar por la conveniencia o la corrección política. Si logramos preservar nuestra cultura de la vida, conseguiremos devolver la grandeza a América.
Donald J. Trump es candidato a la presidencia de Estados Unidos
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