Argentina

Dieciséis horas bajo la lluvia a las puertas de la Cámara

La votación evidenció la fractura social entre partidarios y detractores de la legalización

Un policía arrastra a uno de los manifestantes que protestaron contra la decisión de los senadores / Reuters
Un policía arrastra a uno de los manifestantes que protestaron contra la decisión de los senadores / Reuterslarazon

La votación evidenció la fractura social entre partidarios y detractores de la legalización.

Argentina vivió el debate con pasión, sobre todo en las calles, donde más de un millón de personas fueron separadas entre verdes (a favor de la despenalización) y celestes (en contra) por un amplio operativo de seguridad. Ocho calles y 36 manzanas fueron reservadas desde la madrugada del miércoles para el debate. «Venimos a apoyar el derecho del niño por nacer, las horas que sean necesarias», contaba Carolina mientras mantenía en alto, junto a su padre, un estandarte celeste con la inscripción: «Defendamos las dos vidas». El Parlamento y la Plaza de los Dos Congresos, ubicada enfrente, estuvo rodeada de vallas antidisturbios de dos metros para evitar posibles incidentes entre ambas facciones. Igualmente, se incrementaron los controles de seguridad dentro y fuera del edificio. Fueron 60 los oradores que mantuvieron en vilo a la sociedad: los ciudadanos los siguieron por medio de pantallas gigantes. Ambos bandos soportaban el frío y la constante lluvia. «No nos importa el clima, nos importa que las ‘‘pibas’’ (chicas) no mueran», comentaba Micaela. Tenía la cara cubierta con el pañuelo verde de la ONG Campaña Nacional por el Derecho al Aborto legal, Seguro y Gratuito.

Del lado celeste, familias con niños, grupos eclesiásticos acompañados en su mayoría por representantes de alguna iglesia, se mantenían firmes en su petición de «no legalizar el asesinato». Rondas de rezos a la Virgen demandaban a gritos su protección y el castigo de quienes querían abortar. Sin embargo, del otro lado del charco, todo esto era aplacado por la ola verde de mujeres que mantenían el calor con bailes, cantos y saltos. La música y comparsa recordaba: «¡Abajo el patriarcado que va a caer! ¡Arriba el feminismo que va a vencer! ¡Que sea Ley! ¡Que sea Ley!». En el momento de la verdad y con 16 horas encima, más de un millón de personas seguían agolpadas unas contra otras cerca de las pantallas para dar vivas, silbar, abuchear o incluso insultar a los senadores. Los ánimos estaban caldeados y quizá era lo único con que sobreponerse a los siete grados de temperatura mezclados con vientos y lluvias.

Cerca de las 2:40 anunciaron la votación, el rechazo del IVE se impuso por 38 a 31. La vigilia-fiesta feminista se apagó. La decepción y frustración se apoderó de las mujeres que defendían la despenalización. Minutos después, la bronca salió a relucir. Transformaron los cánticos: «¡Iglesia! ¡Basura! ¡Vos sos la dictadura!». La desmovilización fue pacífica, pero entre 40 y 50 manifestantes intentaron prender fuego a los vallados. Piedras, palos y botellas volaron contra las posiciones de la Policía. En medio de las carreras, gases lacrimógenos y camiones de agua detuvieron a ocho de ellos, siete hombres y una mujer.