Guerra en Ucrania
Donetsk, la ciudad fantasma
Las tropas de Kiev se acercan a la capital separatista y sus habitantes huyen por temor a los misiles n «Tenemos que salir de aquí ya», exclama una mujer del este
El sonido de los misiles suena cada vez más cerca. Una explosión, dos, y el cielo se ilumina con las bengalas que los prorrusos y el Ejército ucraniano lanzan para abrirse camino en la oscura noche de Donetsk. A tan sólo 20 kilómetros de los combates, en la estación, familias enteras esperan a que llegue su tren. El destino no importa. Sólo quieren salir de allí. De repente suenan disparos de Kalashnikov, los pasajeros no hablan, buscan una mirada, un gesto que los tranquilice. Tienen miedo a quedarse atrapados en la ciudad que los vio nacer y de la que tienen que huir por culpa de la guerra. «El tren partirá con seis horas de retraso», suena en la megafonía. Siete horas de espera mientras los bombardeos no cesan. «¿El motivo?», pregunta la muchedumbre nerviosa. «La guerra, siempre la guerra». Los andenes se llenan de maletas, el tiempo pasa, nadie quiere perder el tren. Puede que sea el último.
No es la primera vez que la estación es testigo de los combates. Hace una semana, cuatro civiles fallecieron por el fuego cruzado. Los misiles también llegaron allí. Con los militares ucranianos a las puertas de Donetsk y los rebeldes esperando ayuda militar, el temor a que la batalla llegue al centro de la ciudad es cada vez mayor.
Entre los pasajeros que esperan a coger el tren Donetsk-Kiev hay familias, jóvenes, niños y abuelos que necesitan salir de allí. En el este de Ucrania, 230.000 personas han abandonado sus casas y ya unos 100.000 desplazados, según la agencia de refugiados de la ONU. Los pueblos y ciudades están desiertos, los comercios cerrados y muchas fábricas tomadas por los rebeldes, que las utilizan como bases de operaciones o campos de entrenamiento. Desde Human Rights Watch se ha denunciado que los dos bandos están empleando lanzaderas Grad en zonas pobladas. «Cuando utilizas ese tipo de armas en zonas habitadas, habrá civiles heridos y muertos», explica Oleg Solvang, un investigador de la ONG.
«El tren partirá en 10 minutos». Se escuchan los aplausos en el andén número 1. Corriendo suben al tren. «Cuanto antes salgamos de aquí, mejor», le dice una madre a su hijo, que carga con las bolsas de ropa. Se vuelven a escuchar las últimas detonaciones cerca, pero el tren ya va a partir. Diecinueve vagones llenos de ucranianos. «La gente del Parlamento de Kiev no entiende lo que pasa en el este, queremos ser de Ucrania pero con nuestra identidad, y ellos no lo entienden. Nos llaman separatistas y pueblo armado», explica Vladimir, de 80 años, sentado en el vagó ocho. Los ojos azules de Vladimir muestran la fuerza y la frialdad con la que mucha población aún permanece en la ciudad. Nos explica que muchos piensan que si un misil cae en sus casas es porque tenía que pasar, creen en las casualidades y se aferran a ello para aguantar en sus ciudades. Vladimir viaja tres semanas a la capital. Luego volverá a su casa. «Vivir con la maleta a cuestas no es vivir, es sobrevivir», sentencia mientras nos estrecha la mano con fuerza.
Cerca de ese vagón, una familia entera con un niño de apenas tres semanas intenta pasar las horas. Petro, como se llama el pequeño, nació en medio de la guerra. Esperaban que la situación se calmara, pero después del siniestro del avión de Malaysia Airlines decidieron salir corriendo. No tienen planes de futuro. En Kiev les esperan familiares, pero a partir de ahí tendrán que empezar de cero. «Me marcho porque están bombardeando y tengo un hijo recién nacido». No hace falta más explicaciones. Su cara refleja el cansancio después de aguantar dos meses de combates. Ha dejado su ciudad natal acompañada de su marido, pero no quería hacerlo. En Donetsk se queda su familia, no han podido coger este tren porque tienen que trabajar o simplemente no se lo pueden permitir. «Pensé primero en ir a Crimea, pero como ahora es rusa, mi marido necesita un visado y no tenemos tiempo de papeleos, así que vamos a Kiev». Confiesa estar teniendo muchos problemas para alquilar un apartamento en la capital porque «nos ven como separatistas». «Tengo amigas que se han ido a Crimea o a Rusia y allí les dan trabajo y casa, en Kiev no». «Hemos llegado», avisa el revisor. El trayecto Donetsk-Kiev, que suele durar unas 12 horas, terminó alargándose a 16. El motivo, el mismo, «la guerra».
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