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Dormir entre cadáveres en las cárceles de Asad

Supervivientes relatan las torturas de los soldados del régimen

Vista aérea de la prisión de Saydaya
Vista aérea de la prisión de Saydayalarazon

En las cárceles sirias mueren una media de 300 personas al mes. Supervivientes relatan las torturas de los soldados del régimen

En las cárceles sirias mueren una media de 300 personas al mes. Teniendo en cuenta que estamos hablando de datos desde mediados de 2011, la cifra asciende a un total de 17.723 fallecidos bajo custodia policial. Estos son algunos de los datos abrumadores que desveló ayer Amnistía Internacional (AI) en un informe.

Una de las cárceles más temidas es la prisión militar de Saydnaya, a las afueras de Alepo. Según la ONG, en muchos casos los detenidos pasaban meses, o incluso años, en los centros de las diversas agencias de Inteligencia. Algunos acababan siendo sometidos a indignantes juicios injustos ante tribunales militares, que a menudo no duraban más que unos minutos, antes de ser trasladados a la prisión militar de Saydnaya, donde las condiciones son especialmente duras. La tortura y otros malos tratos parecen ser parte de un afán implacable por degradar, castigar y humillar a los presos, denuncia Amnistía en su último informe.

La organización recoge las experiencias vividas por 65 reos que han sobrevivido a las infames torturas del régimen sirio. El testimonio de Salam, un abogado de Alepo, es uno de más desgarradores. Durante los dos años que estuvo de recluso, primero en aquellas oscuras mazmorras subterráneas y después en una estrecha celda en la superficie de la prisión de Saydnaya, Salam recibió todo tipo de vejaciones. «Cuando me llevaron dentro de la prisión, pude oler la tortura. Es un olor especial a humedad, sangre y sudor. Es el olor de la tortura», describió el letrado.

Salam recuerda, sobre todo, el caso de un entrenador de Kung Fu a quien los guardias habían matado a golpes al descubrir que había estado entrenando a otros presos en su celda. «Mataron en seguida a golpes al entrenador y a otros cinco y luego continuaron con los otros 14. Murieron todos en menos de una semana. Vi la sangre salir de la celda», rememora. Otro detenido, «Ziad» (nombre ficticio), dijo que un día dejó de funcionar la ventilación en la Sección 235 de los servicios de Inteligencia Militar de Damasco y murieron siete personas por asfixia: «Empezaron a darnos patadas para ver quién estaba vivo y quién no. Dijeron a otro superviviente y a mí que nos levantáramos. Me di cuenta de que había dormido junto a siete cadáveres. En el pasillo había unos 25 más».

La mayoría de los supervivientes contaron a AI que los abusos comenzaban en el instante mismo de la detención y continuaban durante su traslado a un centro penitenciario, sin ni siquiera haber puesto aún el pie en él. A la llegada al centro comenzaba la verdadera pesadilla. Los recién llegados pasaban por el rito de la «fiesta de bienvenida», en la que les propinaban brutales palizas, a menudo con barras de silicona o metal o con cables eléctricos. «Nos trataban como a animales. Querían que la gente fuera lo más inhumana posible. Vi la sangre, era como un río. Nunca imaginé que la humanidad pudiera caer tan bajo, no tenían ningún problema en matarnos allí mismo», confesó Samer, abogado detenido cerca de Hama. Las «fiestas de bienvenida» iban a menudo seguidas de «chequeos de seguridad», en los que especialmente las mujeres eran sometidas a violaciones por parte de los guardias, indica AI.