Elecciones en Francia

Dos gallos de pelea para suceder a Hollande

Macron, titular de Economía francés, y el primer ministro Valls chocan en público por sus ambiciones ante las presidenciales de 2017

El ministro de Economía francés, Emmanuel Macron, durante un evento en París
El ministro de Economía francés, Emmanuel Macron, durante un evento en Paríslarazon

Macron, titular de Economía francés, y el primer ministro Valls chocan en público por sus ambiciones ante las presidenciales de 2017

La tensión entre Manuel Valls y Emmanuel Macron es evidente. El primer ministro francés ya no sabe ocultar que no soporta la desenvoltura de su titular de Economía, la atención que François Hollande le presta y el hecho de que le discuta la herencia del presidente de la República, al que Valls aspira a suceder en caso de que no pueda presentarse a su propia reelección para las elecciones del próximo año.

El lunes por la noche, en la Mutualité, un edificio cargado de simbolismo para la izquierda, Macron –que antes trabajó en un banco de inversiones– convocó el primer mitin de su movimiento En Marcha, que ha nacido hace sólo unas semanas. A pesar de ello, el ministro logró reunir a 3.000 personas, entre las que se encontraban varios diputados socialistas y el veterano alcalde de Lyon, Gérard Collomb. «A este movimiento ya nadie lo detendrá», afirmó Macron a un auditorio que sólo esperaba oírle anunciar su candidatura para las presidenciales de 2017. Pero se quedaron con las ganas.

Macron habló de «la victoria» que llegará en 2017 y les citó a una nueva operación «puerta a puerta», como las que ya han realizado estos últimos meses, a la vuelta del verano. Pero se guardó mucho de decir que se presentará a las presidenciales, limitándose a defender la idea de que es necesario ampliar el horizonte político, unir a «la derecha y la izquierda» francesas.

El todavía patrón de Bercy presentó su movimiento como un conjunto de «gente que quiere cambiar el país», cansados de «promesas no cumplidas» y conscientes de que «no somos siempre bien vistos por los partidos». Aseguró que su movimiento molesta porque «se opone al orden establecido» e «inquieta al sistema y sus incoherencias».

La respuesta del primer ministro no se hizo esperar. Ayer convocó a diputados y senadores socialistas, ante los que dijo que «no se puede denunciar un pretendido sistema y ceder a las sirenas del populismo», y remató el golpe añadiendo que existe una circunstancia agravante, y es que Macron es «el producto más meritorio de la élite de la República». Según Christophe Caresche, presente en la reunión, «la tensión no se puede negar». Valls no es el único al que le gustaría que llegara la dimisión de Macron, quien, a juicio del primer ministro, «dificulta el trabajo del Gobierno» y la cohesión en el interior del Ejecutivo, esencial cuando falta menos de un año para las elecciones presidenciales.

Pero con quien está verdaderamente molesto Valls es con Hollande y su hermético silencio. Horas antes del mitin de Macron, cuando le preguntaron a Valls qué le parecía, afirmó ante las cámaras de la cadena informativa BFMTV: «Ha llegado la hora de poner fin a todo esto». Una frase que sonó como un látigo, y podría estar dirigida a su ministro de Economía, para que dimita de su cargo y deje de una vez el Gobierno, o bien al presidente de la República, para que se decida por fin a destituir a su antiguo consejero, al que ha dejado hasta ahora total libertad de movimientos. Quizás para contrarrestar las ambiciones del propio Valls.

Hoy, Fiesta Nacional, todo el mundo estará pendiente de las palabras del presidente de la República. Nadie sabe qué dirá. Pero no parece que vaya a ofrecer a Valls en bandeja la cabeza de su ministro de Economía. Ayer se limitó a hacer una comparación futbolística pidiendo a sus ministros que jueguen en equipo.