Cumbre del G8
EEUU se topa con el «no» del G-8 a intervenir en Siria
Había más nubles que claros. La amenaza de tormenta no cesó y aunque era impensable que en el lujoso hotel de Lough Erne las humedades crearan goteras, de alguna manera, el frío de fuera se trasladó a los salones.
Había más nubles que claros. La amenaza de tormenta no cesó y aunque era impensable que en el lujoso hotel de Lough Erne las humedades crearan goteras, de alguna manera, el frío de fuera se trasladó a los salones. El ambiente que se respiraba era tan gris como el cielo que se veía a través de las ventanas. Durante el primer día de la cumbre del G-8 en Irlanda del Norte, los mandatarios de los países más industrializados del mundo no mostraron ningún tipo de «feeling». Todos eran conscientes de que la economía quedaba esta vez en segundo plano. Era Siria el tema central y las posiciones de los líderes no podían ser más enfrentadas.
El «premier» británico, David Cameron, que actúa como anfitrión, reconocía por la noche que las diferencias eran evidentes y que el acuerdo se aventuraba complicado. Ni siquiera la reunión bilateral que mantuvieron Barack Obama y Vladimir Putin antes de la cena de familia logró limar asperezas.
Estados Unidos sigue decidido a armar a los rebeldes, aunque ayer recalcó que no había solicitado, de momento, el apoyo de la OTAN a la posible creación de una zona de exclusión aérea. El pasado viernes, el asesor adjunto de Seguridad de la Casa Blanca, Ben Rhodes, ya declaró que no se actuaría como en Libia.
Por parte de Rusia ya se daba por sentado que Putin no daría su brazo a torcer. El apoyo a Asad permanece y las advertencias sobre dar armas a un «grupo de caníbales que se come los órganos de los soldado del régimen» se volvieron a poner sobre la mesa. Además, anunció que no permitirá el establecimiento de una zona de exclusión aérea por considerar que ese paso violaría el Derecho Internacional.
En rueda de prensa, Alexander Lukashevich, portavoz de la Cancillería rusa, subrayó que los preparativos militares que Estados Unidos ha puesto en marcha en Jordania suponen también «una flagrante violación del Derecho Internacional». El diplomático aludía a las noticias sobre el despliegue de misiles interceptores «Patriot» y cazas F-16 facilitados por las tropas norteamericanas.
Lo cierto es que Obama no ha encontrado el apoyo que esperaba en Irlanda del Norte y con la popularidad en los sondeos en sus horas más bajas, volver a casa con un nuevo fracaso podría mermar aún más su liderazgo.
Ni siquiera Cameron, que siempre se había posicionado del lado de los rebeldes, pudo tender la mano al que considera su «socio especial». El «premier» volvió a recalcar ayer que aún no estaba nada decidido con respecto a armar o no a la oposición. Hay que entender que, ante esta cuestión, el líder «tory» tiene las manos atadas. Se comprometió a organizar un debate en la Cámara de los Comunes antes de dar cualquier paso al frente y las encuestas aseguran que de, celebrarse ahora una votación, sería humillado con otra derrota. Tras los enfrentamientos con sus filas por el referéndum sobre la UE y el matrimonio homosexual, el líder conservador no puede permitirse otro varapalo. Aunque las diferencias en el Gabinete quedaron patentes después de que su ministro de Exteriores, William Hague, dijera en Londres que dar soporte militar sería algo «seguro».
En este sentido, el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, aseguró que «la mejor y única» manera de resolver el conflicto es a través de un proceso de negociación. Con Alemania y Francia más calladas que de costumbre, Van Rompuy cogió la batuta y señaló que la UE se muestra «convencida» de que se está «en un punto crítico» de la guerra civil que azota al país, que está causando «decenas de miles de muertos» y «millones de desplazados y refugiados». Por lo tanto, la propuesta de lanzar una conferencia de paz próximamente en Ginebra se perfilan como la «mejor y única posibilidad que tenemos para parar un conflicto que no tiene una solución militar».
El exclusivo hotel de Lough Erne, al borde de un lago en plena campiña, está protegido por una valla de siete kilómetros y un despliegue policial nunca visto en esta provincia británica de conflictivo pasado. Por primera vez, los gritos de los manifestantes ni siquiera se escuchaban dentro del recinto. Es posible que los líderes los hayan echado de menos. Así, al menos, habrían tenido algo en lo que ponerse de acuerdo.
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