Internacional

El «basta ya» contra la corrupción en la República Checa

El malestar de la población contra su primer ministro, Andrej Babis, acusado de fraude en la concesión de ayudas europeas, ha generado las mayores protestas desde la caída del comunismo en 1989

Un joven agita en Praga una bandera checa el 23 de junio en la mayor manifestación desde 1989
Un joven agita en Praga una bandera checa el 23 de junio en la mayor manifestación desde 1989larazon

El malestar de la población contra su primer ministro, Andrej Babis, acusado de fraude en la concesión de ayudas europeas, ha generado las mayores protestas desde la caída del comunismo en 1989.

Con el casco histórico de Praga como telón de fondo, 250.000 ciudadanos checos se manifestaron hace una semana para pedir la renuncia del actual primer ministro, Andrej Babis. Es la mayor concentración desde la caída del comunismo en 1989. Los organizadores de las movilizaciones, el Grupo de un Millón de Momentos para la Democracia, empezó a fraguarse entre estudiantes universitarios y es ahora un movimiento de masas que ha logrado sacar a las calles, no solo de Praga sino de varias ciudades del país, a cientos de miles de personas indignadas con los constantes casos de corrupción vinculados a Babis.

El 28 de abril, la Policía checa recomendaba investigar al primer ministro por fraude. Según las investigaciones, Babis ocultó una de sus propiedades para poder así solicitar un subsidio de la UE dirigido a ayudar a las pequeñas empresas. También están bajo sospecha el conglomerado Agrofert, propiedad del mandatario, por ser parte de una trama relacionada con el recibo de cantidades millonarias no justificadas. Dos días después, el 30 de abril, Babis nombró a su aliada política, Marie Benesova, nueva ministra de Justicia. Quienes siguen saliendo a las calles desde entonces temen que la estrecha amistad entre ambos obstaculice el proceso judicial.

Por su parte, la Comisión Europea elaboró un informe en el que señala un «conflicto de intereses» que vincula a Agrofert. Según las estimaciones, República Checa podría tener que devolver 17,5 millones de euros de los subsidios comunitarios. Hasta ahora, Babis se ha negado a dimitir, rechaza las acusaciones en su contra y asegura que todo forma parte de una campaña de difamación internacional en su contra.

En 1989, la antigua élite comunista dio paso al ascenso de una nueva élite gobernante. Enriquecida después de una etapa de «impasse», se personifica en el actual líder del país. Bautizado como el «Berlusconi italiano», cuando el comunismo abandonó el país, Babis respondió comprando el 80% de los medios de comunicación: la estación de radio más grande, los diarios más influyentes y el sitio web más visitado. Siguiendo la estela del ex primer ministro italiano, Babis convirtió el poder de los medios en el poder político y en un instrumento para llegar al gobierno. Su partido se presentó por primera vez en 2013, cuando consiguió el 19% de los votos y fue el segundo partido más votado, lo que convirtió a Babis en ministro de Economía y Finanzas. El partido del primer ministro, Alianza de Ciudadanos Descontentos (ANO, por sus siglas en checo), es también la palabra checa para «sí». La formación se hizo con la victoria en octubre de 2017 con un 27% de los votos. En julio de 2018 Babis logró formar un Gobierno de coalición con el Partido Socialdemócrata Checo (CSSD). Un Ejecutivo en minoría que se ha mantenido con apoyos puntuales de los comunistas.

Una sociedad polarizada

«La plataforma ha dejado claro que no tiene intención de formar un partido, por lo que el poder de las protestas con esa naturaleza no partidista limita su capacidad de cambio», asegura Martin Vimmr, vicedecano de la Facultad de Relaciones Internacionales de la Universidad Anglo Americana de Praga. La confrontación entre los partidarios de Babis y los que salen a las calles a pedir su dimisión es prácticamente inexistente. Desde las últimas dos elecciones, la sociedad checa ha pasado a dividirse en dos partes opuestas. En los años 70 y 80, las condiciones económicas empezaron a mejorar. El régimen basó su política en marginar a los ciudadanos y apartarlos de toda idea de libertad y activismo político. A cambio, les ofreció mejorar su vida materialmente.

En un país donde conviven dos grupos antagónicos, el primero de ellos es más utilitario y práctico, y se deja ver entre las personas que superan los 50 años. «Yo diría que este grupo se centra en los valores materiales y juzgan la efectividad del Gobierno equiparándola a su nivel de vida e ingresos», apunta Vimmr. El segundo está encarnado en los manifestantes, donde «predominan valores como la justicia, la equidad, la moral y la libertad», asegura.