Terrorismo
El cierre de Guantánamo, la asignatura pendiente de Obama
Ultima el cierre del penal de Guantánamo seis años después de firmar la orden
Esta semana, Josh Earnest, portavoz de la Casa Blanca, sorprendía a los periodistas al asegurar que la Administración Obama está dando los últimos retoques a un proyecto para cerrar la prisión de Guantánamo, una cárcel simbólica por muchas cosas, pero también por su enorme coste económico. Han sido 5.000 millones de dólares (4.200 millones de euros) lo que los estadounidenses se han gastado en los campos de reclusión de la base naval de Guantánamo. Los primeros detenidos llegaron el 7 de enero de 2002 en dos autocares. EE UU los definió como «lo peor de lo peor». Se bajaron en mitad de la noche. A uno le faltaba una pierna, iba con muletas. Al resto les ladraba un perro mientras avanzaban hacia la base. Los albergaron en el Campo «Rayos X», cuyas celdas se asemejan a perreras. Entonces a nadie le pareció mal. Al fin y al cabo, ya las habían utilizado en los años 80 durante la crisis de inmigrantes haitianos. Era donde se retenía a los «sin papeles» que cometían algún delito. Pero las condiciones eran paupérrimas y las presiones de la comunidad internacional obligaron a acondicionar las centros de Guantánamo. Empezó la construcción de una prisión de máxima seguridad a cargo de Halliburton, la empresa del ex vicepresidente Dick Cheney.
Desde entonces el mantenimiento del centro es exorbitado. Sólo el presupuesto de comida halal para los que profesaran el islam asciende a 3,5 millones de dólares al año. Se acondicionó un hospital con quirófano, se compraron aparatos de resonancias magnéticas, sala de emergencias y dos ambulancias. La clínica dispone de 17 camas, dos salas de aislamiento, un servicio de radiología, farmacia, dos sillas de dentista y terapia física. El servicio médico es 24 horas, con la atención de cuatro doctores, dos dentistas, 14 enfermeras y 60 soldados. Al año, se dispensan 140.000 medicinas y una media de 300 consultas. También hay servicio de neurología, radiología, urología y dermatología. El menú es de entre 4.000 y 5.000 calorías al día con seis variedades que cumplen con el calendario musulmán. Hay una biblioteca con unos 12.000 libros en 13 lenguas. De los alrededor de 600.000 millones de dólares que aprobó el Congreso para el presupuesto de defensa este año, 149 millones son para los campos de detención de la base. Aunque los datos oscilan dependiendo de la fuente, se estima que cada recluso cuesta unos 900.000 euros al año.
Según la Unión de Libertades Civiles Americanas, casi 800 hombres han pasado por Guantánamo desde 2002. En mayo, había 116 reclusos de 22 países. Diez de ellos ha sido sentenciados en las comisiones castrenses, que se celebran en Guantánamo parecidos a los consejos de guerra. Dos esperan su sentencia. De las personas que están aún en los campos, 51 han recibido el visto bueno del Gobierno para que les liberen.
Entre las controversias de los métodos de los campos, se encuentran las prácticas para obtener información de los detenidos. Cuesta más de 140 millones de dólares mantener a los hombres que se encuentran en la base, cuando en una prisión federal el coste sería de poco menos de dos millones. En cambio, cuando el presidente Barack Obama intentó comenzar los procedimientos para echar el cerrojo definitivo, se encontró con el bloqueo del Congreso. Incluso, algunos congresistas de California propusieron la reapertura de la cárcel de Alcatraz para albergar a los detenidos.
Políticos y votantes estadounidenses se han opuesto a la clausura del lugar. Incluso en la ley de presupuestos de defensa hay párrafos en los que se especifica la prohibición de destino de cualquier dólar del contribuyente para facilitar el cierre de los campos de detención. Con la decisión del cierre, sobreviene otra pregunta: ¿Qué hacer con los detenidos? Los estadounidenses se opusieron a albergarlos en su territorio al temer que las cárceles se conviertan en objetivo terrorista. Mientras, la filtraciones de Wikileaks pusieron de manifiesto que los políticos europeos, que tanto habían pedido a Obama el cierre de Guantánamo, ponían pegas a la hora de albergar a detenidos en sus propios países. En EE UU, tampoco hubo posibilidad de juzgar a los autores del atentado del 11 de septiembre. El fiscal general de entonces, Eric Holder, hubiese querido juzgarlos en Manhattan, a pocos metros de donde se levantaban las Torres Gemelas. Pero los votantes se echaron encima de los demócratas. No querían que disfrutasen de los derechos que otorga una corte civil. Querían para ellos las comisiones militares de Guantánamo.
Cuando la prisión parecía ya olvidado, resulta que Obama no se olvida de su promesa electoral de cerrarlo. Fue uno de los primeros decretos que firmó como presidente, hace ya más de seis años. Lo que resta es cosa del Pentágono y Washington.
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