Estados Unidos
El ex director del FBI acusa a Trump de «mentir y difamar»
James Comey rehúsa responder si obstruyó a la Justicia, mientras que el presidente niega que le pidiera lealtad y que frenara el «Rusiagate»
James Comey rehúsa responder si obstruyó a la Justicia, mientras que el presidente niega que le pidiera lealtad y que frenara el «Rusiagate».
La comparecencia de James Comey, ex director del FBI, ante el Comité de Inteligencia del Senado, levantó una expectación poco habitual. Lo que se dirimía en el fondo era si Donald Trump será llevado al paredón del «impeachment» (destitución) o se salvará por los pelos. El presidente despidió el pasado mes a Comey acusándole de dejar el FBI sumido en el caos, pero el aludido dio ayer otra versión muy distinta. A su juicio, fue despedido por el presidente por la manera en que estaba gestionando la investigación sobre la supuesta injerencia electoral rusa y por la «presión» de la misma sobre el mandatario. Comey opinó que posiblemente Trump «estaba frustrado porque la investigación de Rusia estaba tomando demasiado tiempo y energía en la esfera pública».
Impertérrito en su declaración introductoria, Comey reconoció que Trump le dijo «que estaba haciendo un buen trabajo», así que no entendió cuando le despidió afirmando que su gestión había sido mala: «Fue una difamación contra mí y, más importante, contra el FBI», indicó. «Eso eran mentiras, llanas y simples», apuntó el ex director del FBI en referencia a la idea de que la agencia era un «caos». Toda una carga de profundidad contra el presidente que insufla nueva vida a una posible acusación de obstrucción, el camino hacia el «impeachment».
El ex jefe del FBI le dijo a Trump que no estaba siendo investigado. En realidad, las pesquisas se realizaban sobre el consejero nacional de Seguridad, el ex general Michael Flynn: «Había una investigación criminal abierta en relación con los contactos rusos y los contactos en sí mismos», recordó Comey respecto al momento en que se produjo el encuentro con Trump el 14 de febrero. El presidente le pidió que dejara a un lado dicha investigación sobre Flynn, algo que Comey se tomó «como una orden», según confesó ayer.
Preguntado sobre la posibilidad de que Trump cometiera un intento de obstruir a la Justicia, lo que constituye una de las razones por las que un presidente puede ser destituido, dijo: «No creo que me corresponda a mí decir si esa conversación que tuve con el presidente fue un esfuerzo de obstruir», sostuvo, afirmando que para él fue algo «muy preocupante». «Ésa es una conclusión en la que estoy seguro que el fiscal especial trabajará con el fin de averiguar la intención y si hubo delito», añadió.
Preguntado por una senadora demócrata por qué no replicó a Trump por su petición, Comey se defendió asegurando que estaba «tan estupefacto» por lo que allí se estaba diciendo y por recordarlo que no dijo nada. No obstante, ayer confió en que haya grabaciones sobre dicha conversación –«ojalá las haya», dijo– como dio a entender Trump en uno de sus mensajes en Twitter, para demostrarlo.
Comey explicó que empezó a tomar notas con sus encuentros con el presidente después de su primera reunión,ya que pensó que Trump podía mentir sobre su contenido. La alarma se encendió, según recordó, cuando el republicano empezó a discutir investigaciones que no estaban cerradas. «Eso nunca pasó ni con el presidente Bush ni con el presidente Obama», apuntó Comey. El ex director del FBI, conocedor de que la Administración Trump contraatacará, admitió que «espero que haya cintas de las reuniones», y reconoció que filtró a la prensa sus conversaciones con Trump a través de un amigo.
Una vez terminada esta declaración, empieza una batalla entre los demócratas y republicanos, en la que los primeros intentarán demostrar que hubo obstrucción a la justicia por parte del presidente, la única vía para un posible «impeachment». Será difícil demostrarlo. Los demócratas sólo pueden agarrarse a que Trump le indicó a Comey que «espero que se archive el caso de Flynn». Esa frase se puede interpretar de muchas maneras. Y a un buen abogado –y Trump tiene los mejores– no le costará defender que fue una muestra de buena voluntad. Sobre todo porque ayer también James Comey reconoció que nunca se le pidió de forma directa que frenase la investigación rusa. Por su parte, los republicanos restaron importancia a las denuncias de presiones de Trump contra Comey al asegurar que el mandatario es «nuevo» en el cargo.
El protagonista cumplió ayer su papel. Cuando los senadores republicanos le preguntaron si consideraba que el presidente de EE UU incurrió en obstrucción, Comey apuntó que responder a eso ya es asunto del fiscal especial del caso, Robert Mueller.
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