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El «Gran Torino», el primer equipo que no pudo envejecer

El avión que transportaba al Grande Torino en una imagen publicada en un periódico de la época
El avión que transportaba al Grande Torino en una imagen publicada en un periódico de la épocalarazon

Mayo de 1949. En el cielo de Turín, a primera hora de la tarde, reina el mal tiempo. El equipo del Torino, el más potente de Italia en la segunda mitad de los años ’40; está volviendo de un partido amistoso celebrado el día anterior en Lisboa (Portugal) con el Benfica; organizado para ayudar al capitán portugués, Francisco Ferreira, que atravesaba una difícil situación económica. Aquel Torino, no era un conjunto cualquiera, había ganado 5 Ligas italianas consecutivas – igualando así el logro de su eterno rival, el Juventus, alcanzado en los años ’30 –, y era la columna vertebral de la Selección Italiana de Fútbol. Aquel equipo piamontés terminaría pasando a la Historia por ser uno de los mejores equipos europeos del Siglo XX. Sin embargo, aquel partido que acabó en 3-2 para los locales, será el último del “Grande Torino”.

Son las 17:03 horas, y el avión Fiat G212 de la compañía ALI (Avio Linee Italiane), está a punto de aterrizar en el aeropuerto de la capital turinesa, tras haber realizado una escala en Barcelona a mediodía. El mal tiempo impide al piloto trabajar en condiciones de seguridad y el altímetro parece estar averiado. El aviador creía que el aparato se encontraba a mucha más altura. Sin embargo, se terminaría estrellando en una colina del este de Turín, pegada a la Basílica de Superga. A partir de ese momento, este suceso se conocerá para siempre como la “tragedia de Superga”.

El shok será indescriptible: Arnaldo Agnisetta, Valerio Bacigalupo, Aldo Ballarin, Dino Ballarin, Cesare Biancardi, Andrea Bonaiuti, Émile Bongiorni, Renato Casalbore, Eusebio Castigliano, Luigi Cavallero, Ippolito Civalleri, Osvaldo Cortina, Celeste D’Inca, Rubens Fadini, Egri Erbstein, Guglielmo Gabetto, Ruggero Grava, Giuseppe Grezar, Leslie Lievesley, Ezio Loik, Virgilio Maroso, Danilo Martelli, Valentino Mazzola, Romeo Menti, Pierluigi Meroni, Piero Operto, Franco Ossola, Antonio Pangrazi, Mario Rigamonti, Julius Schubert, Renato Tosatti. Esta lista de 31 víctimas será la que protagonizará aquel fatídico mayo de 1949.

La Gazzetta dello Sport titulaba así al día siguiente: “Tremendo desastre para el deporte italiano y para el periodismo deportivo”. En el subtítulo, añadió: “Han fallecido todos los jugadores, los dirigentes y tres periodistas”. El dolor nacional e internacional se pudo comprobar en las calles. Cuentan las crónicas que casi un millón de personas se personaron, en Turín, para asistir al funeral. Miles de personas se concentraron también en Lisboa, frente a la Embajada Italiana, en señal de pésame ante una bandera transalpina a media asta. El jugador Francisco Ferreira, al cual le habían dedicado la recaudación del partido amistoso, no podía contener las lágrimas.

“Era el mejor equipo de todos los tiempos, el mejor de la Historia del Calcio”, dijo hace unos meses Sandro Mazzola, el hijo de Valentino Mazzola, quien entonces era capitán del Grande Torino. “Era muy pequeño en el momento en el que tuvo lugar el accidente. Cuando empecé a jugar, tenía siempre en mente la triste imagen de mi padre y del Grande Torino. Un amigo de mi padre, con el tiempo, insistirá y me ayudará para que continuara a jugar a fútbol”. Sandro Mazzola con el tiempo pasará a ser, en los años ’60 y ’70, otra de las grandes leyendas del Calcio italiano, con la camiseta del Inter y de la azzurra.

Casi siete décadas después de la tragedia de Superga, el fútbol italiano e internacional no olvida uno de los equipos más emblemáticos de la Historia del Calcio. No acaso, en 2015, la FIFA estableció que el 4 de mayo, la fecha del accidente, sería el “Día Mundial del Fútbol”, en honor al Grande Torino. Años tras año, en mayo, los apasionados del deporte rey vuelven a colina situada tras la Basílica de Superga para recordar una tragedia que conmovió al mundo. Una tragedia que marcará una Italia deportiva de posguerra, que había perdido a una “squadra” de leyenda. La primera que nunca pudo envejecer.