México

El PRI mexicano, ¿un gigante herido de muerte?

La corrupción, la desigualdad y la violencia sitúan al viejo partido hegemónico de México en tercera posición en las elecciones del domingo. El presidente Peña Nieto se convierte en uno de los más rechazados de la historia reciente

El presidente de México, Enrique Peña Nieto, en una imagen de archivo / Efe
El presidente de México, Enrique Peña Nieto, en una imagen de archivo / Efelarazon

El PRI mexicano se derrumba en los sondeos de las elecciones presidenciales tras el controvertido Gobierno de Peña Nieto.

El Partido Revolucionario Institucional (PRI) vive sus horas más bajas desde su fundación en 1929. Durante setenta años dirigió las riendas de México sin apenas oposición bajo un régimen que Mario Vargas Llosa calificó como “la dictadura perfecta”. Aquel viejo partido está a punto de perder la presidencia y con ello gran parte de su maquinaria y poder local. Las encuestas para las elecciones concurrentes (presidenciales, locales, regionales y a las dos cámaras) del domingo le sitúan como tercera fuerza pero, sobre todo, son el reflejo de un partido que hoy despierta una profunda irritación y hartazgo entre millones de votantes. Los mexicanos han perdido la confianza en su presidente Enrique Peña Nieto y el 80% desaprueba su gestión. La crisis es tan grande que muchos se preguntan incluso si el PRI puede llegar a desaparecer con un pírrico resultado el 1 de julio.

Peña Nieto llegó al poder en 2012 después de dos sexenios de gobierno del partido conservador, el PAN, que había dejado al país sumido en la guerra contra el narco. El nuevo presidente era un joven tecnócrata sin carisma que llegaba para oxigenar la imagen de un partido y adaptarlo a la era de la política mediática. En el primer año, logró aprobar el Pacto por México, un ambicioso e inédito plan reformista que cambió los sectores energético, financiero, laboral, telecomunicaciones, fiscal y educativo. Privatizó parcialmente la joya de la corona, Pemex, la petrolera estatal nacionalizada por Lázaro Cárdenas en 1938. “Si hubiera gobernado un solo año, Peña Nieto sería positivo porque aprobó reformas importantes para dinamizar la economía mexicana y reducir algunos privilegios de los sindicatos y las empresas”, explica a LA RAZÓN Bruno Binetti, analista del “think tank” Inter American Dialogue. “Pero hace mucho que su Gobierno perdió el rumbo y la capacidad de iniciativa”, añade.

El punto de inflexión llegó con la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, en el estado de Guerrero, en septiembre de 2014. Aquel macabro episodio cambió para siempre México y hoy figura tristemente en los libros de texto. Medio mundo puso entonces sus ojos en la realidad violenta del país y reveló la incompetencia de las autoridades en la resolución del caso, paradigma de la corrupción y la impunidad reinantes.

Poco tiempo después estalló otro gran escándalo que afectó directamente a la credibilidad del propio presidente. Su mujer, la popular actriz Angélica Rivera Hurtado, había comprado una casa por siete millones de dólares en una exclusiva zona residencial a un empresario que era contratista del Gobierno, cercano a Peña Nieto desde hacía muchos años. La adquisición finalmente se canceló y el mandatario tuvo que pedir perdón. Mientras tanto, la desigualdad social siguió en aumento y la corrupción en las gobernaturas controladas por el PRI se extendió en una metástasis incontrolable. Diez de los 19 gobernadores que le acompañaron en su toma de posesión fueron investigados por hechos ilícitos. Ocho fueron detenidos y dos están prófugos. A algunos de ellos su amigo Peña Nieto les describió como “el nuevo rostro” de la política en México.

Antonio Solá, estratega político y creador en 2006 de la campaña “López Obrador, un peligro para México”, considera a Peña Nieto como el peor presidente de las últimas décadas “Ha sido nefasto en la aplicación de las reformas que acometió al principio. Después cayó en las garras de la corrupción, del despropósito y de la desorganización de su propio partido”. Desde 2014 la indignación ciudadana creció hasta crear un estado de ánimo antisistema que ha servido en bandeja una posible victoria del candidato izquierdista y populista Andrés Manuel López Obrador. “Peña Nieto es percibido hoy como un presidente acartonado y poco auténtico”, afirma Binetti.

La realidad es que el otrora todopoderoso PRI no gobierna en la mitad de los estados que tenía en el año 2000 (ahora lo hace en 12 de los 32 estados que hay en todo el país). Y de las nueva gubernaturas que disputa este domingo sólo va a ganar una, según los sondeos. Su poder local puede verse muy mermado, pero es difícil imaginar que pueda ser barrido del mapa. “Si consigue un 20% que le dan las encuestas, no tendría que desaparecer”, explica Alejandro Díaz, catedrático del Tecnológico de Monterrey.

Diversas voces dentro del partido han planteado refundar el PRI ante la pésima imagen que se tiene de él. Roy Campos, director de Consulta Mitofsky, una de las principales encuestadoras del país, cree que podría desaparecer “pero no tanto por su resultado en las elecciones sino porque puede vaciarse poco a poco durante el Gobierno de un presidente que ideológicamente se parece mucho al PRI”.

Ese presidente podría ser López Obrador, el candidato de Morena, a quien todas las encuestas dan como ganador con más de 20 puntos de ventaja. AMLO, como le llaman los mexicanos, fue militante del PRI hasta finales de los ochenta y en su campaña ha prometido acabar con los corruptos, reducir la desigualdad y restaurar el orden imperial que reinó en México en los años dorados del PRI. Pase lo que pase este domingo, Solá augura larga vida al histórico partido: “En 2006 perdió con un 17% de votos, parecido a lo que puede sacar en estas elecciones. No desapareció entonces sino que se reinventó y volvió a ganar. El PRI es un partido de Estado y en los próximos veinte o treinta años seguirá teniendo un papel importante, aunque sea con otro nombre distinto”.