Guerra en Ucrania
El primer golpe: el rublo se desploma y cae la bolsa
La crisis provoca la caída de los parqués y amenaza la recuperación europea
MOSCÚ- Con la seguridad de ciudadanos rusos como coartada oficial en el Senado, la defensa de intereses militares como principal motivación y una posible anexión en el horizonte, el presidente ruso Vladimir Putin ha emprendido con la intervención militar en Crimea quizá la aventura más arriesgada de su carrera política. El supuesto ultimátum a las fuerzas ucranianas en la península, posteriormente desmentido, elevó ayer durante horas la tensión diplomática internacional a cotas desconocidas desde tiempos de la Guerra Fría. Ante la incertidumbre pre-bélica en Ucrania, todas las Bolsas europeas sufrieron ayer importantes caídas, siendo el parquet moscovita (índice MICEX) el que se llevó la peor parte, con un desplome superior al 10%, el peor en seis años. Además, la cotización del rublo, que lleva semanas en caída libre, registró mínimos históricos, lo que obligó a la intervención del Banco Nacional. Pero, más allá de caídas coyunturales generalizadas, ¿cómo podrían afectar a Rusia las sanciones con que han amenazado los países occidentales?
«No tememos posibles sanciones económicas. Por una parte, las relaciones comerciales con EE UU son escasas. Y en el caso de la Unión Europea, ellos dependen de nosotros igual o más que nosotros de ellos», comentó ayer Andrei Klimov, senador y vicepresidente del Comité de Asuntos Exteriores, en declaraciones al diario «Kommersant». Y es que Rusia juega con la baza de ser el mayor productor del mundo de energía, un bien de primera necesidad. Putin, que se dejó ver ayer en San Petersburgo rodeado de altos mandos militares, continúa haciendo oídos sordos a las amenazas verbales de Occidente, aplicando una política de hechos consumados muy del gusto de la sociedad rusa. Y es que en esta empresa, el Gobierno de Moscú cuenta con el apoyo de una parte significativa de su población. Rusia es una nación orgullosa y la opinión pública siente que con Putin el país vuelve a jugar un papel protagonista en la escena internacional. Más allá del potente control del Kremlin sobre los medios, con la televisión repitiendo el mensaje de que «los fascistas han tomado el poder en Kiev», para el ciudadano ruso de a pie Ucrania es parte de la familia, algo así como el hijo rebelde que estaba sacando los pies del tiesto y ahora hay que meter en vereda. Además, Crimea se percibe como territorio propio, un regalo excesivo a Ucrania en tiempos de Jruschov.
Acorralada por la Unión Europa y EEUU, que anunciaron un boicot de la cumbre de G-8 a programada para junio en Sochi, Rusia blandió ayer como contrapeso un supuesto apoyo chino a su causa, un poderoso aliado, no sólo económico, sino también diplomático, para evitar verse arrinconado en el Consejo General de Naciones Unidas. «Existe una amplia coincidencia de puntos de vista», presumió ayer el ministro ruso de Exteriores, Sergei Lavrov, tras una conferencia telefónica con su homólogo chino. Pero tanto el apoyo diplomático chino como el de la población rusa se verían mermados en un escenario de derramamiento de sangre por parte del Ejército. Mientras Putin dirige desde bambalinas pero evita desde hace semanas dar la cara con declaraciones públicas sobre Ucrania, Lavrov se ha convertido en el rostro del Gobierno ruso en la crisis. Hoy se reunirá en Ginebra con el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, mientras que ayer insistió en la posición oficial del Kremlin, a saber, que la intervención en Crimea es «legal y legítima» y tiene el objetivo de «proteger los derechos de la minoría rusa del Gobierno radical y antidemocrático de Kiev».
Además, Lavrov acusó a Washington de usar «retórica de la Guerra Fría» y de «buscar el castigo a Rusia, en vez de condenar a los golpistas», en referencia al nuevo Gobierno de Kiev. Por otra parte, Rusia, a través de su primer ministro Dimitri Medvedev, anunció ayer el proyecto de construcción de un puente sobre el estrecho de Kerch para unir la península de Crimea con territorio ruso. El puente tendrá una longitud de 4,5 kilómetros y costará unos 3.000 millones de dólares. Un proyecto, al parecer, que tras una década en el cajón fue firmado en diciembre pasado con el anterior Gobierno ucraniano, dirigido por Yanukovich, pero cuyo anuncio de ejecución ayer bien podría entenderse como un nuevo paso de Rusia hacia la anexión de Crimea.
El gigante ruso se resiente
Gazprom
La compañía energética
fue una de las que más sufrió en el desplome de la bolsa. Pese a su caída, la compañía, que suple más de un 25% del gas que necesita Europa, sacó ayer pechó y aseguró que los Veintiocho son más dependientes de los recursos energéticos rusos que viceversa.
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