Estados Unidos
El último fracaso de Obama
El presidente lamenta que no ha podido imponer el control de armas que defiende
El presidente Barack Obama siempre ha intentado ser precavido a la hora de abordar el asunto racial en Estados Unidos. La sangría que provocó Dylann Roof, de 21 años, en Charleston (Carolina del Sur) al matar a nueve negros en una iglesia histórica, ha hecho ser conscientes a muchos estadounidenses de que en ciertos estados la bandera confederada –la que representa al sur esclavista– es más respetada que la estadounidense. Además, aún se mantienen los nombres de las calles en honor de generales confederados que lucharon para mantener el sistema esclavista. Todo a pesar de que en el año 2008 el primer hombre negro llegó a la Casa Blanca.
Lo ocurrido en la ciudad de Charleston, en Carolina del Sur, está ligado de forma directa al fácil acceso a las armas en Estados Unidos. En la práctica, cualquiera que tenga algo de dinero en el bolsillo puede comprar una pistola. Obama lleva grabado en el corazón lo fácil que es hacerse con un arma desde diciembre de 2012, cuando tuvo lugar la matanza de la escuela de primaria de Newtown (Connecticut). Un joven asesinó a tiros a 26 personas, entre ellas 20 niños. Entonces, intentó endurecer la legislación para obstaculizar el derecho a portar armas, contemplado en la segunda enmienda de la Constitución de EE UU. Fue precisamente en este caso cuando a Obama se le escaparon las lágrimas al comparecer tras la matanza de estos menores que no tenían más de ocho años. Sin embargo, el hombre más poderoso de la tierra no pudo cambiar la ley. Obama ha afirmado tras la matanza de Charleston que se niega a aceptar que los tiroteos son «la nueva rutina» en Estados Unidos, al tiempo que ha admitido que el Congreso no va a responder ante esta situación debido a la poderosa influencia de la Asociación Nacional del Rifle. Fueron precisamente los senadores demócratas de la zona oeste del país los que bloquearon los intentos de endurecer las leyes sobre las armas debido a que se acercaban las elecciones al Congreso. Entonces, sus asientos podían peligrar al existir una gran cultura de armas en los estados del oeste americano que representaban en Washington. Ahora, con las elecciones en 2016, una ley de consenso con un presidente más persistente podría recibir la luz verde en el Congreso. «No me resigno. Tengo fe en que en algún momento se hará lo correcto». Fueron los primeros comentarios del presidente después del tiroteo en la iglesia de Carolina del Sur en una declaración oficial ante los periodistas en la que no hubo preguntas. Obama sabe que hay más muertes por armas en Estados Unidos que en cualquier otro país. Comparado con naciones como Reino Unido, Francia o Japón, la explicación es sencilla: tienen menos armas.
El presidente demócrata ha pedido que comience un debate serio entre ambas partes. «Sin demonizar a los propietarios de armas, pero sin sugerir que se va a quitar las armas a todo el mundo», pidió Obama, que vio cómo su impulso legislador no llevó a nada precisamente porque se hizo una campaña con falsas amenazas mientras su equipo fracasó en transmitir el mensaje a los estadounidenses. Tenían demasiado miedo a la Asociación del Rifle, cuyo «lobby» es uno de los más poderosos de Washington. En cambio, los grupos antiviolencia han sido capaces de recaudar más dinero en Estados Unidos. En 2013, consiguieron 21.300 millones de dólares. Mientras, los grupos a favor de las armas, sólo 16.300. «Necesitamos un cambio de actitud», reconoció el presidente desde San Francisco el viernes. Entre los defensores de las armas, se argumenta que Estados Unidos está indefenso ante el flujo de inmigración ilegal. Es cierto que EE UU es uno de los países con fronteras más extensas en el mundo. En cambio, este argumento no encaja con el hecho de que sea tan sencillo hacerse con una pistola en cualquier lugar. Asimismo, según el Centro Política de Violencia, sólo hubo 258 homicidios justificables en 2014. Este dato contrasta con los 8.342 homicidios criminales que tuvieron lugar con un arma. A este debate se sumó ayer la aspirante demócrata a la Casa Blanca, Hillary Clinton, quien pidió reformas urgentes de las leyes que regulan la tenencia de armas y abordar abiertamente el racismo. «Sé que podemos hacer reformas de sentido común sobre las armas, que las mantengan fuera del alcance de los criminales y de los violentos inestables, con respeto a los dueños de armas responsables», afirmó Clinton ante alcaldes de todo el país reunidos en una conferencia en San Francisco.
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