Roma
El veneno de la política italiana
Silvio Berlusconi tiene secuestrado al Gobierno italiano y está dispuesto a seguir haciéndolo aunque esté cumpliendo condena, ya sea en su casa, por medio del arresto domiciliario, o prestando servicios sociales a la comunidad. «Il Cavaliere» debe decidir antes del 15 de octubre cuál de estos caminos elige para cumplir la pena de 4 años de cárcel (reducidos a 9 meses por el efecto de la llamada ley del indulto y por una posterior reducción) que le cayeron con la sentencia del Tribunal Supremo sobre el «caso Mediaset», en el que fue considerado culpable de evasión fiscal.
Aunque en un primer momento parecía que el magnate estaba decidido a elegir el arresto domiciliario, sus últimos movimientos parecen ahora indicar lo contrario. La señal más clara en ese sentido es la decisión de transferir su residencia a Roma, concretamente a Palacio Grazioli, su lujosa casa en la capital. Su abogado, Franco Coppi, apuntó recientemente que «la hipótesis más probable» es que su defendido optara por este camino, aunque recordó que todavía queda tiempo para decidir. Optando por Roma en lugar de por Arcore o Milán, donde también tiene viviendas, el ex primer ministro se garantiza su cercanía al poder en el convulso periodo que ha vuelto a provocar con la decisión de obligar a los ministros de su partido, el Pueblo de la Libertad (PDL), a que abandonen el Gobierno.
«Il Cavaliere» sabe que, de una forma o de otra, le va a tocar permanecer un tiempo con un cierto grado de privación de libertad. En este escenario le resulta mucho más interesante estar en Roma que en cualquier otro lugar para comandar a los suyos y evitar la previsible ruptura del PDL, que se daría si el magnate desapareciera de la escena, dejando un enorme vacío de poder. Aunque esté medio atado de manos por la Justicia y sea ya un anciano (cumple hoy 77 anos),Berlusconi no se cansa de ser el veneno que paraliza la vida política italiana.
Napolitano, contrario a elecciones
Antes de hacerse pública la renuncia de los ministros de Berlusconi, el presidente de la República de Italia, Giorgio Napolitano, se imaginaba ya lo que podía pasar, como muestran sus palabras durante la visita a una prisión: «Necesitamos un Parlamento que discuta y trabaje, y no que se disuelva cada poco tiempo. Necesitamos continuidad, no continuas campanas electorales incapaces de resolver los problemas concretos». Horas después se producía el anuncio de la retirada de los ministros.
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