Revueltas en Turquía
Erdogan parte Turquía en dos
El primer ministro turco reta a los manifestantes y convoca a los suyos a tomar la calle. Advierte de que «la paciencia tiene un límite»
El pulso entre los manifestantes turcos y el primer ministro, el islamista moderado Recep Tayyip Erdogan, ha continuado durante todo el fin de semana, en el que ambos han querido demostrar su fuerza y determinación.
Los manifestantes aprovecharon el tiempo libre de estos dos días festivos para bajar a las calles de forma masiva y llenarlas a todas horas. Desde el viernes por la noche, el centro de Estambul ha sido literalmente tomado por decenas de miles de personas, más allá de la plaza Taksim y el parque Gezi, que ya no son suficientes para contener la cantidad de gente y su euforia.
De la misma forma, parece que la paciencia de Erdogan también está a punto de estallar, o así lo dijo el primer ministro ayer por la tarde, ante miles de seguidores en Ankara: «Hemos sido pacientes, seremos pacientes, pero la paciencia tiene un límite», advirtió. El islamista sigue manteniendo su tono desafiante y firme de cara a los manifestantes, a los que ayer se dirigió en distintas ocasiones a lo largo del día, en el que visitó varias ciudades golpeadas por las protestas. En Adana –donde murió un agente de policía-, el jefe del Ejecutivo dijo que va a darle una «lección» a los manifestantes «a través de las urnas», que ya le han concedido la victoria en tres ocasiones desde el año 2002. Lo mismo reiteró posteriormente a su llegada al aeropuerto de la capital, Ankara, donde declaró: «Vamos a esperar y a enfrentarnos en las urnas». El líder turco también arremetió contra los bancos, a los que acusó de ser uno de los impulsores de la oleada de protestas, y animó a sus seguidores a «darles una lección» y a optar por la banca estatal.
Erdogan sigue aferrándose al hecho de que el 50% de los turcos le respaldaron en las elecciones de hace dos años, pero su actitud amenaza con alejar aún más del Gobierno a aquellos que no votaron por él, o que ahora ya no lo harían, y que quieren ser tenidos en cuenta por el Ejecutivo.
Después de una reunión de urgencia este fin de semana, su Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, en sus siglas en turco) descartó convocar elecciones anticipadas para satisfacer de alguna forma a los manifestantes, que ya exigen la dimisión del propio Erdogan. El AKP anunció, por otra parte, dos grandes manifestaciones el próximo fin de semana en Estambul y Ankara para demostrar que el Gobierno también puede tomar la calle, pero corre así el riesgo de polarizar a la sociedad turca.
El gobernador de Estambul, Huseyin Avni Mutlu, se salió ayer de la línea oficial y, a través de la red social Twitter, elogió a los manifestantes, asegurando que no puede dormir pensando en esos jóvenes que están acampados en el parque Gezi. El alcalde de la ciudad, Kadir Topbas, ya prometió hace unos días que no se levantará un centro comercial sobre el parque, sino un centro cultural.
El cine Emek, un símbolo en peligro especulación
Para la plataforma «Emek Bizim» (Emek es nuestro), la de ayer no fue la primera manifestación: el cine Emek cerró en 2010 y desde entonces ha luchado para que el histórico teatro no sea demolido y convertido en un centro comercial, al igual que el parque Gezi, la chispa que hizo estallar las protestas. «Quieren quitarnos los espacios públicos y separarnos de nuestras raíces y cultura», explica Fulya, una joven universitaria, a las puertas del cine en la calle Istiqlal, a pocos metros de la plaza Taksim. Emek fue uno de los primerísimos cines de la ciudad y allí se celebró el Festival de Cine de Estambul desde los 80 hasta que el Gobierno decidió restaurar el edificio. «Aunque lo reconstruya, no será el Emek original, sino una sala de cine comercial cualquiera», lamenta Fulya.
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