Cuba

Fidel Castro, el jubilado que nunca dejó el poder

El dictador celebra su 90 cumpleaños sin soltar las riendas de un país que demanda una mayor apertura y cambios sociales

Fidel Castro, durante un acto celebrado en La Habana en 2006
Fidel Castro, durante un acto celebrado en La Habana en 2006larazon

El dictador celebra su 90 cumpleaños sin soltar las riendas de un país que demanda una mayor apertura y cambios sociales

Fidel Castro cumple hoy 90 años en un país que implementa una modesta apertura a la iniciativa privada, políticas de descentralización y el acercamiento a su histórico archienemigo, Estados Unidos. Y aunque muchos aspectos económicos y sociales no han cambiado en absoluto, la Cuba de hoy es bastante diferente a la que él lideró por 47 años. Hasta ahora, las autoridades no tienen previsto realizar ningún acto oficial de homenaje, sin embargo, se esperan decenas de actividades en honor a esta fecha, como presentaciones de libros y galas de ballet que fueron anunciadas con expresas dedicatorias para el dictador, a la par de eventos como la inauguración de viviendas.

La última aparición pública de Fidel Castro fue en abril, para la clausura del VII Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC). Encanecido, encorvado, pero lúcido, el líder exhortó a sus compatriotas a continuar con las ideas que llevaron a la fundación del PCC y fueron el eje de su lucha de décadas por un modelo socialista. «Pronto deberé cumplir 90 años, nunca se me habría ocurrido tal idea y nunca fue fruto de un esfuerzo, fue capricho del azar», dijo Castro, sin su uniforme verde olivo de antaño. «A todos nos llegará nuestro turno». El hombre, que según él mismo ha burlado «más de 600 complots homicidas» orquestados por una CIA obsesionada con borrarle del mapa, sigue siendo un líder indiscutible en el país caribeño y quien, desde la sombra y pese a sus problemas de salud, sigue moviendo los hilos de la política y economía cubana.

Los críticos ven a Fidel Castro como el símbolo del empobrecimiento del país, de sus infraestructuras y de la productividad del trabajo, así como del escaso consumo en la isla y del ascenso de las políticas de izquierda en el continente. En la actualidad, sin las ayudas de la antigua Unión Soviética y con su principal aliado, Venezuela, en sus horas más bajas, al régimen cubano no le ha quedado otra opción que realizar ciertas concesiones para sobrevivir. Sin embargo, tras una década del comandante en el retiro, esas aperturas sólo se han traducido en lo económico y no en lo político.

El menor de los Castro –quien en 2018 dejará la presidencia, gracias a que él mismo impuso un límite de dos mandatos consecutivos–, ha realizado una serie de transformaciones que hoy permiten que los cubanos puedan viajar con menos trabas, elegir entre muchos restaurantes privados, conectarse –pagando– a internet inalámbrico en puntos públicos, vender y comprar casas y choches. «En diez años se podían haber ejecutado muchos otros cambios estructurales. Los resultados han quedado muy por debajo de las expectativas», afirma Pavel Vidal, economista cubano que trabaja en la Universidad Javeriana de Colombia.

Este experto cita, por ejemplo, el frustrado proyecto para eliminar la doble moneda implantado hace 12 años (que genera inflación) y la modesta apertura a la inversión extranjera. «No siempre la gradualidad y los cambios parciales son la mejor forma de enfrentar los problemas», comenta. Otros cuestionan a Castro por las mismas razones que a Fidel: el burocratismo y el sistema de partido único que castiga a la disidencia.

Además, Raúl Castro ha tejido una política exterior más pragmática y abierta que le ha acercado, entre otros, a la Unión Europea, bloque con el que Cuba rubricó el pasado marzo su primer acuerdo de diálogo político y cooperación. Aunque, sin duda, el cambio más radical en la Cuba «raulista» ha sido el deshielo diplomático con la némesis de la revolución, el Estados Unidos «capitalista e imperialista», después de más de cinco décadas de hostil relación.

El 17 de diciembre de 2014, los presidentes Raúl Castro y Barack Obama anunciaron que Cuba y Estados Unidos restablecían relaciones, un giro diplomático que sorprendió tanto a la comunidad internacional como a los propios cubanos, que acogieron la noticia con optimismo y alegría, aunque con cierta cautela.

Desde esa fecha, el pueblo cubano, que anhela el levantamiento definitivo del embargo que asfixia la economía, ha vivido acontecimientos impensables cuando Fidel dejó el poder: la bandera de las barras y estrellas ondea en una embajada de Estados Unidos y un mandatario de ese país viajó por primera vez en 88 años a la isla el pasado marzo, algo insólito en la Cuba revolucionaria.

En el último año, miles de estadounidenses han visitado Cuba, que en 2015 batió el récord de 3,5 millones de turistas, un «boom» que está nutriendo la economía de vitales ingresos en divisas, pero que también evidencia la endeble infraestructura del país. Todavía quedan algunos desafíos antes de que efectivamente pueda levantarse el bloqueo. Que el régimen modifique su sistema electoral o que acepte un debate abierto sobre derechos humanos son algunas de las condiciones que el «Imperio» ha incluido en las negociaciones. Una hoja de ruta que, en cualquier caso, estará supeditada a los cambios de gobierno en Washington y a una última votación en el Congreso norteamericano.

Un habano de 90 metros para el «líder»

Los cubanos llevan meses organizando festejos para el revolucionario Fidel. Un cubano optó por emprender un viaje en bicicleta para recorrer los casi 800 kilómetros que separan La Habana del pueblo natal de Castro, Birán, mientras que otro, el tabaquero José Castelar Cairo, «Cueto», ha elaborado el habano más largo del mundo: 90 metros. De hecho, los responsables de tal hazaña se pasaron unos centímetros y se vieron obligados a cortarlo para que el tamaño honrara la edad de Fidel.