Elecciones

Fiesta de la democracia en Argentina pese al escandaloso retraso de los resultados

La Razón
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Argentina vivió el domingo una jornada electoral ejemplar, antesala de una histórica segunda vuelta, que no pudo empañar ni siquiera la escandalosa demora de seis horas en la difusión de resultados que arrojaban un golpe letal al oficialismo en distritos clave. La oposición había alertado del riesgo de fraude y había llamado a los electores a abrir los ojos en una jornada trascendental, pero no se esperaba que el escándalo viniera precisamente de la mano de las propias autoridades electorales.

Ha sido la elección más ajustada, y la más vigilada, de la democracia argentina, una jornada ejemplar, presumían las autoridades electorales poco después del cierre de las urnas. Sin embargo, retuvieron durante seis horas los resultados provisionales. Los definitivos se demorarán aún diez días más.

Los sondeos a pie de urna arrojaron una ventaja para el oficialista Daniel Scioli y abrieron la puerta al balotaje (segunda vuelta), pero apenas 20 minutos después del cierre de los colegios, la opositora Alianza Cambiemos, que lidera Mauricio Macri, adelantaba con seguridad una segunda vuelta.

Seis horas después, Cambiemos exigía la divulgación de los resultados cuando ya analistas locales hablaban de "vergüenza"y "escándalo".

Solo entonces, el Gobierno liberó los datos y se justificó: "No hay demora, hay espera de datos consistente", en palabras del director nacional electoral, Alejandro Tullio, que en vísperas de la convocatoria se llenó la boca pidiendo transparencia.

Pasada la medianoche, cuando se conocieron los primeros resultados, se habían contabilizado ya en realidad el 67 % de las mesas y, para sorpresa de todos, incluidas las encuestadoras, Macri se adelantaba por varios puntos a Daniel Scioli.

Avanzada la noche, las cifras se igualaron, pero el zarpazo sufrido por el Frente para la Victoria en distritos clave, como en la provincia de Buenos Aires, la norteña Jujuy y Córdoba, será difícil de superar.

La difusión de los datos oficiales convirtió el búnker electoral del oficialismo, en el Luna Park de Buenos Aires, en un gigantesco velatorio teñido de naranja, el color de las agrupaciones sciolistas.

Aunque el candidato se había presentado ante miles de militantes horas antes con el semblante serio, vestido con un sobrio traje azul y corbata para convocar a los indecisos a la victoria "definitivamente", reconociendo de forma implícita una segunda vuelta que no mencionó durante su intervención, pocos se imaginaban el grado del desastre para el Frente para la Victoria.

Scioli, que prometió aparecer de nuevo ante sus fieles durante la noche, se fue sin despedirse, y la alegría de sus simpatizantes se transformó en caras largas, lágrimas y desolación a medida que se confirmaban los resultados.

En su noche más triste, Scioli afrontó solo el golpe. La presidenta argentina, Cristina Fernández, que viajó al sur para votar, regresó a Buenos Aires a última hora de la tarde y se mantuvo en la Casa Rosada, a apenas unas manzanas del búnker de su candidato. Ni siquiera se acercó a saludarle.

Peor lo pasó el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, derrotado en la provincia de Buenos Aires -el mayor distrito electoral del país- que abandonó su cuartel electoral sin hacer comentario alguno y por la puerta de atrás.

Lágrimas también, pero de alegría, en el búnker de Cambiemos, donde los militantes celebraron por anticipado con las cifras que adelantaba el equipo de Macri.

Entre globos de colores y a ritmo de cumbia, los macristas se lanzaron a bailar y a brincar al grito de "Hay que saltar, para Mauricio el balotaje"frente a una pantalla gigante en la que se leía "Hay Balotaje".

"Quiero darte todo lo que falte", empezó a sonar en el cuartel conservador antes de la aparición de Macri, recibido con una ovación: "Se siente, Mauricio presidente".

Macri no defraudó a sus seguidores y, aunque había adelantado que no lo haría, terminó bailando sobre el escenario en medio de una lluvia de globos blancos y celestes -los colores de la bandera argentina- para celebrar su paso a la segunda vuelta.

Los primeros datos oficiales, que le daban una ventaja que luego se rebajó, desataron otra ola de euforia entre los macristas reunidos en el búnker y en barrios porteños tradicionalmente conservadores, donde los simpatizantes del todavía alcalde de Buenos Aires salieron a celebrar y batir palmas en los balcones.

El búnker de Sergio Massa, el peronista disidente de Una Nueva Alternativa (UnA) el más solitario y triste durante buena parte de la noche, se calentó cuando el candidato apareció, también con un impecable traje, para asegurar que, pese a su tercera posición -que le deja fuera de la segunda vuelta-, seguirá en la pelea política.

Banderas argentinas, tambores, trompetas y un clima familiar recibieron a Massa en su cuartel electoral, en el municipio bonaerense de Tigre, donde poco antes los militantes trataban de animarse con temas de Rod Stewart.

En menos de un mes, el 22 de noviembre, los tambores y las trompetas volverán a sonar. Pero esa noche, los argentinos tendrán nuevo presidente.