Unión Europea
Gibraltar, ¿más cerca de la descolonización?
Tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos y la Unión Soviética se propusieron terminar con las colonias. Se dieron de frente con la posición de Reino Unido, metrópoli de un imperio gigantesco. En estos días, con motivo del Brexit, todos hemos podido apreciar cómo se las gastan los ingleses a la hora de negociar sus intereses o sus veleidades. La postura de las dos superpotencias era la de exigir que se les otorgara la independencia. Reino Unido casi consiguió salirse con la suya. No lo consiguió del todo, pero sí obtuvo dos concesiones importantes. Que no se descolonizara sin tener en cuenta la voluntad de los pueblos colonizados. Es decir que se les permitiera autodeterminarse y elegir si optaban por la independencia o por pasar a formar parte integrante, directa o indirectamente, de la metrópoli. Su gran victoria, no obstante, consistió en que correspondía a la potencia colonial conformar la lista de territorios que consideraba como colonias. Estos territorios pasaban a ser supervisados por el Comité de los 24 de Naciones Unidas. Este comité se encargaría de velar por que se pusiera limpiamente fin a la situación colonial. Gibraltar, que desde 1830 se denominaba oficialmente «colonia de la Corona», fue aceptado como tal por el referido Comité. Sin embargo, no se acaba de entender por qué Reino Unido sometió Gibraltar a Naciones Unidas. Entendía que Gibraltar no podía ser independiente, pues de no estar Reino Unido interesado en conservar Gibraltar, habría, según el Tratado de Utrecht, de retrotraerlo a España. Mas tampoco podría pasar a formar parte de Reino Unido, que ya había quedado constitucionalmente definido. ¿Por qué pues someter Gibraltar a un proceso de descolonización imposible?
Para responder a esta pregunta hay que entender los íntimos y complejos vericuetos del carácter inglés, para el que una cosa puede ser y no ser al mismo tiempo. Algo parecido a lo que le ocurre al gato cuántico de Schrödinger, que puede estar vivo y muerto a la vez. La cuestión en realidad no es el «to be or not to be» hamletiano. Lo importante es el proceso por el que se pasa de una cosa a la otra. Por eso dicen los ingleses que los problemas «are not solved but they are dissolved». No se resuelven. Se disuelven, en el tiempo.
En mis cuarenta años de diplomático, no puedo afirmar que haya observado algún intento medianamente serio de un Gobierno del PSOE destinado a recuperar Gibraltar. El historial de otros Gobiernos no es mucho mejor. Al contrario. Piénsese, sin ir más lejos, en la apertura unilateral de la Verja, en 1982, que ha transformado a la economía en ruina de la colonia en la tercera economía del mundo en términos de PIB proporcional. Bien es verdad que ha mejorado la suerte de su granero de votos del que forma parte el Campo de Gibraltar, aunque sea a base de vivir de las migajas que caen del plato del vecino Epulón británico.
Quien vea en esto un avance de nuestra política gibraltareña se equivoca. Claude Moraes, el presidente de la comisión del Parlamento Europeo que evitó en un principio la aparición del término colonia en el texto que se estaba negociando, ha reconocido que su fracaso final no se ha debido a intervención gubernamental alguna. Los responsables han sido «políticos y periodistas». Las palabras significan, como dijo el inglés Lewis Carroll, lo que yo quiero que signifiquen. Ya se las arreglarán los británicos para que a la mona vestida de seda al gusto hispano mona se quede, pero mona británica, como los macacos que pueblan el Peñón.
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