Francia

Hollande reclama «resultados» a sus ministros

Hollande, junto al primer ministro, Jean-Marc Ayrault, en el Elíseo, ayer
Hollande, junto al primer ministro, Jean-Marc Ayrault, en el Elíseo, ayerlarazon

Ni celebraciones ni triunfalismos. El magro balance de François Hollande no da para grandes fastos transcurrido un año de su entronización elísea. Y el estado de la opinión pública, decepcionada y escéptica respecto a la capacidad del dirigente socialista para remontar la empinada cuesta, da buena cuenta de un clima más propicio al examen de conciencia. Por eso, en este primer aniversario, Hollande se limitó a reunir a sus huestes gubernamentales en un seminario ministerial, en un ambiente «concentrado y estudioso», según los participantes, y que sirvió para hacer inventario de la acción del Gobierno en estos últimos doce meses y constatar la dificultad de materializar sus sesenta promesas electorales en una realidad más hostil que la que el socialista podía imaginar en su época de candidato.

No obstante, Hollande calificó de «consistente» lo acometido hasta el momento, pero «considerable», teniendo en cuenta que «un año es corto» y que «cuatro años tampoco es un largo tiempo», explicó. Según un comunicado del Elíseo, Hollande ha pedido a su equipo que se marque como reto que 2013 sea «el año de los resultados». Pero contrariamente a lo que le reclaman desde la oposición conservadora y le exigen desde la izquierda de su formación, Hollande, que inauguró ayer el «acto II» de su mandato, no contempla un cambio de rumbo, sino una aceleración, para que los dos tiempos que el mandatario se había marcado a su llegada al poder, el de la «recuperación», en dos años, y la posterior «superación», empiecen ya a fundirse. El presidente entiende el pesimismo y la impaciencia de sus compatriotas, y para conjurar la caída de su popularidad, instó ayer a su Gobierno a permanecer «en la ofensiva» y a centrar sus esfuerzos en el desempleo, la vivienda, la escuela, el crecimiento económico, el control del gasto público y el nivel de presión fiscal. Sin embargo, la promesa de Hollande de invertir antes de que finalice el año la curva del paro, que suma veintitrés meses ininterrumpidos de subida, no sólo se antoja difícilmente realizable en un contexto de crecimiento nulo, sino que se topa con el escepticismo de ciudadanos, analistas y organismos internacionales. Por esa razón, la batalla por el empleo será una de las tres grandes prioridades de 2013, según la hoja de ruta que el presidente fijó para el próximo semestre, reiterando que frenar el ascenso del paro «sigue estando a nuestro alcance».

Los otros dos ejes de su política se articularán en torno a la «juventud» y la «preparación del futuro», que pasará por la presentación, a cargo del primer ministro, de un plan de inversiones para la década que viene en el campo digital, la transición energética, la salud, las grandes infraestructuras y las nuevas tecnologías. La financiación podría provenir de una serie de privatizaciones aún por concretar, según anunció este domingo en una entrevista el jefe del Ejecutivo, Jean-Marc Ayrault. Hollande, que no es ajeno a la severidad con que le juzgan los franceses, aprovechó para llamar al orden a algunos elementos díscolos de su Gabinete, a los que pidió que no se desvíen de los objetivos y prioridades fijados, para que la acción del Gobierno pueda ser «legible» y «coherente».

SUSPENSO DE LA OPINIÓN PÚBLICA

Los últimos sondeos revelan algo que en Francia no es ningún secreto: François Hollande suspende clamorosamente el examen de la opinión pública tras llevar tan sólo un año en el Elíseo. Uno de cada tres franceses se confiesa decepcionado por la actuación del líder socialista, y algo más de la mitad de quienes le votaron hace un año piensa lo mismo. Tampoco la ultraderecha, con Marinne Le Pen a la cabeza, ni el dirigente de la izquierda radical, Jean-Luc Mélenchon, salen mejor parados, porque más del 60% de los franceses les ven como «sectarios».