Política

Estado Islámico

Irak se desliza hacia el caos político tras el cese de Al Maliki

El presidente aparta del poder al primer ministro, incapaz de sacar al país de la crisis. El actual «premier», acusado de sectario y abandonado por los suyos, se niega a dejar el cargo

Fotografía de archivo del 1 de julio de 2014, de Haider al Abadi, vicepresidente del Parlamento iraquí, durante la firma de un documento en una sesión del Parlamento en Bagdad, Irak
Fotografía de archivo del 1 de julio de 2014, de Haider al Abadi, vicepresidente del Parlamento iraquí, durante la firma de un documento en una sesión del Parlamento en Bagdad, Iraklarazon

Beirut- Irak se dirige por un peligroso camino que podría desembocar en una guerra civil sin retorno. Además de la crisis humanitaria que vive el país por la invasión del norte a manos del grupo terrorista Estado Islámico y su persecución de las minorías, ayer se agudizó aún más la crisis política después de que el recién elegido presidente, el kurdo Fuad Masum, encargara al dirigente chií de la coalición de partidos Estado de Derecho, Haidar al Abadi, formar nuevo Gobierno. Al primer ministro en funciones, el chií Nuri al Maliki, se le ha criticado su incapacidad de formar un gobierno de coalición que incluya a kurdos y suníes para hacer frente a la agresión del Estado Islámico y para enderezar el rumbo de un país sumido en la violencia y la corrupción política.

Tras el anuncio de la constitución del nuevo Ejecutivo, Al Maliki acusó al presidente de violación de la Constitución al haber agotado a sabiendas el plazo legal que tiene para pedir al líder del mayor bloque parlamentario la formación de un ejecutivo. Precisamente, la decisión de Masum se debió al «impasse» político que reina en Bagdad y que amenaza la seguridad de todo el país. La negativa de Al Maliki a dejar el puesto ha llevado una grave crisis política en un momento en el que los yihadistas invasores amenazan con hacerse con todo el país. Por ese motivo, Masum delegó en Al Abadi, un reputado doctor en Ingeniería, que representa, dijo, «la seguridad de Irak» para que «los asuntos vuelvan a su cauce normal».

Pero, lamentablemente, la decisión de Masum no servirá para calmar al país, sino que puede conducir a una mayor inestabilidad. Al Maliki no tardó en devolver el guante y, apoyado legalmente por un fallo judicial, dictado horas después de que se anunciara la formación del nuevo Ejecutivo, amenazó públicamente con querellarse contra el jefe de Estado por violar, supuestamente, la Constitución. Al Maliki prometió «arreglar el error» que supone la designación de Al Abadi como su sucesor en el cargo.

El Tribunal Federal iraquí decidió considerar a la coalición Estado de Derecho como el mayor bloque parlamentario, lo que legitima el tercer mandato de Al Maliki. No obstante, la alianza liderada por el primer ministro ganó por mayoría simple en las pasadas elecciones legislativas de abril, por lo que sus oponentes (que suman más que los aliados) no iban a permitir que Al Maliki gobernara de nuevo, ya que lo acusan de ser el origen de todos los males que acaecen en Irak.

Entre los líderes chiíes de la coalición que rechazan la idea de que Al Maliki forme un nuevo gobierno figura el clérigo Muqtada al Sadr, que instó en julio a Estado de Derecho a presentar un candidato alternativo. El bloque Al Muaten (Ciudadano), liderado por el clérigo chií Amar al Hakim, así como gran parte de los partidos suníes y kurdos también se oponen a un tercer mandato.

Pero Al Maliki ha mostrado que no tiene intenciones de dejar el poder y, aunque políticamente no cuenta con demasiados apoyos entre los partidos chiíes, en la calle las Fuerzas de Seguridad y algunas milicias chiíes están dispuestas a defenderle. En una demostración de fuerza, tras finalizar su discurso Al Maliki, unidades del Ejército y la Policía se desplegaron formando un gran dispositivo de seguridad en torno a los lugares estratégicos de Bagdad.

«Al Maliki está luchando por la esperanza del pueblo», dijo a LA RAZÓN Hassan al Saadi, uno de los líderes de la Organización Bader, una de las milicias chiíes más numerosas que está luchando contra los yihadistas. «Los chiíes que critican al primer ministro lo hacen por intereses personales», aseguró el guerrillero. «La calle iraquí defenderá a Al Maliki, porque ganó de forma legal», advirtió el comandante chií.

El primer ministro ha perdido también los apoyos del gran ayatolá Ali Sistani, de Teherán, así como de la Administración Obama. Washington le dio ayer claramente la espalda a su aliado iraquí, después de que el presidente Barack Obama, celebrara la «prometedora» designación de Al Abadi como nuevo primer ministro, le urgió a formar Gobierno cuanto antes e instó a todos los actores políticos del país a contribuir a una «transición política». «La única solución duradera consiste en que los iraquíes se unan y formen un Gobierno incluyente, que represente los intereses legítimos de todos los iraquíes y pueda unificar la lucha contra EI. Y hoy Irak dio un prometedor paso adelante en ese esfuerzo crucial (...) con la designación de Haidar al Abadi», aseguró Obama. También la UE, la ONU y distintos líderes occidentales se apresuraron a aplaudir el nombramiento, con la confianza de que Al Abadi pueda estabilizar el país. Pero Bagdad es consciente de que en cualquier momento puede estallar la lucha sectaria. Cada una de las facciones políticas tiene su ala militar. ¿Qué garantías podría dar la formación de un gobierno de unidad nacional para calmar a un país profundamente polarizado? No hay ninguna posibilidad de que Bagdad pudiera permitir a las provincias de mayoría suní desarrollar unas Fuerzas de Seguridad fuertes. Hay tanta desconfianza entre rivales políticos y religiosos que no cabe la idea de que la comunidad chií lo permita.