Italia
Italia se fractura
El auge del populismo en Europa LA RAZÓN visita el barrio de Tor Bella Monaca, uno de los más pobres de Roma, genuino escaparate de la nueva radicalización de la sociedad
El auge del populismo en Europa LA RAZÓN visita el barrio de Tor Bella Monaca, uno de los más pobres de Roma, genuino escaparate de la nueva radicalización de la sociedad.
Resulta extraño ver a tanta gente cargada con bolsas por estas calles. Una mujer bien vestida lleva un par de ellas vacías, de esas de plástico duro, resistente. De repente dobla una esquina y desaparece. Al otro lado, sólo se ve una hilera de contenedores, con la basura a rebosar, y sólo a través del hueco que se abre entre ellos aparece la señora recogiendo lo que puede.
«No sólo es que esté lleno de ratones, ayer incluso me encontré una serpiente justo ahí delante», sostiene Franco, un vecino de 60 años que ha salido a sacar al perro. Los desechos están al lado de un pinar que ya ha tenido que ser quemado en varias ocasiones para desinfectarlo. Puede que alguien haya escuchado el nombre del barrio, Tor Bella Monaca, porque hace dos veranos circuló por internet un vídeo en el que varios chavales jugaban, divertidos, a contar las ratas que pasaban. Fueron 25 en menos de cinco minutos, un récord.
En ese momento el Movimiento 5 Estrellas (M5E) acababa de lograr su mayor éxito político hasta la fecha, la alcaldía de la capital, de la mano de Virginia Raggi. Una de sus primeras apariciones públicas fue en Tor Bella Monaca, donde prometió a sus habitantes devolver la dignidad al barrio. Sin embargo, «el servicio de recogida de basuras sigue sin pasar, todo está abandonado», asegura Giuseppe Nastasi. En las elecciones municipales había votado al M5E, pero en las últimas generales se decantó por la Liga. En esos comicios, entre ambos partidos consiguieron aquí más del 50% de los votos.
«Espero que juntos puedan cumplir el cambio que prometen», asegura. A sus 57 años, los 292 euros que recibe por una pensión de invalidez es el único dinero que entra en su casa. «Nos pueden volver a decepcionar, pero peor que estamos es imposible», lamenta. Giuseppe no sólo no se considera de derechas, sino que en su juventud votaba al Partido Comunista. A partir de los años sesenta, las altas torres que todavía resisten comenzaron a poblarse de los obreros de provincias que venían a trabajar a la capital. El fenómeno es mucho más pronunciado en Milán, pero Roma también tiene sus pequeños feudos de reconversión ideológica.
Las diferencias entre norte y sur han roto en dos mitades Italia desde que se completó su largo proceso de unificación a mediados del siglo XIX. La renta per cápita de su región más rica, Trentino Alto Adige (41.000 euros), casi triplica a las más pobres, Sicilia y Calabria (16.000). Pero «ahora estamos ante un nuevo paradigma a nivel europeo, los integrados contra los excluidos, y es aquí donde triunfan los populismos», asegura Vincenzo Emanuele, investigador de la Universidad Luiss.
Lo explica de forma más prosaica Rosina Zingone, de 63 años, que antes de entrar en el euro ganaba el equivalente a 1.000 euros, mientras ahora tiene que conformarse con 525 como trabajadora social. También ella viene cargada con bolsas, en este caso del supermercado del barrio. «¿Sabe que si se lava bien la piel de las patatas se puede comer?», aconseja. Eso y «lo que haya en oferta» componen su menú.
«Vivo con dos de mis hijos, al pequeño lo tuvimos que sacar de la droga», prosigue. Ya en la crónica local y sin vídeos virales, Tor Bella Monaca fue de nuevo noticia cuando los trabajadores del ayuntamiento vinieron a borrar unos murales de dos capos de la mafia dedicados al trapicheo. Con el cierre de las fábricas en los ochenta se disparó el desempleo, la droga, y los nuevos inmigrantes ya no venían del sur de Italia sino del norte de África.
En el barrio no falta el «yo no soy racista, pero...». «Ellos no pagan impuestos y a nosotros nos fríen con burocracia», completa la frase Raffaele Teodori, empresario de 66 años. Él sí se considera un hombre de derechas –«y admirador de Berlusconi, un gran empresario»–, pero ahora confía en Salvini para aplicar «mano dura en este país». «El presidente Napolitano era un dictador que sacó del Gobierno a Berlusconi, mientras que Mattarella es un pobre inepto que al final se ha dado cuenta de que tenía que aceptar lo que quería la gente».
El mensaje crítico con las rigideces europeas y la inmigración que han explotado la Liga y el M5E ha calado en estos estratos de la población, pero no sólo en las periferias están sus votantes. Angella Pellegrini, abogada penalista de 47 años, se excusa porque llega tarde a su oficina del acomodado barrio romano de Prati. «Nos hace falta un cambio, tanto interno como a nivel europeo, por lo que confío mucho en lo que pueda hacer el Movimiento 5 Estrellas», dice de pasada. En las últimas elecciones esta formación obtuvo casi el 40% de los votos entre todas las franjas de edad menores a 54 años.
Es esta zona, sin embargo, una de las pocas de Roma en las que se impuso en las últimas elecciones el Partido Democrático (PD). Las barriadas nobles convertidas en el último bastión de la socialdemocracia. Aquí espera el autobús Giuseppe Melis, un jubilado que piensa que «toda una panda de ignorantes se ha dejado engañar por quienes prometen que van a cambiar todo sin dinero»; o Renato Grigiani, un «votante tradicional de centroderecha» de 56 años que cree que «el M5E está amenazando el futuro de todos los niños» al haber colocado en las calles anuncios de la próxima fiesta del orgullo gay.
Según los datos del último Eurobarómetro, sólo el 39% de los italianos tiene una idea positiva de la Unión Europea, aunque menos de la mitad son partidarios de salir del euro o la UE. El vicedirector del Instituto de Estudios de Política Internacional y del Observatorio Europa, Franco Bruni, considera que el M5E y la Liga «pueden aumentar las críticas hacia Bruselas, pero se equivocarán si tratan de convertir su Gobierno en un referéndum sobre la pertenencia a la UE porque no existe una mayoría que lo desee».
«Europeísta por encima de cualquier cosa», se define Giuseppe Siciliano, que el pasado viernes acudió a una manifestación organizada por el PD para apoyar a las instituciones y el proyecto europeo. La movilización había sido convocada tras el choque entre Mattarella y los nuevos socios de Gobierno, pero había perdido sentido tras la reconciliación posterior. Algo confusas, cientos de personas acudieron igualmente a la llamada. Lucían las banderas azules en tono macronista, con la diferencia de que aquí Siciliano, de 74 años, debía representar la media de edad. Muchos vivieron la Italia de la fundación de la UE y sólo ellos se atreven ahora a defender sus colores.
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