Economía
La austeridad de la «Dama de Hierro» está en entredicho
Lula es partidario de revertir los recortes de su sucesora, en contra de los inversores
Las reverberaciones inmediatas del nombramiento de Lula se sentirán sobre todo en la economía. El ex sindicalista, defensor férreo de una política intervencionista para estimular la economía, impulsará sin duda un giro en la forma en que Brasil se enfrenta a su peor recesión desde la crisis de 1929. La presidenta Dilma Rousseff ha promovido hasta ahora una tímida política de recorte de gastos para equilibrar las cuentas públicas, en un marco de acelerada erosión de la credibilidad internacional por el déficit. En los últimos seis meses, Brasil ha perdido el grado de inversión en las tres principales agencias de calificación: Moody’s, Standard & Poor’s (S&P) y Fitch. Las tres consideran ahora el bono brasileño como inversión especulativa.
Lula ha criticado públicamente esa estrategia de su sucesora y defiende ignorar a las agencias de calificación y expandir el crédito, rebajar los tipos de interés, impulsar inversiones estatales en infraestructura e incluso usar parcialmente las reservas de divisas para estimular la economía. Una receta heterodoxa para frenar una nueva caída del Producto Interior Bruto (PIB) –que se contrajo un 3,8 por ciento el año pasado y se espera que se reduzca otro 3,5 por ciento este año- con vistas a frenar el crecimiento del desempleo, que se sitúa en cotas cercanas al 8,5 por ciento–.
Una política económica expansiva como la que profesa Lula exigirá cambios estratégicos. El actual presidente del Banco Central, Alexandre Tombini, ya filtró a la Prensa que piensa dimitir tras cinco años en el cargo por estar en desacuerdo, sobre todo con el uso de las reservas. El siguiente en la lista puede ser el ministro de Hacienda, Nelson Barbosa, que lleva apenas tres meses en el cargo y –como Rousseff– se ha mostrado favorable a reformas en el insostenible sistema de pensiones, algo a lo que se opone el Partido de los Trabajadores (PT). La receta de Lula busca claramente replicar la fórmula que usó en su Gobierno para sostener el crecimiento, pero es incierto que ello tenga ahora éxito, en especial porque la coyuntura es muy diferente. China, principal socio comercial de Brasil, ya no lidera el crecimiento mundial, mientras los precios y la demanda de materias primas –del que Brasil es un exportador mundial– pasan por horas bajas.
«La política económica adoptada en 2009 no funcionaría hoy porque familias, empresas y Gobierno están muy endeudados», explicó ayer la reputada periodista económica Miriam Leitao, que calificó de «desastre mayor» el uso de parte de los 370.000 millones de dólares de las reservas brasileñas en divisas. «Desmontar las reservas del país tendría un efecto pésimo en la credibilidad del Gobierno». La polémica entrada de Lula en el Gobierno de Rousseff también quebrará la imagen de credibilidad del otrora milagro latinoamericano.
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