Venezuela

La caída de Maduro arrastra al chavismo

El líder venezolano busca un cambio de Gobierno para retomar la iniciativa y aplacar las críticas del régimen, que le contempla como un lastre para el futuro

El ocaso del presidente. Nicolás Maduro se enfrenta a un periodo hostil, con una Asamblea Nacional adversa y las críticas de los miembros de su propio partido
El ocaso del presidente. Nicolás Maduro se enfrenta a un periodo hostil, con una Asamblea Nacional adversa y las críticas de los miembros de su propio partidolarazon

El líder venezolano busca un cambio de Gobierno para retomar la iniciativa y aplacar las críticas del régimen, que le contempla como un lastre para el futuro

La voz del pueblo venezolano sonó el domingo con más fuerza de la que lo hizo durante dos años el susurro de Chávez al oído de Maduro en forma de pájaro. Sin embargo, la sordera del presidente le impidió adelantarse al rechazo de la ciudadanía, y su autoritarismo, así como su ineficacia de gobierno, se transformó en un batacazo electoral del que tardará tiempo recuperarse, si es que lo consigue. Hasta 2018, cuando se celebren nuevos comicios presidenciales, Nicolás Maduro tendrá que hacer frente a un escenario adverso inédito para el chavismo, lo que precipitará de manera inevitable su caída. Con un partido dividido, revolucionarios con ansias de protagonismo y un Ejército cada vez más hostil a las exigencias del todopoderoso Maduro, al presidente no le quedará más remedio que modificar su estrategia política.

Las posibilidades que ahora se abren son diversas y más aún en un país agitado como Venezuela, donde este interrogante abarca desde un golpe de Estado hasta una fiesta hacia una transición democrática. Si en 2013 el oficialismo venció por una diferencia de 200.000 votos, esta vez, con la agudizada crisis socio-económica, la victoria de los opositores –al menos en número de votos– es una realidad.

El cambio en la dialéctica de Maduro tras conocer los resultados ha sido un claro indicativo. Antes buscaba confrontación. Ahora, diálogo. «Ha llegado la hora de ponerse de acuerdo y parar la guerra económica», aseveró ayer el presidente. Hace dos días acusaba a la MUD de estar detrás de varios de los ataques violentos sufridos por el país en los últimos meses llegando a amenazar a la coalición opositora con su ilegalización. El día después de los comicios, les ve como aliados. Según los expertos consultados por este diario, ante una Asamblea adversa, el presidente podría estar pensando en aprobar este mes una nueva ley habilitante que le permitiera tomar el mando legislativo sin necesidad de contar con la aprobación de los diputados. Sin embargo, gobernar a golpe de decreto tampoco le sería sencillo, pues una mayoría cualificada en la Asamblea echaría por tierra las intenciones del presidente una vez que el nuevo Parlamento se constituya el próximo 5 de enero.

Otra de las opciones que ahora se barajan en el Palacio de Miraflores es realizar una completa reestructuración del Gabinete presidencial. Caras nuevas, del ala menos dura del partido, capaces de lograr un entendimiento puntual con la oposición. Según los expertos, estos cambios deberían centrarse especialmente en el área de economía en busca de una nueva vía para sacar al país del caos en el que está sumido.

Su relación con las Fuerzas Armadas es otro asunto de vital importancia para el presidente. Con fuertes divisiones entre aquellos que apuestan por una transición pacífica, otros estarían dispuestos a usar la fuerza para imponer su modelo. El caso más representativo es la división existente en este sentido entre el ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, y el hasta ahora presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello. Además, preocupa el papel que tenga pensado Maduro para los grupos de Venezuela. Los analistas confían en que no optará por sacar a éstos a la calle, aunque «en Venezuela todo es posible. En un contexto de violencia como se ha vivido en estos últimos años, la opción de contar con estos grupos no haría más que acabar por completo con la figura del presidente.

Un aspecto no menos preocupante para el presidente Maduro es cómo gestionar la derrota en el seno de su partido. El presidente ha echado balones fuera y ha culpado del fracaso electoral a la «guerra económica» de lo que él llama «la derecha» venezolana. Sin embargo, de puertas adentro, habrá autocrítica y posibles tensiones por la pérdida de poder que traerá consigo el hecho de quedar en minoría parlamentaria. Desde que Hugo Chávez designara a Maduro como su sucesor en 2012, en el seno del chavismo se han producido peleas soterradas, especialmente con Diosdado Cabello, que aspiraba suceder al comandante Chávez. El presidente de la Asamblea Nacional saliente controla buena parte de las Fuerzas Armadas y siempre ha sido partidario de radicalizar al Gobierno frente a la oposición. Incluso tras la derrota del domingo ha dicho que se niega «a rendirse». También existe un sector civil dentro del oficialismo que abandera el radicalismo, en el que se sitúa el propio Maduro. En este ámbito, es posible que opten por ahondar la revolución y seguir caminando hacia el comunismo. Existen dentro del régimen personalidades más moderadas dispuestas a un acercamiento con la oposición y a reconocer que la situación del país es crítica. Este grupo estaría dispuesto a adoptar medidas antisociales para evitar que el país se vaya a la quiebra. No hablan públicamente, puesto que cualquier señal de disidencia se paga con el ostracismo.

La derrota del oficialismo chavista reabre las preguntas sobre el futuro político regional y el papel que jugará Venezuela. Maduro no está sólo está aislado en casa, sino que cuenta con una agenda limitada en la región. La debacle del kirchnerismo en Argentina con el triunfo del conservador Mauricio Macri le ha hecho perder a uno de sus grandes patrocinadores. A pesar de que los Castro siguen de su lado, el acercamiento de la isla caribeña a EE UU le ha relegado a un segundo puesto.