Política

Brexit

La división amenaza a la UE en la hora decisiva del Brexit

Las capitales europeas dudan si Reino Unido puede intentar boicotear el funcionamiento del club y nadie descarta que esta semana se produza un Brexit caótico «por accidente»

Theresa May y su marido, Philip, no faltaron ayer a la ceremonia religiosa en High Wycombe / Reuters
Theresa May y su marido, Philip, no faltaron ayer a la ceremonia religiosa en High Wycombe / Reuterslarazon

Las capitales europeas dudan si Reino Unido puede intentar boicotear el funcionamiento del club y nadie descarta que esta semana se produza un Brexit caótico «por accidente».

Los británicos usan de manera habitual el término «eleventh hour» (la traducción literal es la hora undécima), que alude a una parábola bíblica sobre la última hora de la jornada laboral y la remuneración que deben recibir los trabajadores de una viña. Este fragmento bíblico termina asegurando que «los últimos serán los primeros», en alusión a los planes inescrutables de la Providencia, ya que los que más horas han estado trabajando son los que reciben un menor salario. El Brexit atraviesa esta semana su particular «eleventh hour» y resulta difícil adelantar acontecimientos. «Hay muchas opciones abiertas, pero no propuestas posibles», aseguran de manera críptica fuentes diplomáticas como preludio a la cumbre que se celebrará este miércoles.

Pero aunque nadie se atreve a hacer predicciones, las primeras fisuras entre las capitales y –también entre las instituciones– amenazan con resquebrajar el muro de contención que los Veintisiete han construido durante estos dos años de negociaciones. Una unidad que ha contrastado con el huracán continuo al otro lado del Canal de la Mancha.

De momento, no puede hablarse de brecha, pero sí de diferentes puntos de vista en torno a la posibilidad de una prórroga larga de un año que pueda acortarse si Wetsminster aprueba el acuerdo de salida antes de este plazo. Una iniciativa del presidente permanente del Consejo, Donald Tusk, bautizada como «flextensión», pero que no todos los socios europeos ven con buenos ojos. París es la capital que encabeza la resistencia, aunque todo indica que ante el precipicio de un Brexit caótico el próximo día 12, puede ir quedándose sin aliados. Angela Merkel, hija de un pastor protestante que evangelizó en la Alemania de Este, ya ha avisado de que piensa negociar hasta el último minuto para evitar un Brexit disparatado. Es una firme creyente en la «eleventh hour».

Uno de los mayores temores para refrendar esta prórroga de un año es el peligro de que Reino Unido se convierta en un caballo de Troya y torpedee desde dentro la renovación del nuevo ejecutivo comunitario este otoño o el nuevo marco financiero para el periodo 2021- 2027. El equipo de Tusk quita hierro a esta hipótesis, pero en los pasillos comunitarios no todo el mundo piensa lo mismo. Este pasado viernes los embajadores de los Veintisiete se reunieron con el negociador Michel Barnier y éste alertó de esta posibilidad.

Fuentes diplomáticas recuerdan que la elección de los nuevos miembros del ejecutivo comunitario se realiza por mayoría cualificada, no por unanimidad, por lo que Londres tiene escaso margen de maniobra. De hecho, Jean-Claude Juncker fue elegido con la oposición de Reino Unido y el propio Tusk fue renovado en su cargo también con el veto de su país de origen, Polonia. Londres, sin embargo, puede obstaculizar el proceso hasta extremos más preocupantes en el caso de los nuevos presupuestos que sí deben aprobarse por unanimidad.

De momento, los Veintisiete han constatado que los Tratados consagran el principio de cooperación leal, pero que no existen mecanismos jurídicos para garantizar que esto se cumple: «Hay que comprobar qué código de conducta se podría ver si se tomara esa decisión. No hay un estatuto de país que se va», reconocen en Bruselas. Durante estos dos años de negociaciones, Reino Unido no ha utilizado este arma, pero todo puede cambiar en el nuevo periodo. En Bruselas son conscientes de que para muchos «brexiters» duros la participación en las elecciones europeas es un anatema y que los ánimos de venganza pueden ser terribles. Hasta ahora, el único ejemplo de este intento de boicot desde dentro es la labor de presión ejercida por el eurodiputado laborista británico Claude Moraes, como ponente en el dictamen que califica a Gibraltar de «colonia». Pero ha sido un ejemplo aislado.

Nadie descarta que en la cumbre de este miércoles pueda pergeñarse algún tipo de mecanismo ad hoc que condicione la prórroga a esta cooperación leal, pero todo está en el aire. El tiempo es la principal espada de Damocles. Cualquier posible cambio puede exigir pequeños retoques en el acuerdo de salida de 585 páginas y esto conlleva un escenario que, en la capital comunitaria, causa sudores fríos a los más templados: la necesidad de un «sí» por parte de Wetsminter en tan solo 48 horas. Y de hecho, nadie descarta un Brexit caótico no por voluntad política, sino «por accidente». Fuentes diplomáticas reconocen su nerviosismo sobre la gestión de los tiempos en el siempre convulso Parlamento británico. Quizás la «eleventh hour» no se produzca este miércoles en Bruselas, sino justo después, en Londres.