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La Hermandad se prepara para meses de resistencia
Pocos ponen en duda la palabra del Ejército egipcio. Tras cumplir su amenaza de derrocar a Mohamed Mursi, ahora los Hermanos Musulmanes refuerzan sus trincheras ante una posible intervención de los hombres de Al Sisi en los campamentos de los islamistas. Pero esta actitud no sólo preocupa a los seguidores del ex presidente, sino que la comunidad internacional comienza a entender que el derramamiento de sangre ya es una realidad y que ambas facciones no piensan dejar de lado sus posturas, lo que podría desembocar en una guerra civil.
El detonante de esta alarma, que choca con el hasta ahora débil posicionamiento de las diferentes potencias, se produce después de la masacre cairota del pasado sábado, en la que perdieron la vida más de 70 miembros de la Hermandad. Así, Estados Unidos, que ya declaró que no es de su interés denominar o no golpe de Estado al derrocamiento de Mursi, expresó ayer a través de su secretario de Estado, John Kerry, la necesidad «de alejar al país del abismo». «Es un momento clave para Egipto. Instamos a los dirigentes de todo el espectro político a actuar inmediatamente», aseguró el jefe de la diplomacia norteamericana, quien intuye que el proceso democrático está cada vez más lejano. «En esta encrucijada es esencial que las Fuerzas de Seguridad y el Gobierno interino respeten el derecho a protestar pacíficamente, incluidas las manifestaciones y acampadas actualmente en curso», matizó. Aunque también es cierto que el hecho de que las dos facciones del conflicto consigan ir de la mano en la nueva hoja de ruta marcada por el Ejército es harto improbable. De hecho, los miembros de la Hermandad no mueven ni un ápice su postura de restaurar en su puesto a Mursi para comenzar a hablar, y hacen fuerza de la única forma que pueden: acampando en la calle. Una resistencia que parece que se prolongará en el tiempo si los militares no deciden hacerla de-saparecer utilizando la fuerza.
En la misma línea, la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Navi Pillay, subrayó que esta creciente espiral de violencia puede llevar al país al desastre. «El hecho de que el Ejército y los manifestantes continúen con la confrontación me preocupa. Los activistas de la Hermandad también tienen derecho a protestar pacíficamente como cualquier otra persona», reivindicó Pillay. También desde Europa y la Liga Árabe hicieron un llamamiento a la calma, al que el ministro del Interior del Gobierno provisional de Hazem el Beblaui, Mohamed Ibraim, hizo caso omiso. «Aseguro al pueblo de Egipto que los hombres de la Policía se comprometen a lograr la seguridad del país y no permitirán a ningún envidioso que perturbe el ambiente, por lo que afrontará con toda dureza cualquier intento de desestabilizar al país», aseveró Ibraim. Además, el titular de Interior anunció que reestructurará el aparato de la seguridad nacional y que restablecerá el Departamento de Actividades Religiosas, que fue anulado por Mursi. Una medida que parece no haber sentado demasiado bien en las bases de la revolución que apoyaron el golpe. Los representantes del movimiento «Tamarrud» (rebelión) pusieron en duda los beneficios de esta iniciativa, que podría suponer «la persecución de activistas políticos y religiosos». Y es que las últimas actuaciones del hasta ahora venerado por los opositores de Mursi, el general Al Sisi, empiezan a decepcionar a un gran número de seguidores.
Prueba de la preocupación con que ve el conflicto la comunidad internacional es el viaje que hizo ayer Catherine Ashton, Alta Representante de la UE, a El Cairo, donde hoy se reunirá con el presidente interino, Adli Mansur, y el titular de Defensa, Al Sisi. También escuchará la versión de los hechos de los Hermanos Musulmanes con la intención de mediar entre los dos bandos.
Mursi, interrogado pero no amenazado
Ahora, cuando la actitud del Ejército se pone en entredicho, se ha filtrado información sobre cómo se encuentra el ex presidente Mursi, tras casi un mes sin noticias de él. Según dijo uno de sus colaboradores, que permanece a su lado en un lugar indeterminado del país, a una delegación de derechos humanos encabezada por el abogado Naser Amin, el islamista «no ha sido presionado o amenazado durante los interrogatorios a los que ha sido sometido» en este tiempo.
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