Política

Elecciones en Alemania

La otra cara del milagro alemán

Un hombre pide limosna mientras varios ciudadanos pasean por el centro de una ciudad alemana
Un hombre pide limosna mientras varios ciudadanos pasean por el centro de una ciudad alemanalarazon

Una misma política económica puede tener consecuencias muy diferentes en un mismo país. Es el caso de Alemania, ejemplo europeo de supervivencia durante la crisis económica. Los contrastes son alarmantes (y poco conocidos). Mientras la capital de Baviera, Múnich, al sur, apenas roza el 2,4% de desempleo, en el oeste, Dortmund, ciudad de unos 500.000 habitantes situada en la región del Ruhr, supera el 25% de población en el umbral de la pobreza.

Mientras que los profesores de Universidad en Múnich pueden llegar a recibir 3.000 euros (brutos) mensuales (en comparación con los mil (si llega) de muchos centros universitarios españoles), en Dortmund no alcanzan los 300 euros de pensión. Los que la cobran. Esta ciudad conocida por su cerveza y su equipo de fútbol (el Borussia), fue históricamente una zona industrial. El 31 de marzo de 1987, la mina de acero y carbón tuvo que cerrar. Las cosas, desde entonces, fueron de mal en peor. Un paseo por la ciudad, gobernada por los socialdemócratas, dejar entrever la decadencia de un sector difícil de reciclar.

Convertida en una de las regiones más prósperas de Alemania, Baviera posee una de las tasas de paro más bajas de la Unión Europea. Según las estadísticas del Eurostat de mayo de 2013, se trata de la comunidad («Land») con el nivel de desempleo más bajo del país, situado en torno al 3%. En Oberbayern, la región de la Alta Baviera en la que se encuentra Múnich, el índice de desempleo se sitúa directamente entre los tres más bajos del continente, con un porcentaje del 2,7%, próximo al 2,5% de Salzburgo, no muy lejos de ahí, en Austria. La tasa de Oberbayern de desempleo juvenil es, sencillamente, la menor a nivel europeo: un 4,2%, a comparar con más del 50% de paro juvenil que hemos llegado a alcanzar en España. Los expertos señalan que, hoy, Alemania no es más pobre, pero si más desigual que sus socios europeos. Los datos son bastante llamativos: al 50% más pobre de la población alemana le corresponde el 1% de la riqueza (hace diez años era el 3%) y al 10% más rico el 53%.

En la gris ciudad de Dortmund, hay un edificio muy antiguo conocido entre los vecinos como la «casa del terror». Tiene 18 plantas, todas vacías. Se encuentra en uno de los barrios más pobres y con más delincuencia. Unas 54.000 personas viven ahora en esta zona famosa por las drogas y la prostitución.

El tema de los subsidios muestra aún una brecha mayor entre el rico sur y otras zonas. Una pensión conocida como Hartz IV (el nombre le viene de su creador) se aplica a las personas que, por diversas razones, no consiguen un empleo regular. Sus receptores no aparecen en las estadísticas oficiales de paro del país. La ayuda social en Alemania, por otro lado, la cobran un total de 4,4 millones de adultos en condiciones de trabajar y 1,7 millones de niños y jóvenes. En 2012, estas pagas le supusieron al Estado 37.100 millones de euros. El brillo del milagro alemán muestra, por tanto, sus sombras. Esto lo saben muy bien en la ONG Arche, una institución benéfica cuya misión es ayudar a los niños con padres sin recursos. Proporcionar más de 2.500 comidas diarias para niños necesitados. Últimamente, no paran.

«La ayuda social en este país es la otra cara de la riqueza alemana», declara Paul Höltge, uno de los colaboradores de Arche, que sólo en Berlín reparte más de 600 comidas gratis a los niños que viven en situación precaria y cuyos padres son receptores del Hartz IV. «El trabajo que realiza Arche ha dejado al desnudo una lacra social alemana: el desamparo que sufren cientos de miles de niños en este país, niños que están afectados por la pobreza material y emocional», añadió.

Para solucionar el problema, hay economistas que apuestan por una renta básica para todos, sin condiciones. También se podría erradicar el paro de larga duración con el empleo público. Son algunas ideas. Incluso en la rica Alemania, que presume, con razón, de crecimiento económico, la pobreza es una realidad escondida.