Reforma laboral

La reforma laboral llega al Parlamento francés sin apoyos suficientes

Los socialistas necesitan convencer a 40 de sus diputados para sacar adelante el polémico texto, ya que muchos se niegan a apoyarlo

La reforma laboral llega al Parlamento francés sin apoyos suficientes
La reforma laboral llega al Parlamento francés sin apoyos suficienteslarazon

Los socialistas necesitan convencer a 40 de sus diputados para sacar adelante el polémico texto, ya que muchos se niegan a apoyarlo

A un año de las presidenciales y con la popularidad de François Hollande por los suelos, el Gobierno francés inció ayer en la Asamblea Nacional una de sus batallas más complicadas, la reforma laboral. Las casi 5.000 enmiendas con las que el proyecto llega a sede parlamentaria evidencian una negociación dura para salvar un texto sobre el que pesa el descontento de sectores socialistas, ecologistas, algunos sindicatos y movimientos como la «Nuit Debout» (homologable al 15-M español), pero también de la patronal y la derecha, que consideran que las sucesivas modificaciones han desembocado en un texto poco reformista tras un trimestre de movilizaciones.

El proyecto, conocido como ley «El Khomri», apellido de la ministra de Trabajo, Myriam El Khomri, cuenta con tantos reparos como generó la ley del matrimonio igualitario al inicio de la legislatura. Su espíritu es incitar las empresas a contratar más, sobre todo a los jóvenes, que representan el 24% de los parados, en un mercado laboral donde el 80% de los contratos son temporales. Y todo ello, a sabiendas de que el propio Hollande ha supeditado su candidatura a la reelección en 2017 a invertir una curva, la del desempleo, que en la actualidad vive instalada en torno al 10%.

Entre los puntos más polémicos de la reforma está el de facilitar los despidos. Hasta hoy, una empresa podía despedir por motivos económicos si cesaba su actividad o si su reorganización era necesaria para sobrevivir, lo que debía ser probado ante la Justicia. Con la norma, las condiciones para el despido por motivos económicos se simplifican: basta con que la empresa atraviese cuatro trimestres consecutivos de merma en sus beneficios o dos trimestres consecutivos de pérdidas.

Otro de los puntos conflictivos de la reforma es el de las indemnizaciones en caso de despido. Hasta ahora, en Francia, éstas eran establecidas por un tribunal. El cambio propuesto era que hubiese un techo fijo para los despidos abusivos, pero ante las protestas el Ejecutivo defiende ahora un baremo que sirva de referencia para la Justicia.

Si bien la reforma no toca la simbólica semana laboral de 35 horas francesa, sí lo hace con la remuneración de las horas extra. En la actualidad, cuando el empleado trabaja más de 35 horas por semana, la empresa debe pagar un 25% más por las primeras ocho horas suplementarias y 50% más a partir de ahí.

Ahora, podrá negociar con los sindicatos que sólo sea del 10%, el mínimo legal, aunque el acuerdo sectorial sea superior. Y es precisamente esto, que los acuerdos negociados por las empresas y los sindicatos prevalezcan sobre los distintos sectores de la industria, lo que más se cuestiona en la calle. Para sus detractores, se trata de precarizar las condiciones de trabajo y una contradicción con las promesas de campaña del presidente Hollande en 2012.

La patronal francesa, que considera el texto descafeinado, se encuentra haciendo pinza en su oposición a esta versión del texto con los sectores situados a la izquierda de Hollande. Sin embargo, los sindicatos tienen prioridades diferentes, puesto que la ley laboral no concierne a todos los sectores por igual.

Desde el 9 de marzo, sectores sindicales y estudiantiles organizaron media docena de manifestaciones nacionales, algunas de las cuales dieron lugar a intensos enfrentamientos con las Fuerzas de Seguridad. Las autoridades achacaron la violencia a manifestantes infiltrados, pero los organizadores de las marchas consideran que el excesivo despliegue policial atiza las tensiones. Además de los comunistas y ciertos ecologistas, varios diputados socialistas comparten los análisis de protesta de la calle y amenazan con rechazar y no votar el texto en su estado actual.

«El Gobierno no sabe dónde va. A fuerza de ir un poco a la izquierda, un poco a la derecha, un poco al centro, va contra un muro, y temo que esta semana y la próxima tengamos un debate para nada, que ilustre el inmovilismo en el que se ha instalado», dijo el portavoz de Los Republicanos, Guillaume Larrivé.

Hollande tendrá que hacer nuevas concesiones para que el texto pase y lo haga por vía parlamentaria y sin verse forzado a utilizar un método de excepción, cuya sombra ha planeado desde hace meses sobre la reforma y que podría tener un alto coste para Hollande a un año de las elecciones presidenciales y legislativas. Para ello, necesita convencer a unos 40 diputados en la votación del 17 de mayo. Tras su aprobación en la Asamblea, el proyecto de ley deberá pasar al Senado antes de poder ser aprobado.