Política

Argelia

La renuncia de Buteflika no contiene la ira de los argelinos

La población vuelve a salir a la calle contra lo que interpreta como una estrategia para atar la sucesión

Jóvenes argelinos escriben mensajes y eslóganes durante las protestas de ayer en Argel para exigir reformas de calado / Reuters
Jóvenes argelinos escriben mensajes y eslóganes durante las protestas de ayer en Argel para exigir reformas de calado / Reuterslarazon

La población vuelve a salir a la calle contra lo que interpreta como una estrategia para atar la sucesión.

La renuncia del presidente Abdelaziz Buteflika a un nuevo mandato no ha aplacado a su pueblo. Manteniendo vivo su pulso con el régimen, miles de argelinos volvieron a protagonizar ayer movilizaciones en distintas ciudades del país para mostrar que su voluntad de introducir cuanto antes cambios profundos es tenaz y que no van a canjearla por las medidas imprecisas anunciadas la jornada anterior. Como viene siendo habitual los martes, las manifestaciones estuvieron lideradas durante buena parte del día por los estudiantes, uno de los grupos más activos. En paralelo, la huelga general iniciada el domingo perdía fuelle, y el paro se mantenía solo en algunas localidades, pero no en Argel.

Las nuevas movilizaciones se produjeron un día después de que Buteflika informara por carta que renuncia a optar a un quinto mandato y que anula las elecciones presidenciales del 18 de abril. En su misiva, el «rais» también anunció el inicio de un período de transición pilotado por una conferencia nacional que se encargará de redactar una nueva Constitución y de organizar los comicios. El diplomático Lakhdar Brahimi, de 85 años, figura como uno de los mejor posicionados para presidir dicha conferencia. Por ahora, sin embargo, el único cambio real ha sido una reestructuración en el Gobierno.

Para muchos argelinos, el movimiento de Buteflika es una reedición de las promesas del 3 de marzo. Entonces anunció que, de ser elegido en las elecciones ahora canceladas, abriría un período transitorio que culminaría en nuevos comicios en los que no participaría y en una nueva Carta Magna. En ambos casos, las difusas hojas de ruta han sido interpretadas como una estratagema para ganar tiempo, debilitar a la oposición y evitar cambios estructurales. «El régimen no quiere reformas radicales, sino comprar tiempo para que el círculo cercano a Buteflika siga beneficiándose del sistema», dice a LA RAZÓN Yahia Zoubir, profesor de Estudios Internacionales en la escuela Kedge.

Así, aunque Buteflika haya renunciado a un quinto mandato, la anulación de los comicios implica que el «rais» permanecerá en el cargo una vez expire su mandato actual a finales de abril. Esta maniobra, que virtualmente le permite mantenerse en el cargo sin ser ratificado en las urnas, ha causado fuertes críticas y es la causa de una de las mayores decepciones de los argelinos, que ya han convocado nuevas movilizaciones para el viernes. «No existe ningún tipo de base legal ni constitucional [para alargar su mandato]», señala a este periódico el abogado argelino Samir Benslimane, que detalla: «El aplazamiento de las elecciones solo es posible en caso de guerra o de ausencia de candidatos».

La reacción de la oposición a la última artimaña del régimen tampoco se hizo esperar, y varios partidos que previamente habían decidido boicotear las elecciones criticaron duramente ayer las medidas expuestas por Buteflika. A su vez, el jefe del Ejército, Ahmed Gaïd Salah, guardó ayer silencio tras haberse reunido con Buteflika el lunes en una muestra de sintonía. En este sentido, nadie duda de que la élite militar sería entre bastidores una de las partes más implicadas en la transición expuesta por el «rais», pero su alcance, como de costumbre, resulta un misterio.