Política

Relaciones internacionales

La revuelta «tory» contra la UE acorrala a Cameron

El «premier» intenta contener al sector más eurófobo de su partido y le concede que la situación actual en Europa es «inaceptable»

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, mantuvo ayer una reunión con el primer ministro británico, David Cameron, en la Casa Blanca, en Washington
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, mantuvo ayer una reunión con el primer ministro británico, David Cameron, en la Casa Blanca, en Washingtonlarazon

Cameron atraviesa la revuelta interna más importante desde que se convirtió en primer ministro británico. A tan sólo dos años de unas elecciones generales en las que intenta conseguir la mayoría absoluta que no pudo alcanzar en los comicios de 2010, perder las riendas de su propio partido no augura nada bueno. Pero el problema no concierne tan sólo a Downing Street, sino a toda la Unión Europea. Y es que la rebelión protagonizada por los «tories» más euroescépticos no tiene otro objetivo que sacar a Reino Unido de la comunidad de los Veintisiete. ¿Está cada vez más cerca el divorcio entre Londres y Bruselas? Esta semana –muy probablemente mañana miércoles– está prevista una votación en la Cámara de los Comunes para regular, por ley, un referéndum en la próxima legislatura. De este modo, gane el partido que gane, los británicos podrán decidir si quieren un futuro fuera o dentro de la UE.

Lo realmente significativo –y alarmante para el primer ministro– es que dicha votación se debe a que alrededor de cien diputados conservadores han presentado una enmienda al programa legislativo anual, presentado la semana pasada en Westminster.

Los «tories» denuncian que, en ningún momento, se especifica una negociación sobre las relaciones con el Viejo Continente. Se trata de un fuerte varapalo para Cameron, que está viviendo además la crisis a miles de kilómetros, al encontrarse en viaje oficial en Estados Unidos. Su intención es buscar un acuerdo de libre comercio y estrechar aún más los lazos con su aliado más fiel para calmar los ánimos de sus filas. Pero la historia ha demostrado que cuando hay problemas internos no es aconsejable estar lejos de casa. Que se lo digan si no a Margaret Thatcher, que sufrió la traición de su Gabinete mientras estaba en una cumbre europea en Fontainebleau.

De momento, dos ministros del Gobierno de Cameron ya han dado un paso al frente anunciando públicamente que, de celebrarse hoy la consulta, votarían por salir de la UE. El responsable de Defensa, Philip Hammond, y el de Educación, Michael Gove, dos de los considerados hombres de confianza del «premier», dejaron claro sus intenciones el domingo por la noche. Aunque no lo han manifestado, los rotativos aseguraban ayer que, al menos, otros cuatro ministros compartían las mismas ideas que sus colegas. Eso sí, tanto Hammond como Gove señalaron que antes de la consulta hay que dar oportunidad a una negociación para redefinir los lazos con Bruselas, tal y como defiende el líder «tory». El pasado mes de enero, en un esperado discurso, el «premier» prometió que, si ganaba las elecciones de 2015, llevaría a cabo un plebiscito en 2017. Aunque antes intentaría redefinir las relaciones repatriando competencias, aumentando la competitividad y flexibilidad del bloque, y consolidando el mercado único. A pesar de las tensiones internas, Cameron no puede ceder ante las demandas de sus filas. Tiene las manos atadas porque los socios de coalición con la que gobierna, los liberal demócratas, no le permite tocar el asunto europeo en esta legislatura. Tanto los de Nick Clegg como los laboristas de Ed Miliband tienen posiciones más europeístas.

Y es por eso por lo que la votación prevista en la Cámara de los Comunes –donde se ha pedido a los ministros abstenerse–no se espera que prospere. Pero, con todo, las consecuencias para el líder conservador son ya incuestionables, porque ha quedado en evidencia las fisuras que existen dentro del partido.

Los enfrentamientos internos se acrecentaron desde las elecciones locales del pasado 2 de mayo. Con su promesa de sacar al país de la UE y poner coto a la inmigración, el UKIP robó un importante número de votos a los «tories» y se hizo con 147 concejales, frente a los nueve que obtuvo en los últimos comicios de 2009. Por si no fueran pocas las complicaciones, a la disputa se sumó ayer el alcalde de Londres, Boris Johnson, que respaldó la petición de los diputados en relación con la legislación sobre el plebiscito. Recalcó que abandonar la Unión no resolvería los problemas que tiene Reino Unido, pero sus palabras tienen ahora más importancia que nunca, ya que la creciente impopularidad de Cameron ha convertido al excéntrico alcalde en una alternativa cada vez más creíble como futuro líder del partido.

En medio de la polémica con los «tories», cuando el «premier» fue ayer preguntado en Washington sobre qué votaría si hubiera ahora un plebiscito, éste especificó que era una cuestión «hipotética» y no tomó una postura concreta. «Lo que importa es asegurar que hacemos todo lo que podamos para reformar la Unión Europea, hacerla más competitiva y mejorar la relación de Reino Unido con la UE. Cambiar esas relaciones para que, cuando tengamos ese referéndum que se celebrará antes de finales del año 2017, le demos al pueblo británico una oportunidad real, una elección», declaró.

La mitad, a favor de la salida

A lo largo de las seis décadas de convivencia entre la Unión Europea y Reino Unido, ha habido muchos puntos de fricción. Los británicos nunca han visto con buenos ojos la pérdida de soberanía nacional que implica la UE y se han resistido a suscribir los tratados como el resto de países. Pese a este rechazo marcado en el ADN británico, el 50% estaría dispuesto a quedarse mejorando las condiciones.