Corea del Norte
Las dos Coreas acuerdan cooperar para alcanzar una «paz permanente»
«El Norte y el Sur cooperarán activamente para establecer un sistema de paz permanente y estable en la península coreana», señala la declaración conjunta firmada por el líder norcoreano, Kim Jong-un, y el presidente surcoreano, Moon Jae-in.
«El Norte y el Sur cooperarán activamente para establecer un sistema de paz permanente y estable en la península coreana», señala la declaración firmada por el líder norcoreano, Kim Jong-un, y el presidente surcoreano, Moon Jae-in.
La Casa de la Paz donde ayer mantuvieron un histórico encuentro los líderes de Corea del Norte, Kim Jong Un, y del Sur, Moon Jae In, cumplió con creces su papel conciliador. Los representantes de ambos países, reunidos tras más de una década sin verse las caras, dejaron de lado sus diferencias comprometiéndose con la «completa desnuclearización» de la península y la búsqueda de un tratado de paz que acabe con el último vestigio de la Guerra Fría.
Entre sonrisas, apretones de manos y buenos deseos, los máximos representantes de las dos Coreas –países técnicamente en guerra desde 1953– firmaron la «Declaración de Panmunjon» poco antes de iniciar la cena oficial que pondría punto final a la milimetrada jornada. «Sur y Norte han confirmado su meta común de lograr una península libre de armas nucleares a través de la completa desnuclearización», rezaba el comunicado en el que los dos líderes también «declararon solemnemente ante los 80 millones de personas de nuestra nación y del mundo entero que no habrá más guerra en la Península Coreana y se ha abierto una nueva era de paz».
A las 9:30 hora local, un serio Kim ataviado con traje oscuro descendió las escaleras que le llevaban a la línea de Demarcación de la Zona de Seguridad Conjunta. Conforme se acercaba a su destino, su semblante se tornó amable y con una amplia sonrisa saludó a Moon, quien le esperaba detrás de la franja de cemento que separa los dos países. Según lo previsto, el surcoreano invitó a Moon a cruzar esa linde y, en un gesto inesperado, Kim hizo lo mismo con Moon generando entre los presentes exclamaciones de júbilo y aplausos, todo un adelanto de lo que estaba por llegar.
Kim reconoció afrontar la cumbre con «una mentalidad abierta» y haber cruzado al Sur con «una mezcla de emociones», pero dejando claro que se trataba de «un momento para la paz y la prosperidad».
Tras una breve ceremonia de bienvenida en la que dos niños surcoreanos entregaron un ramo de flores a Kim, ambos presidentes prosiguieron por la alfombra roja extendida para la ocasión escoltados por un contingente militar que les rindió honores antes de acceder al recinto de la reunión. Una vez allí, un nuevo gesto, esta vez por escrito, volvía a confirmar los buenos augurios. «Una nueva historia comienza ahora. Una era de paz comienza en este momento histórico», escribió el líder Juche en el libro de honor dentro de la reformada Casa de la Paz.
Su mensaje casaba a la perfección con la declaración de intenciones que ambos firmaron a posteriori, un comunicado que, aunque vago en detalles, sentó las líneas generales del futuro de la situación. En él, anunciaron «el fin de los 65 años transcurridos desde el armisticio» y se comprometieron a sustituirlo por «un tratado de paz», un recorrido en el que no podrán avanzar solos ya que aquel pacto militar de 1953 también fue firmado por Estados Unidos y China. Por ello, se comprometieron a entablar conversaciones con dichos países. «El Sur, el Norte y EE UU avanzarán activamente con la organización de cumbres a tres o cuatro bandas», se leía en el escrito. China no aparece citada.
El presidente norteamericano, Donald Trump, se apresuró a celebrar el éxito de la cita de ayer –la tercera de estas características en la historia de Corea–, en su red social favorita. A través de un mensaje de Twitter, espetó: «¡La guerra de Corea se acaba! ¡Estados Unidos, y toda su gran gente, deberían estar muy orgullosos de lo que está ocurriendo ahora en Corea!».
La jornada transcurrió sin imprevistos y, sorpresivamente, en un ambiente muy distendido en el que ambos mandatarios intercambiaron bromas y abrazos. Al principio del día, cuando abordaron el tema de la desnuclearización, Kim prometió a Moon que a partir de ahora podría «dormir muy bien por las mañanas» en alusión a la suspensión de las frecuentes pruebas balísticas y nucleares que el régimen Juche ha realizado de madrugada durante los últimos años. El líder norcoreano se ha esforzado últimamente por mostrar su cara más amable, al menos en la propaganda oficial. A diferencia de su padre, Kim Jong Il, que pocas veces sonreía o hablaba en público, las imágenes que distribuye el régimen muestran a un personaje más accesible que sonríe o bromea. Ese gesto fue recibido de buen grado por Moon, quien reconoció la importancia de las medidas que Pyongyang había anunciado hasta la fecha como la suspensión de los ensayos y el cierre del espacio de pruebas de Punggye-ri.
Tras la primera ronda de diálogos, que duró poco menos de dos horas, cada comitiva volvió a su lado de la frontera para comer. Una vez de vuelta, Kim y Moon plantaron un árbol con tierra de ambos países en una simbólica ceremonia que también abonaba paz y prosperidad para la región. Después de dar un paseo por la zona desmilitarizada más militarizada del mundo, ambos mandatarios iniciaron una segunda reunión en la que acordaron una serie de puntos que reflejaron en su declaración. Entre ellos, el cese de hostilidades y la reducción gradual de sus armamentos; el establecimiento de una oficina de enlace entre los dos países en la localidad norcoreana de Kaesong; una reunión en agosto de familias separadas; la suspensión permanente a partir del 1 de mayo de sus emisiones propagandísticas; y una reunión en otoño entre ambos.
Con todos estos acuerdos sobre la mesa, Kim y Moon cenaron con sus respectivas mujeres, no sin antes fundirse en un abrazo y elevar el puño en señal de victoria, una muestra del éxito de un encuentro que camina, paso a paso, hacia la paz.
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