Elecciones en Estados Unidos
Legado Obama, la herencia de un líder cauto y cerebral
Sacó al país de la recesión económica y extendió la sanidad, pero fracasó en la reforma migratoria y condenó a Oriente Medio con su prudencia.
Sacó al país de la recesión económica y extendió la sanidad, pero fracasó en la reforma migratoria y condenó a Oriente Medio con su prudencia.
Coincidiendo con la inminencia de las elecciones en EE UU y la hipótesis de que el Apocalipsis estuviera más cerca de lo que sospechábamos, esto es, a dos semanas de que Hillary Clinton y su correo electrónico logren lo imposible y Donald Trump sea presidente, repasamos los últimos ocho años y dos legislaturas de Barack Obama. A Obama conviene situarlo en la galería de sus antecesores, desde el encantador y taimado Bill Clinton al patán de Bush hijo. Ningún escándalo discutió el tuétano de su integridad. Jamás antepuso sus querencias e ideas al implacable mordisco de la realidad. Pragmático y cerebral, es y será el perfecto traidor para quienes buscan la épica oratoria del gurú antes que el cauteloso prosaísmo del estadista.
Siempre apostó por el consenso y demostró una envidiable serenidad durante las peores turbulencias. Por no hablar de esa apostura Clark Gable con la que sube al estrado. Lo explicaba David Brooks, gurú del neoconservadurismo, poco sospechoso de gramsciano, en un artículo en «The New York Times» que remataba con una oda proustiana al mundo perdido: «Obama irradia un ethos de integridad, humanidad, buenos modales y elegancia que ya empiezo a echar de menos». Elegido presidente en mitad de una voraz crisis económica, Obama aprovechó sus dos primeros años para aprobar un controvertido paquete de estímulos que resultó clave. Estrangulada por la debacle de las hipotecas, la economía estadounidense recuperó sus constantes vitales y el empleo crece de forma ininterrumpida desde hace 78 meses: 15,1 millones de trabajos creados desde principios de 2010. La apuesta por las energías renovables, la investigación científica, la salud y las infraestructuras, así como el reflotamiento de la industria del automóvil funcionaron de tal forma que ni siquiera los más conspicuos partidarios del Armagedón discuten hoy sus cifras.
Tampoco puede refutarse el triunfo, con todos los grises que quieran, de la reforma sanitaria, la célebre y espantosa Obamacare, que garantizó la atención sanitaria para millones de personas, por más que las últimas previsiones pronostiquen un repunte de las tarifas de un 20%. Pero prometió una reforma del sistema de inmigración que nunca llegó y se aupó como el Gran Deportador, con más de 2,9 millones de expulsiones entre 2009 y 2014.
¿Sombras? Nunca cerró Guantánamo. ¿Luces? Los embarazos de menores, el número de abortos y crímenes violentos descendió, pero qué decir del enquistamiento de la cuestión racial, exacerbada por las intervenciones de una Policía de gatillo caliente y las furibundas críticas que llueven desde la bancada de unos activistas que le votaron ante la imposibilidad de elegir a Malcom X.
De Gadafi a Putin
En política exterior Putin le ganó la partida en Crimea y en Libia cayó Gadafi, pero la abundancia de señores de la guerra y la vaporización del Estado merece pocos parabienes. Siria es ya la madre de todas las carnicerías, el Estado Islámico multiplicó sus huevos de serpiente, Bachar al Asad continúa en Damasco y no hay día en que la artillería del tirano y sus gorilas rusos no jueguen a transformar Alepo en Sarajevo. Veremos si la apuesta de Obama por las intervenciones relámpago y las acciones contraterroristas en Somalia o Irak, realizadas junto a las Fuerzas Armadas locales, darán mejores resultados que las de su antecesor. Peores, difícil. Ah, sí, liquidó a Osama Bin Laden, y según el «Washington Post» a otros 30.000 terroristas.
Cuba conoció la primera visita de un presidente estadounidense en más de medio siglo. Los dos países restablecieron relaciones diplomáticas y es de esperar que el bloqueo ocupe pronto una urna en el museo de la Guerra Fría. A falta de nuevas aperturas, la dictadura sigue bien, gracias. Raúl sucedió a Fidel como sátrapa en jefe y continúan las violaciones de derechos humanos y el encarcelamiento de presos políticos. Irán renunció a desarrollar armas nucleares a cambio del levantamiento de sanciones . Y fue un hito la aprobación del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica.
Si Hillary Clinton no hace buenas las predicciones más espectaculares de Huxley y Orwell, si logra evitar la coronación del presidente más improbable que vieron los siglos, tendrá tarea. Debe apuntalar buena parte del edificio obamaniano, del que es heredera. Una estructura política que perdió medio chasis cuando voló la mayoría demócrata en las Cámaras. De ahí que la campaña, más que en la presidencia, amortizada a falta de nuevas y más penosas revelaciones, sea por los asientos del legislativo. Eso explica que incluso Michelle Obama, tan reticente hacia Hillary, haya cogido el fusil. Cualquier cosa antes que contemplar la demolición del legado de su marido.
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