Reformas en Cuba

Libertad y prosperidad

La Razón
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Para entender la economía cubana actual, debemos remontarnos a finales de los años 80, cuando la Unión Soviética perdió el control de su bloque geopolítico y acabó desintegrándose, marcando así el inicio de una transición en todos los estados que en su momento integraron la URSS. Los efectos del final de la Guerra Fría tuvieron un impacto inmediato en Cuba, cuando el país perdió su gran mercado de exportación de azúcar al bloque comunista, el cual hacía al mismo tiempo como su principal fuente de importaciones a la isla: dicho intercambio se redujo en un 80% en ambas partes. De un día para otro, la economía de Cuba se contrajo un tercio y la falta de acceso a los productos petrolíferos perjudicó la producción y el consumo. La economía se desplomó, al igual que la calidad de vida de los cubanos. El régimen cubano quedó entonces doblemente aislado, sin su socio comunista y sometido al bloqueo económico, comercial y financiero de EE UU. Fidel Castro declaró el «Periodo especial en tiempo de paz» y utilizó su carisma para fomentar el apoyo a su revolución. Inició entonces el camino hacia «su nueva economía», que ha ido evolucionando hacia una mayor liberalización en diversos sectores de la economía, aunque de manera confusa, caótica y a menudo contradictoria. El cuadro macroeconómico en la primera mitad de la década de 1990 fue de contracción, pero desde 1995 la Agencia estática Nacional de Cuba apuntó un crecimiento desde un mínimo de menos de un uno por ciento hasta un máximo del 12% en 2000. En la primera mitad de 2010, su crecimiento se ha limitado a un solo dígito. Mientras que las empresas estatales siguen representando la mayor parte del PIB del país (alrededor del 75%), las empresas privadas y cooperativas representan alrededor del 25%.

La narrativa de la mayoría de los cubanos en la isla, sin embargo, sigue siendo la de supervivencia, es decir, muchos de ellos son dependientes del Estado, por sus puestos de trabajo y salarios, servicios públicos subsidiados, vivienda... Pero sobrevivir con estas medidas es difícil, y cada vez más. Mientras la economía continúa abriéndose a las empresas privadas, aumenta el precio de muchos bienes y se crea así una mayor división social. Por otra parte, la corrupción y el mercado negro pueden ralentizar la implementación de nuevas medidas económicas. A la vista de los bajos salarios y las limitadas oportunidades de supervivencia económica, las vidas de muchos están irremediablemente vinculadas a las remesas que reciben de fuera, las cuales superan los cinco millones de dólares. Sin embargo, en Cuba la esperanza sobre una futura prosperidad sigue presente. Muchos sectores se han abierto cada vez más a la participación de los actores privados, incluyendo la agricultura, el ocio y la alimentación. Gran parte del trabajo realizado en estos sectores se entrelaza con la industria del turismo, que trae divisas a la isla, las cuales luego se escurren a los bolsillos de los trabajadores de este sector y las empresas privadas. Y es que los cubanos que se dedican a este sector han alcanzado en estos años altos niveles de confort y comodidad, algo con lo que la mayoría de los cubanos nunca ha podido imaginar.

*Profesor de Ciencias Políticas en Saint Joseph’s University