Política

Elecciones en Grecia

Los griegos, en punto muerto

El pago de la deuda pública los empobrece pese a la incipiente recuperación económica

Un grupo de griegos hace cola para conseguir alimentos en un comedor social de Atenas
Un grupo de griegos hace cola para conseguir alimentos en un comedor social de Atenaslarazon

El final del rescate financiero, previsto para dentro de dos meses, y el posible abandono por parte de los acreedores ponen a Grecia en la cuerda floja. El ascenso de Syriza, que lleva como punto principal de su programa la quita de la deuda, ha disparado las alarmas en los mercados y las instituciones europeas.

En 2010, la Unión Europea (UE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) concedieron a Grecia un paquete de rescate de más de 110.000 millones de euros, que debía desembolsarse en diversas partidas. En 2012 se constató que esos fondos no eran suficientes y se aprobó un nuevo rescate por valor de más de 130.000 millones, con la condición de que el Gobierno griego adoptara estrictas medidas de austeridad para reducir el gasto en servicios públicos. Esos recortes implantados durante los dos años del Gobierno de Samaras han dejado a tres millones de personas bajo el umbral de la pobreza –en un país de 11 millones de habitantes–, con un tercio de la población con dificultades de acceso a la sanidad normalizada, un salario mínimo por debajo de los 500 euros y una tasa de desempleo de más del 25%. Además, ha aumentado el temor a que el próximo acuerdo de Samaras con la troika abra la puerta a los desahucios, algo que para unos 800.000 griegos supondría la pérdida de su hogar o su negocio por las deudas.

Todos esos sacrificios han permitido a Grecia crecer un 0,6% en 2014 tras seis años de recesión. No obstante, las causas de esa crisis empezaron mucho antes. Con la adopción del euro en 2002, el Gobierno incrementó la deuda pública y aprovechó la estabilidad de la moneda única para acceder a préstamos más baratos. El aumento de la deuda no fue acompañado de las reformas necesarias y sí se produjo un incremento de la evasión fiscal y del despilfarro de las administraciones públicas, que se convirtieron en el pilar de la estabilidad social con una insostenible bolsa de funcionarios. De esa forma, se disparó el déficit público y, con el estallido de la crisis financiera en 2008, se pudo saber que el endeudamiento de Grecia era muy superior a lo que las autoridades habían reconocido.

Como consecuencia de esos desajustes en la gestión y los dos préstamos recibidos en los últimos seis años, la deuda pública griega ascendió al 177% del PIB, unos 320.000 millones de euros, un tercio más que al inicio de la crisis.

La propuesta del líder de los radicales, Alexis Tsipras, de negociar un quita de esa enorme deuda y negarse a pagar parte de los 240.000 millones de euros concedidos por la troika de acreedores, ha logrado convencer a los griegos, que ven el plan de rescate europeo como el problema a todos sus males y han perdido el miedo ante un posible abandono del euro. Pese a que Tsipras reiteró en el último congreso de Syriza que su partido quiere mantener el euro como moneda de Grecia en caso de llegar al poder, las reacciones en el exterior dan por hecho que un Gobierno de los radicales, si llevase a cabo el programa presentado, pondría en peligro los acuerdos con Atenas y la continuidad del país heleno en la eurozona.

Algunos analistas preveían que Merkel mejorara las condiciones del rescate a Samaras para facilitar la victoria del primer ministro y así lograr apoyos en el Parlamento durante las presidenciales. Sin embargo, la canciller parece haber preferido retirarse de la batalla por mantener a Grecia en la eurozona en caso de que un posible Gobierno izquierdista añada complicaciones a las ya delicadas negociaciones por el programa de rescate.

Pese a que los acreedores, con Alemania a la cabeza, han invertido mucho tiempo y dinero por salvar la economía griega, se teme que haya una crisis de confianza. En el peor de los casos, el temor a un Ejecutivo encabezado por Syriza que se niega a pagar la deuda puede llevar a una huida de capitales y a la quiebra. Si el BCE rechaza dar otro rescate, el Banco Central griego estaría obligado a ayudar a los bancos del país, y eso haría inevitable la salida del euro. Por ese motivo, Tsipras ha moderado el tono de sus propuestas para calmar a los mercados. La celebración de elecciones anticipadas y el auge de Syriza sólo han servido para debilitar la leve recuperación de Grecia, que ve cómo la situación política la aleja de una posible salida de la crisis económica. Neupic