Tragedia aérea en Ucrania
Los rebeldes permiten el acceso al campo de la muerte del avión malasio
Los rebeldes prorrusos permitieron hoy el acceso a expertos internacionales y periodistas, aunque con limitaciones, al campo de la muerte donde aún yace la mayoría de los cadáveres del avión malasio que se estrelló en el este de Ucrania con casi 300 personas a bordo.
"No fotografíen los caras. Quedan avisados. Al que vea enfocando los rostros le rompo la cámara", advierte el comandante insurgente que garantiza la seguridad en la zona de nombre en clave "Ugriumi".
Tras superar una decena de puestos de control rebeldes, se llega al inmenso campo de hierba situado en las inmediaciones de la aldea de Grabovo (región de Donetsk) y que es cruzado por una estrecha carretera de asfalto.
El panorama es infernal, ya que, 40 horas después de la tragedia en uno de los descampados carbonizados por el impacto del avión en llamas aún yace una veintena de cuerpos desnudos, cubiertos por hollín, en posturas imposibles y con unas muecas de indescriptible dolor en los rostros.
Entremezclados con toda clase de aparatos técnicos, cables y tuberías del Boeing-777, se pueden ver adultos y niños, hombres y mujeres, rodeados de maletas, mochilas y objetos personales, desde libros a ordenadores, guías de Lonely Planet o juguetes de peluche.
Por momentos, en cuanto suben las temperaturas, el hedor se hace insoportable, por lo que algún periodista siente náuseas y abandona la escena.
Mientras, justo al otro lado de la carretera se encuentra parte del fuselaje y uno de los alerones del aparato, en los que se distingue el símbolo de Malaysian Airlines, la fatídica compañía que ya perdió en marzo otro avión en la costa china con 239 personas abordo.
Los socorristas del Ministerio para Situaciones de Emergencia se afanan en recoger a todos los cuerpos sin vida, que son trasladados en camilla a los bordes de la carretera, donde se amontonaban hoy más de medio centenar de sacos, como pudo constatar Efe.
Cuando encuentran un cadáver o una parte del cuerpo de uno de los pasajeros, marcan el punto con una bandera blanca, por lo que el campo está virtualmente salpicado por banderines.
"Ya hemos encontrado 200 cuerpos, sin contar los mutilados", aseguró a Efe uno de los miembros de los equipos de rescate, que cuentan con la ayuda de una treintena de mineros de la cuenca hullera local.
Serguéi, un barbilampiño minero de 23 años, dice haber encontrado varios pasaportes, dos de ellos pertenecientes a ciudadanos británicos.
Carretera abajo se encuentra la zona cero del accidente, una superficie calcinada de 3.000 metros cuadrados donde figura una de las hélices y el motor del aparato.
A escasos 50 metros de ese lugar se encuentra la casa de Alexandr, un campesino que presenció el accidente, ya que parte del fuselaje del Boeing cayó sobre su tejado y la onda expansiva estuvo a punto de acabar con su vida y la de su esposa.
Su casa fue uno de los lugares visitados hoy por la delegación de la OSCE, cuyos miembros tuvieron que bajarse del automóvil, ya que los milicianos les obligaron a desplazarse a pie por la carretera y les impidieron acceder al campo.
De poco valió que el jefe de la misión, Alex Hug, advirtiera a "Ugriumi"que se quejaría personalmente sobre las trabas ante Alexandr Borodái, primer ministro de la autoproclamada república popular de Donetsk.
Hug intentó convencer en vano a los milicianos que tenía autorización para actuar en total libertad, pero el comandante insurgente armado con una metralleta y una caja repleta de munición se mantuvo en sus trece con la excusa de no obstruir las labores de rescate.
Tras casi media hora de discusión, los expertos de la OSCE, entre los que figuraba el monitor español José Luis Martínez, se resignaron a seguir la ruta marcada por los milicianos, que niegan haber derribado el aparato malasio, como apunta Estados Unidos.
"Eso es mentira. La catástrofe es una provocación de los servicios de seguridad de Ucrania", dijo "Ugriumi".
Mientras, Kiev denunció hoy que los rebeldes que controlan la zona se han llevado 38 cuerpos en camión a Donetsk, lo que ha llevado a las autoridades malasias a exigir que se impida el acceso de intrusos al campo para permitir una investigación objetiva de lo ocurrido.
Aunque no se ha declarado un alto el fuego propiamente dicho, pese a las insistentes demandas internacionales, y de vez en cuando se oyen disparos, de hecho rige una especie de tregua desde que tuvo lugar el dramático suceso.
Los rebeldes y las fuerzas gubernamentales que combaten desde abril se han comprometido a facilitar los trabajos de rescate en un radio de 20 kilómetros alrededor de Grabovo.
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