Política

Damasco

Los yihadistas huyen con las monjas secuestradas

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El secuestro de doce monjas sirias y libanesas pertenecientes a la iglesia greco-ortodoxa de Santa Tecla, en la localidad de Malula (a 40 kilómetros al noreste de Damasco), ha añadido una nueva dosis de inquietud y temor en la amenazada comunidad cristiana de Siria.

El nuncio del Vaticano en Damasco, Mario Zenari, confirmó ayer en una conversación telefónica con LA RAZÓN que las religiosas han sido traslasdadas a un pueblo situado a veinte kilómetros al norte de Malula, Yabroud, por un grupo armado no identificado: «Espero que estén bien, pero lo cierto es que no sabemos nada. No sabemos si han sido secuestradas o simplemente han sido evacuadas para evitar los combates; tampoco sabemos exactamente quién está detrás de estas acciones». Un portavoz del Patriarcado Griego Ortodoxo de Oriente Medio señaló a Efe que todas las comunicaciones están cortadas con el convento y la localidad de Malula. Febronia Nabhan, madre superiora del convento de Sednaya, cercano a Malula, dijo a la agencia Ap que el lunes recibió una llamada de una de las mujeres capturadas, Pelagia Sayaf, en la que ésta decía que estaban «bien y a salvo».

El pasado septiembre, las monjas de este convento sufrieron el acoso del grupo terrorista Al Nusra, vinculado a Al Qaeda, cuando combatientes armados irrumpieron en las dependencias del convento y mantuvieron retenidas a más de 40 personas.

Este nuevo episodio de persecución puede tener dos objetivos, según explica a este periódico el rector emérito del Instituto Pontificio de Estudios Árabes e Islamistas, Justo Lacunza: «A veces sólo pretenden pedir un rescate. Pero también puede existir otra finalidad: sacar al personal de su lugar y trasladarlo a otro punto para generar un desarraigo, que es otra forma de implantar un islamismo radical. No es una táctica nueva. Se hizo así durante la guerra de Irak y ahora en Siria se repite la misma música», explica Lacunza.

El patriarca de la Iglesia Greco-Ortodoxa, John Yazigi, pidió ayer a la comunidad internacional que haga todo lo que posible para liberar a las capturadas. El Ministerio de Asuntos Exteriores sirio aprovechó esta inquietud para enviar dos cartas a la ONU pidiendo que haga presión sobre «los países que están respaldando a estos grupos para que dejen de suministrarles apoyo financiero y logístico». El Gobierno español emitió un comunicado en el que mostró su «gran preocupación» por este episodio.

El Ejército Libre Sirio (ELS) se desmarcó ayer de esta acción y pidió la liberación de las monjas: «Ellas son hermanas de todos los hijos de Siria y son mensajeras del amor y de la paz», señaló el ELS en un comunicado, en el que se apunta al régimen de Bachar al Asad y a la comunidad internacional como responsables de la destrucción que sufre Malula. Desde España, el embajador palestino en Madrid, Musa Amer Odeh, se ofreció como rehén para que se liberen a las religiosas. «No existe ninguna religión en el mundo que permita el secuestro de monjas que ayudan a los más necesitados», dijo en declaraciones recogidas por la agencia Europa Press.

Esta localidad, cuna del cristianismo oriental y una de las pocas en las que se utiliza aún el arameo (la lengua de Jesucristo), fue atacada por primera vez durante el pasado mes de septiembre por islamistas que sembraron el pánico entre los 5.000 cristianos residentes. Tres meses después, la mayor parte de la población ha huido. Para el nuncio, las doce monjas «son heroínas» porque, a pesar de la situación crítica que vive Malula, «ellas han decidido continuar con su presencia en el convento para preservar el legado cristiano en una ciudad siria tan simbólica para el cristianismo». Zenari añadió que en el momento del secuestro las monjas vivían solas en las dependencias y que «los niños que estaban a su cargo habían abandonado el lugar por el peligro que supone vivir allí».

Según el nuncio, en Malula han muerto «algunos cristianos desde que empezaron los enfrentamientos entre el Ejército y los rebeldes» y durante la guerra, al menos tres religiosos han sido ejecutados en el país. Todavía permanecen desaparecidos dos obispos ortodoxos de Alepo secuestrados en abril, si bien ningún grupo se ha atribuido el secuestro. Tampoco hay noticias del jesuita Pablo del Oglia, un gran experto en estudios coránicos e impulsor del diálogo interreligioso desde el monasterio sirio de Mar Musa. «Hubo un tiempo en que Siria era una tierra en la que se respetaban todas las religiones, pero ahora sólo vemos destrucción», lamentó ayer el arzobipso Zerani.

Las minorías religiosas, en el punto de mira

La comunidad cristiana en Siria representa menos del 10% de la población frente al casi 90% de musulmanes (mayoritariamente suníes) que viven en el país. Por ese motivo se han convertido en el objetivo de los yihadistas, que desean eliminar de su territorio a los que son tachados de «infieles». Junto a Malula, la principal ciudad cristiana donde se encuentra el convento de Santa Tecla en el que fueron capturadas las religiosas, los cristianos también residen principalmente en pequeñas poblaciones al noroeste y este del país. Otras minorías religiosas en Siria son los drusos, que rondan el 3% de la población, y los puntuales asentamientos judíos establecidos en Damasco, Al Qamishli y Alepo.