Política
El discreto desencanto de los franceses con Macron
La reforma laboral y los escándalos del Gobierno arrastran su popularidad al 36% en sus primeros 100 días en el Elíseo, pero refuerza su imagen exterior
La reforma laboral y los escándalos del Gobierno arrastran su popularidad al 36% en sus primeros 100 días en el Elíseo, pero refuerza su imagen exterior.
Decía el candidato presidencial Emmanuel Macron, allá por inicios de año, que los anteriores inquilinos del Elíseo habían construido sus propios fracasos en las primeras semanas de gobierno bien por la exageración o por la negación de la realidad. Lo cierto es que incluso el «estado de gracia» del nuevo presidente aguantó más tiempo en el caso de los no nombrados pero evocados en aquellas palabras, Nicolas Sarkozy y François Hollande. Quizás el candidato Macron tenía por entonces el diagnóstico adecuado sobre el papel, pero los sondeos están demostrando que no ha sabido predicar con el ejemplo: sólo un 36% de los franceses se muestra satisfecho con sus primeros cien días en el poder, diez puntos por debajo de su antecesor, el impopular ex presidente Hollande.
¿Catastrófico? No con todo el quinquenio por delante, pero en cualquier caso sintomático de varias conclusiones. La primera es que los estados de gracia, al menos en Francia, o son cada vez más reducidos o ya no existen. Así lo muestran las sucesivas curvas de popularidad durante los primeros días de Gobierno de los últimos mandatarios que ha tenido el país. Nada más aterrizar en el Elíseo, comienza el calvario de la caída para presidentes y sus respectivos primeros ministros. Lo inédito del caso es que la popularidad del tándem Macron-Philippe está ya por debajo del 50% en poco más de tres meses, algo con tan sólo un precedente en la historia de la V República y, por cierto, muy homologable: el del centrista Valérie Giscard d’Estaing, electo en 1974, con su primer ministro de derechas, Jacques Chirac.
La segunda es que una buena imagen internacional con aires de renovación política no exime de un severo juicio interno. La victoria del presidente galo fue saludada como un freno a la ola de populismo impulsada por la victoria de Trump en EE UU y el triunfo del Brexit en Reino Unido. Macron se estrenó con éxito en cumbres internacionales como la del G7 y G20. Ha impulsado el proyecto europeo y ha recibido al mismo tiempo en París, tanto a Putin como a Trump. Sin embargo, de puertas para adentro, sólo un 23% de los franceses, según un sondeo de IFOP, considera que las cosas estén cambiando mínimamente en el país, frente a un 38% que afirma que nada ha cambiado y un 39% que dice que incluso van a peor. Una última conclusión es que ni siquiera haciendo de la ejemplaridad una bandera, Macron se ha podido librar de casos poco edificantes en su propio entorno.
Cuatro de sus ministros, entre ellos el ex de Justicia, François Bayrou, que había elaborado el borrador de la ley moralizadora aprobada la semana pasada, se vieron obligados a dimitir un mes después de haberse constituido el gobierno por sospechas de empleos ficticios y de nepotismo en su entorno. Macron había prometido un gobierno de «irreprochables» tras los escándalos que Francia vivió en campaña electoral y tuvo en este episodio su primer gran revés.
A esto hay que sumarle una dimisión de calado, sin precedentes en la historia de la V República, la del jefe del Estado Mayor, el general Pierre de Villiers, por una disputa abierta con el joven presidente a propósito del recorte presupuestario de 850 millones de euros en el presupuesto militar.
El nuevo estilo presidencial tampoco acaba de convencer a buena parte de los franceses. Tras el exaltado hiperpresidente Sarkozy y el impopular presidente «normal» Hollande, Macron ha optado por el estilo «jupiteriano»: más lejano, vertical, sin conceder demasiadas entrevistas ni conferencias de prensa y remarcando su poder autoritario en algunos momentos clave. Sus discretas vacaciones de este año cerca de Marsella, contrastan con la portada que la pareja presidencial –él y Birigitte Macron– dio por estas fechas a «Paris Match» el año pasado posando en la playa.
A la vuelta de los días de descanso, al Gabinete se le avecina un otoño caliente. Varios sindicatos han fijado ya fechas en septiembre para las primeras protestas en contra de la reforma laboral que el Gobierno quiere aprobar en cuanto vuelva del periodo estival.
✕
Accede a tu cuenta para comentar