Túnez
Más de 3.000 combatientes tunecinos
La amenaza del terrorismo islamista había planeado sobre Túnez en muchas ocasiones desde la revolución de los jazmines de 2011, pero las elecciones parlamentarias y presidenciales del pasado otoño parecían haber ahuyentado el fantasma del extremismo hasta ayer. El ataque contra el Museo Bardo anuncia la vuelta de la violencia islamista a Túnez, reactivando la alerta por la tendencia radical que siempre ha existido en el país magrebí, con la presencia de movimientos salafistas y jóvenes radicalizados.
A pesar de su tamaño y población limitados, Túnez es uno de los países que ha enviado a más combatientes a luchar a Irak y Siria en las filas del Estado Islámico: las autoridades calculan que unos 3.000 tunecinos se han unido al grupo radical, lo cual representa una clara amenaza cuando regresen a casa, después de haber aprendido técnicas de combate y haber adquirido experiencia, así como la ideología radical del EI.
Asimismo, lo ocurrido en Túnez está directamente relacionado con el conflicto en la vecina Libia, donde grupos locales afiliados al Estado Islámico están cobrando fuerza y protagonismo desde el pasado mes de febrero. Precisamente, esta semana fue anunciada la muerte en Libia de un conocido líder yihadista tunecino, supuestamente involucrado en el asesinato de dos destacados políticos laicos en 2012, lo cual subraya la relación que existe entre los milicianos a ambos lados de la frontera. Tampoco se puede olvidar la presencia de grupos extremistas en la vecina Argelia, en cuya frontera se ha requisado armamento y detenido a sospechosos recientemente.
Al cierre de esta edición, ningún grupo había reivindicado el atentado, pero todo apunta a que detrás del mismo habría terroristas tunecinos, probablemente influenciados por el ideario y el protagonismo adquirido por el Estado Islámico, que está inspirando a combatientes desde Oriente hasta Occidente. Recientemente, el grupo extendió sus dominios hasta el África subsahariana, con la adhesión del movimiento nigeriano Boko Haram, uno de los más activos y brutales del continente, extendiendo así el califato de Abu Bakr al Bagdadimás allá de los países árabes y musulmanes. El flujo de armas entre los países del norte de África y de la franja desértica del Sahel (incluidos Libia y Argelia) ha reforzado la postura de grupos extremistas y propiciado la aparición de nuevas «sucursales» del Estado Islámico. Los islamistas radicales han ido en esta ocasión un paso más allá, golpeando directamente a ciudadanos extranjeros. Hasta el momento, el Estado Islámico no había llevado a cabo grandes atentados contra intereses occidentales en los países árabes, pero el ataque de ayer podría indicar una nueva estrategia o, simplemente, más propaganda.
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