Terrorismo yihadista
Matar a nuestros hijos
La explosión de la bomba artesanal en el hall del estadio provocó un «efecto túnel» que multiplicó el poder de la onda expansiva y revela una sofisticación del modus operandi
«Matar a los infieles es una forma de alabar a Alá y nada de esto debería sorprender a ningún musulmán que haya estudiado su religión». El infiel puede ser cualquier cruzado (cristiano), incluidos «jóvenes adultos y niños adolescentes».
«Matar a los infieles es una forma de alabar a Alá y nada de esto debería sorprender a ningún musulmán que haya estudiado su religión». El infiel puede ser cualquier cruzado (cristiano), incluidos «jóvenes adultos y niños adolescentes». Estas frases están incluidas en una de las publicaciones que edita el Estado Islámico y que en los últimos meses dedican muchas de sus páginas a marcar los objetivos a las células durmientes o actores solitarios que tiene desplegados en Occidente.
El atentado del lunes en Manchester hay que enmarcarlo dentro de la campaña que la banda yihadista ha planeado para extender el terror entre los países que forman parte de la coalición internacional con el fin de paliar, al menos desde el punto de vista mediático, las derrotas territoriales que sufren en los últimos meses en Siria e Irak.
Por otro lado, el hecho de que dos de las últimas acciones criminales hayan tenido lugar en Reino Unido no tiene para los expertos una especial significación, ya que el resto de integrantes de esta coalición multinacional corren el riesgo de sufrir intentos de atentado en cualquier momento. De hecho, en el referido escrito se engloba a todas estas naciones como el conjunto de enemigos a los que llevar el terror.
Lo que sí subrayan los especialistas es el nivel de «preparación» del yihadista que cometió la masacre, muy lejos de lo que se puede presentar como un hecho improvisado, decidido sobre la marcha. El terrorista aprovechó el «efecto túnel» del vestíbulo en el que hizo estallar la bomba (formada probablemente por el explosivo artesanal TATP, cargado de tornillería y clavos) con el fin de causar el mayor daño posible. La onda expansiva se multiplica en un lugar de esas características así como los elementos metálicos destinados a clavarse en los cuerpos de las víctimas. Todo ello, como se ha demostrado en otros atentados perpetrados en Europa, existe una preparación previa, elección del objetivo y coordinación con otros elementos.
El TATP, peróxido de acetona, conocido como «la madre de Satán», es el explosivo que utiliza la banda yihadista en los últimos tiempos ya que los materiales con que se fabrica se pueden adquirir, con la mínima precaución de no hacerlo en grandes cantidades, en el mercado libre e incluso a través de internet.
Normalmente, los terroristas alojan el explosivo en unos recipientes que van adosados a un cinturón, un arnés o escondidos en una mochila. Rodeando al TATP se colocan tornillos, tuercas o bolas de rodamiento que, en el momento de producirse la deflagración, se convertirán en metralla con efectos mortales para las personas que estén más próximas y con graves secuelas para los que están menos cerca del foco.
El sistema para hacer detonar el explosivo suele ser un tirador que acciona el detonador. También puede ocurrir, que el artefacto vaya ya armado y el yihadista lleve en su mano un dispositivo apretado que, al soltarlo, produce la deflagración. Todo ello, con el fin de hacer el mayor daño posible.
De hecho, en uno de los citados artículos se comenta que «los infieles sentirán cómo las espadas penetran en sus cuerpos; vehículos que de manera inesperada suben por las aceras, les aplastan sus cuerpos y machacan sus huesos; y balas (en el caso de Manchester, tuercas y otra tornillería) perforan sus asquerosos cuerpos mientras se dedican a disfrutar» en lo que para los yihadistas es blasfemo, como un concierto de música o el pasar unas horas en una discoteca.
La estrategia de causar el mayor terror posible es lo que ha llevado a los yihadistas, según fuentes antiterroristas consultadas por LA RAZÓN, a escoger un concierto de una conocida cantante estadounidense en el que sabían que los asistentes eran en su mayoría familias jóvenes con sus hijos adolescentes.
Se ha tratado de un acto premeditado, no improvisado, insisten los expertos. Cometido por lo que se puede considerar un «actor solitario» pero que responde a las pautas que han marcado los cabecillas del Estado Islámico a través de los coordinadores de este tipo de «combatientes». Los planes para atacar discotecas y lugares en los que tienen lugar conciertos no son nada nuevos tampoco. Datan de la primavera de 2015 y tuvieron su culminación en noviembre de ese mismo año con el ataque contra la sala Bataclan de París.
Los dos primeros
Los servicios de inteligencia habían recibido en los últimos meses datos de que los yihadistas querían llevar su actividad terrorista al escenario europeo. El periplo de los dos primeros terroristas en cruzar el Mediterráneo con tal objetivo duró poco. Fue la Guardia Civil española la que obtuvo las primeras evidencias tras la detención en Polonia de Ait El Kaid, alias «Abu Chaima». Está encarcelado en España de donde había huido para ir a entrenarse a Siria.
El segundo terrorista, Hame Reda, capturado en París, fue el que declaró que Abdelmahid Abaaoud, cerebro de los atentados de la capital gala, era el que les había indicado que buscaran en Europa «objetivos blandos» en los que hubiera una gran concentración de personas, como los estadios y las salas de conciertos. Abaaoud entrenaba en Siria a un «batallón» integrado por casi un centenar de «combatientes» que «emigraron» al mismo tiempo que él, en 2015, a diversos países de Europa.
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